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viernes, 11 de marzo de 2011

Sombreros para el pene


Retiro lo dicho hace unos días sobre la gente emprendedora. Bueno, en todo caso quiero matizarlo. Si bien es cierto que siento una rendida admiración por todos aquellos que, un buen día, tienen una idea, la desarrollan y la ponen en práctica, aunque sea con la ‘ayuda’ (obsérvese el entrecomillado) de un banco, en otras ocasiones a algunas personas con iniciativa se les va la pinza. Y mucho, de tal manera que a los cuatro días tienen que echar el cierre al negocio. Que conste que muchas veces la hostia se ve venir de lejos. Lo ve todo el mundo, menos los interesados. Recuerdo cómo, en mi adolescencia, en pleno furor del heavy metal, un pobre iluminado decidió abrir una tienda de ‘moda heavy’ en mi barrio. Claro, no entraba ni Dios, porque, por mucho que estuviéramos en el rollo, nadie se atrevía a comprarse unas mallas ajustadas como el cantante de Obús (sin temer morir apedreado) y era más barato comprarse las camisetas de Iron Maiden en el catálogo de Discoplay que en la susodicha tienda. Un fracaso. Lo mismo pasó hace tres o cuatro años con los colmados de ‘delicatessen’. Crecían como champiñones y hasta en los barrios más humildes. Y así les fue… El caso es que esta reflexión sobre el apasionante mundo de la iniciativa empresarial tiene un claro porqué, y ahora lo veréis. Posiblemente algunos me daréis la razón.

Lo bueno de internet es que cualquier idea, por peregrina que sea, está a disposición de un importante grueso de la población mundial en un solo click de ratón. Este hecho provoca que mucha gente con gran imaginación se lance alegremente al mundo del comercio online sin necesidad de calibrar riesgos ni afrontar créditos bancarios. Se me ocurre una burrada, la vendo en internet y, si suena la flauta, mejor que mejor. Éste es, seguramente, el caso que nos ocupa. Se trata, ni más ni menos, de unos sombreros para el pene.

De acuerdo, muchos hombres suelen hacer muchas tonterías con su miembro viril. Los hay tan habilidosos que son capaces de conseguir amenizar a la concurrencia mediante contorsiones, bailecitos o movimientos de marioneta. De hecho, había un espectáculo teatral-circense rodando por estos mundos de Dios explotando esta fenomenología. Algunos hombres, más de los que nos creemos, suelen humanizar su íntimo apéndice otorgándole un nombre propio, como si se tratara de un ente con voluntad propia (sí, hay que reconocer que muchas veces parece que va a su bola). De hecho, durante unos meses estuvo funcionando una web, llamada ‘name your wang’, que permitía bautizar al pene en exclusiva y expedía certificados personales. La página ya no funciona. No sé si murieron de éxito o que se les acabaron los nombres… En las páginas de fotos curiosas, divertidas, cachondas, o como cada uno quiera llamarlas, de vez en cuando es posible contemplar alguna simpática instantánea protagonizada por un pene tuneado (ya sea mediante ‘potochó, como dice la tita Laly, o con complementos reales). Vamos, una feria.

El caso es que el pene en sí mismo es fuente de todo tipo de chanzas, chascarrillos y situaciones cómicas. Bien mirado, resulta un tanto grotesco. De hecho, por esta razón estética, griegos y romanos solían empequeñecer el tamaño del pene en las estatuas... Sin duda, sabedores de las posibilidades cómicas del pene y de cómo algunos hombres le sacan partido, los creadores de estos sombreros genitales han decidido explotar la vena chistosa y divertida del miembro viril. Como podéis ver en su página, hay varios modelos para escoger: un fez, un casco vikingo, un sombrero de copa, un gorro de saltimbanqui, una cobra… Los gorritos van unidos a un anillo que se coloca alrededor del pene (no creo que sean válidos como ‘cockring’) y llama la atención su precio: 12’95 dólares canadienses cada uno, algo menos de 10 euros. ¿Le auguráis mucho futuro al negocio? No sé yo, no sé yo…

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