Una de las virtudes más enarboladas en nombre de la libertad de prensa y el periodismo independiente es la capacidad de informar con inmediatez y objetividad cualquier acontecimiento, atribuida automáticamente a los medios privados o sus derivaciones. En sentido contrario, se suele acusar a los medios públicos de censura o, cuando menos, de parcialidad y lentitud en su misión de informar. Sin embargo, cercanos acontecimientos revelan que el comportamiento como “medios de prensa oficiales” puede estar más cerca de los defensores de la iniciativa privada que lo que ellos mismos plantean en sus apasionados discursos.
Las recientes revelaciones publicadas en Cuba sobre la organización, desde Estados Unidos, de redes informáticas dedicadas a la subversión, han dado una excelente oportunidad para comprobar el compromiso con la verdad, la inmediatez y los lectores, de la llamada prensa libre.
De un lado, los fallidos intentos adivinatorios, generados por el nerviosismo de quien sabe que ha pecado y trata de poner el parche antes de que salga el grano:
■“Tengo un testimonio más que fiable de que una de las personas de la comunidad judía que aparecerá mañana en el nuevo capítulo [en la televisión cubana] de la saga “Las razones de Cuba”, fue presionado por la Seguridad del Estado para declarar.”(Ernesto Hernández Busto, Blog Penúltimos Días, 6 de marzo): Salió el programa el 7 de marzo pero en él no hubo un solo judío…
■“Van a usar la televisión pública por la noche, en el horario de máxima audiencia cuando hay 11 millones de cubanos frente a la pantalla, para contar mentiras sobre nosotros” (Yoani Sánchez, entrevistada por Europa Press, el 9 de marzo, con el bajante: “Advierte de que el Gobierno planea una “satanización” de los medios de comunicación no oficiales”): Importantísimos datos, en Cuba hay más de 11 millones de habitantes y la noche es el horario de máxima audiencia para la televisión en la Isla…Sin embargo, hay informaciones mucho más interesantes por las que se le pudiera preguntar a la señora Sánchez en las que la nada oficial agencia de prensa española no se interesa.
No hay que buscar mucho en Internet para saber que tanto Sánchez como Hernández Busto están involucrados hasta el cuello en la estrategia que con dinero de la USAID mueven personajes como Robert Guerra, quien reclutara al ingeniero cubano Dalexis González a cuenta de la CIA y lo bautizara con el seudónimo Alejandro, según se mostró en la citada serie televisiva Razones de Cuba.
Más prudentes han sido los dos principales medios que han aupado a la “ciberdisidencia” para la que Guerra y el empresario norteamericano juzgado en La Habana, Alan Gross, tejían sus redes en Cuba.
Hasta hoy, el diario español El País –siempre tan atento a lo que sucede en la Isla-, a pesar de ser muy cercano al surgimiento y desarrollo de Yoani Sánchez y de su representante en la península, Hernández Busto, no ha publicado una coma sobre las revelaciones del lunes 7 de marzo. Por su parte, El Nuevo Herald de Miami ha hecho una mezcla de lo peor de El País con los citados blogueros, y lanza otra piedra al decir que los agentes Carlos Serpa y Moisés Rodríguez declararon el juicio contra Gross, en una especie de ajiaco desinformativo en el que evita aludir al documental del pasado lunes. Por una rara casualidad, desde el mismo 7 de marzo El País y El Herald se distribuyen juntos en Miami, y a pesar de aumentar al doble la cantidad de papel que reciben los lectores, estos seguirán sin enterarse de lo que ocurre en Cuba.
Pero la tapa al pomo la ha puesto el Departamento de Estado, cuya jefa, Hillary Clinton, en medio del destape sobre cómo sus dependencias han lanzado al mar – a través de la USAID- el dinero de los contribuyentes norteamericanos, entregó, sin el menor sonrojo, el enésimo premio a Yoani Sánchez. Sólo la absoluta seguridad de que los medios “no oficiales” van a ignorar la oscura ruta del dinero tras la trama de Alan Gross y Robert Guerra, puede explicar tal grado de arrogancia; la prensa libre y el periodismo independiente la respaldan.
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