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domingo, 26 de mayo de 2013

MURIÓ DON GALLO, EL CURA QUE CANTABA "BELLA CIAO" EN SU IGLESIA*

 
Con toda seguridad, como los curas de san Carlos Borromeo de Entrevías, Madrid, de los que hablábamos ayer en este mismo DdA, el cura Andrea Gallo, más conocido por Don Gallo, creía en otro tipo de exorcismos ajenos a los del ríspido purpurado Rouco para liberar a sus feligreses del maligno, sobre todo si este se llama pobreza y marginación. Don Gallo acaba de fallecer en Italia y todo el país se ha conmovido con su muerte, de la que aquí apenas hemos tenido noticia, sin duda porque no conviene difundir su ejemplo, no vaya a ser que cunda. 

Andrea Gallo había llegado a convertirse en uno de los referentes morales de la angustiada izquierda italiana, leo en la información que me da a conocer  su óbito. Don Gallo era muy querido en Italia, tanto por su trabajo a favor de los más pobres como por su libertad de palabra y espíritu contestatario. Genovés, nacido en 1928 y conocido también como el cura rojo, el padre de la acera o el cura no-global, ha sido el protagonista de numerosas batallas a favor de los más desfavorecidos. Desde 1975 mantenía en pie, en el puerto de Génova, la comunidad de San Benedicto, que desarrolla proyectos para los marginados, las víctimas de trata y prostitución e iniciativas destinadas a los drogodependientes.

Don Andrea Gallo fue también, hace ya muchos años, una de las primeras personalidades públicas italianas en declararse a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. El sacerdote defendió a las minorías sexuales en numerosas ocasiones, y en una contó incluso como llegó a rezar para que un chico gay encontrara al hombre de su vida. En enero de 2012 lanzó un calendario para promover los derechos de las mujeres transexuales trabajadoras del sexo. Y en 2009 participó en el Orgullo nacional italiano, que ese año se celebró en su ciudad, Génova. “Estoy aquí con muchos chicos y chicas alegres y felices. Quien celebra el amor no está en contra de nadie. Estos chicos quieren salir del recinto de la homofobia. Hay un homosexual masacrado prácticamente cada día. Estos son ciudadanos que reivindican sus derechos”, afirmó entonces. En el curso de un encuentro organizado hace unos meses por la asociación LGTB “Noi naturalmente”, Andrea Gallo dijo que la homosexualidad es un “don de Dios” y, refiriéndose a los derechos LGTB, añadió que “no puede haber una auténtica democracia si no se reconocen los derechos de todos”.

En las elecciones primarias del centro-izquierda italiano, celebradas en diciembre, Andrea Gallo dio su apoyo al político abiertamente gay Nichi Vendola, que tras el anuncio de su fallecimiento ha celebrado su legado en un emocionado comunicado. Tras la dimisión de Joseph Ratzinger, Don Gallo llegó a defender la elección de un papa homosexual, algo que para él hubiera sido una magnífica noticia.

El vídeo que ilustra esta sucinta información, que alguien en Italia deberá desarrollar contando la vida de su protagonista, muestra a Don Gallo cantando en su iglesia, al término de la misa, el Bella Ciao, la reconocida canción partisana con la que la resistencia italiana hizo frente al fascismo y al nacismo, y que según se puede observar entonaban hace tan solo unos meses los feligreses de su parroquia con el mismo entusiasmo que apreciamos en su fallecido pastor.

El veto a la aceitera en los restaurantes muere antes de nacer

La prensa más crítica con Bruselas había dado con el tema perfecto. Algo directo, que afecta a todo el mundo y que puede presentarse como un resumen de los defectos de la maquinaria institucional europea. La prohibición a bares y restaurantes de ofrecer garrafas de aceite que los clientes puedan usar una y otra vez era para la Comisión Europea una medida para asegurar la calidad del producto y luchar contra el fraude. Pero el primer ministro británico, David Cameron, la describía como “el ejemplo del tipo de cosas sobre las que Europa no debería ni siquiera discutir”, mientras que el periódico alemán conservador Die Welt la resumía como “un síntoma más de la inflación del aparato de la UE”. Tras la presión ejercida por Gobiernos del norte y consumidores —también septentrionales—, Bruselas dio ayer marcha atrás.
El cambio anunciado por el comisario de Agricultura, Dacian Ciolos, indignó a los productores, entre los que destaca el sector aceitunero de Andalucía, comunidad que aporta el 80% de la producción española de aceite de oliva y el 40% de la mundial. Pese a que el Gobierno español no considera definitiva la decisión del comisario Ciolos, fuentes comunitarias insistieron en que el proyecto se ha abandonado, y no hay ninguna perspectiva de retomarlo.
“Desde el pasado viernes, he visto y oído puntos de vista contrarios procedentes principalmente de los países consumidores. Está claro que esta medida, que trataba de ayudar, proteger e informar a los consumidores, no ha encontrado su apoyo”, reconocía el responsable europeo de Agricultura, en un giro evidente del discurso que hasta entonces mantenían los responsables comunitarios. El ministro español Miguel Arias Cañete había dicho tan solo dos días antes que la prohibición tendría una “impacto positivo para el sector a corto, medio y largo plazo”.
España confía en que aún se pueda aprobar, pese a que Bruselas lo descarta
Ciolos se reunirá el sector hostelero y con consumidores para presentar una nueva propuesta. Pero la obligación a partir de 2014 de que los bares y restaurantes de toda la UE ofrezcan botellas individuales de aceite se aleja irremisiblemente.
Además de España, otros 14 países —entre los que estaban Francia, Italia, Portugal y Grecia— habían apoyado la iniciativa en un comité técnico la semana pasada. Pese a las críticas tan duras lanzadas por Cameron y su equipo, Reino Unido se había abstenido, en lugar de votar en contra, como sí hicieron Estados como Alemania, Bélgica, Holanda, Austria, Suecia o Dinamarca.
El consejero andaluz de Agricultura, Luis Planas, cree que la Comisión “ha cedido a la presión” de los grandes grupos de la distribución de aceite, que tienen su centro de operaciones en el centro y norte de Europa. La Junta espera una rectificación de Bruselas, pues considera la prohibición de las aceiteras rellenables como una medida de gran importancia “para dar valor al producto y ayudar a aumentar las rentas del sector olivarero”. La Federación Andaluza de Empresas Cooperativas Agrarias juzga un “disparate” la marcha atrás. Se trata, dicen, de una medida de escasa repercusión económica “que se ha anulado por presión de los países no productores, fundamentalmente Alemania y Reino Unido”.
La decisión sorprendió porque cuando se anunció apenas habían transcurrido 10 días desde que la Comisión Europea había puesto fecha de caducidad a las aceiteras rellenables. En Jaén, la principal provincia productora, ya se está aplicando una experiencia piloto en una decena de restaurantes, que sustituyen las garrafas por envases con etiquetado de origen y tapón no rellenable.

El 70% de los españoles rechaza que la Religión sea una asignatura

Una cosa es retocar y actualizar las leyes y las instituciones para compensar el desgaste debido al transcurso del tiempo o al cambio de las circunstancias, y otra muy distinta hacerlo para tratar de alinearlas más plenamente con los exclusivos principios y posicionamientos ideológicos del partido gobernante de turno. De esto último, los españoles, con independencia de su orientación política, llevan tiempo ya dando claras muestras de hartazgo. Y, de hecho, a este pertinazmente cíclico ardor reformatorio achacan no pocos de nuestros males. Por ejemplo, ahora y en el caso de la educación, nuestra ciudadanía, de forma prácticamente unánime (86%), concluye que su calidad solo podrá mejorar cuando, de una vez, los partidos sean capaces de llegar a un gran y duradero acuerdo de fondo en vez de intentar reformarla, cada uno por su cuenta y a su manera, en cuanto alcanzan el poder. En otras palabras, para el español medio, el problema ya no parece ser tanto la seria dolencia que sin duda aqueja a nuestro sistema educativo cuanto el continuo relevo de cirujanos que operan con criterios y diagnósticos divergentes —y aun contradictorios— a un paciente cada vez más maltrecho y exangüe.
 Si difícil resulta, a partir de los datos de opinión disponibles, afirmar que la planeada reforma de la vigente ley sobre despenalización del aborto responde no ya a un clamor, sino siquiera a una petición relativamente mayoritaria de la ciudadanía, más difícil aún resulta justificar la pretensión de que, en la enseñanza pública, la religión constituya una asignatura cuya nota cuente (a efectos de medias totales e incluso de solicitud de becas) lo mismo que cualquier otra materia del correspondiente plan de estudios.
La realidad es más bien que sobre esta propuesta del proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) existe en nuestra sociedad un claro rechazo mayoritario (70% frente a 27%). Este rechazo es masivo (84%) entre los votantes del PSOE, pero lo expresa también la mitad (48%) de los votantes del PP; y es también ampliamente mayoritario entre los católicos poco practicantes (60%), entre los católicos no practicantes (77%) y entre los no creyentes (91%). Tan solo entre la reducida fracción de españoles que se definen como católicos practicantes (y que representan el 17% de toda nuestra población adulta) son mayoría (61%) quienes están de acuerdo con esta medida. Y aun así, entre ellos, un nada despreciable 33% se muestra en contra.
El Estado debe designar los profesores, no la Iglesia
Esta pretensión del proyecto de ley solo cumple, pues, los deseos de uno de cada cuatro españoles; sin embargo, parece responder plenamente a las presiones que la jerarquía de la Iglesia católica española ejerce sobre el actual Gobierno más que a consideraciones de orden educativo o académico: o al menos así lo percibe el 64% de nuestra ciudadanía, y también, y significativamente, el 44% de los votantes populares, el 56% de los católicos poco practicantes y el 66% de los no practicantes; e, incluso, el 37% de los propios católicos practicantes.
En todo caso, y si finalmente la religión se introduce como asignatura en los términos que establece el proyecto de la LOMCE, la ciudadanía se muestra partidaria, de forma clara, de que los profesores que deban impartirla sean designados por el Estado, no por la Iglesia (y es de resaltar que, en esta cuestión, se presenten divididas las opiniones de los propios católicos practicantes).
En conjunto, estos datos invitan a concluir que incluso una importante fracción de los católicos practicantes (además de una clara mayoría de los católicos más tibios) no acaba de tener claro que convertir el mensaje evangélico en asignatura escolar sea el mejor modo de dignificarlo y de contribuir a su pervivencia y vigencia. Nuestra sociedad sigue carente de una reflexión serena y sinceramente compartida por no creyentes y creyentes (y de todas las religiones) sobre el modo de integrar el conocimiento y comprensión del hecho religioso en la enseñanza escolar. Debería estar ya fuera de discusión que, en una democracia pluralista, la religión no puede ser objeto en las aulas ni de descalificaciones fáciles o ligeras ni de adoctrinamientos o proselitismos (cuyo éxito pueda ser, además, académicamente puntuable).