Uruguay es un país de apenas 3,2 millones de habitantes y trece
millones de vacas. La vida depara aquí pocos sobresaltos. Solo dos
policías al final de un camino de tierra custodian la casita y el
pequeño huerto donde vive el presidente, de 77 años, y su esposa, de 68.
Una mampara separa a los taxistas de sus clientes en Montevideo. Pero
aunque no hubiese cristales de protección, en la capital de Uruguay el
cuello de los conductores estaría más a salvo de las navajas que en la
de cualquier país vecino. Uruguay es la nación más pacífica de América Latina y donde más confianza inspira la policía, según un estudio difundido en mayo por la ONG Latinobarómetro. Es cierto que la pasta base, la terrible droga conocida como paco,
causa estragos entre los jóvenes más pobres, igual que sucede en los
países vecinos. Pero a diferencia de Argentina, en Uruguay no suelen
perpetrarse atracos en las casas en presencia de sus propietarios; la
población tampoco padece los llamados secuestros exprés, como
en México o Venezuela. Sin embargo, una vez que el desempleo ha
descendido hasta un insignificante 5,5%, la inseguridad se ha convertido
en la primera preocupación de la gente. Por eso, el pasado junio el
ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, presentó un plan de 16 puntos
contra la inseguridad. Incluida entre otras 15 propuestas, el ministro
anunció su intención de abrir un debate para promover el “control
estricto” de la producción, distribución y venta de la marihuana por
parte del Estado. El objetivo es quitar una porción de sus ganancias a
los traficantes de droga. El Gobierno formado por el izquierdista Frente
Amplio parte de la convicción de que los beneficios de la venta de pasta base y marihuana van a los mismos bolsillos.
En el país, de 3,2 millones de habitantes, hay 18.500 usuarios diarios de marihuana, según datos oficiales
“Esto es como Galicia: las redes de narco se tejen sobre la memoria
de las redes del contrabando. Primero fue el tabaco y marihuana, después
la coca”, señala Julio Calzada, responsable de la Secretaría General de
Drogas. “Sabemos que en el país hay por lo menos 18.500 usuarios
diarios de marihuana. Y de cocaína, solo 6.000 personas la han probado
en un año. Aunque la cocaína deja mucho más margen de beneficio a los
traficantes, la marihuana mueve un mayor volumen de negocio. Así que si
logro hacerme con el 90% del mercado actual de la marihuana, si les
debilito a los narcos ese mercado, el otro les será menos rentable.
Seguramente buscarán entonces otro tipo de delitos, otras formas de
contrabando. Pero no provocarán tantos daños sociales ni psicológicos”.
“Esto no es el desembarco en la Sierra Maestra”, aclara Calzada. “No
es un acto heroico lo que hemos emprendido. Hace unos 30 años que en
Holanda existe un mercado legal de la marihuana. Y hay 17 Estados en los
Estados Unidos que tienen producción legal para uso medicinal y tres
Estados norteamericanos votarán en las próximas semanas sobre su uso
recreacional. Tampoco es una liberalización, sino la regularización de
un mercado que hoy está desregularizado. Pero es un pequeño gran paso,
como dijo el astronauta que llegó a la Luna”.
Uruguay no supone ningún riesgo para el flujo de droga en
Latinoamérica. “Acá no hay volumen de negocio para los grandes carteles
de la droga”, asume Calzada. “No hay condiciones climáticas ni físicas
para producir. No hay selvas. Te agarras una avioneta y con 10.000
dólares de combustible ves todo lo que está plantado. Por eso no hay
grandes narcos. Lo que hay son organizaciones locales que nunca podrán
comprar mil kilos de coca para ponerlos en España. Son grupos de
familias uruguayas que, a causa de las tensiones creadas por un mercado
tan pequeño, han entrado en una lógica de acrecentar la violencia”.
“El Estado tendrá
el control de la calidad, cantidad y precio, y la gente estará registrada”, anuncia el presidente
Las tensiones y la corrupción que generan esas familias no tienen
nadan que ver con las que afloran cada día en Brasil, Colombia o México.
Hasta ahora, los asesinatos se perpetran en su mayor parte a entre las
propias bandas. Pero el Gobierno uruguayo ha decidido colocar una buena
mampara social, como en los taxis, antes de que la violencia se
desborde. Tres meses después de su anuncio, el proyecto se encuentra en
la Cámara de Diputados. El Frente Amplio, la formación de 13 grupos con
la que alcanzó la presidencia José Mujica, espera conseguir su
aprobación antes de fin de año. Y la del Senado en el año siguiente.
¿Por qué ha sido Uruguay el primero en dar ese paso? “Alguien tiene
que ser el primero”, declaró en junio el presidente de Uruguay, José
Mujica, en una entrevista concedida a O’Globo.
“Alguien tiene que empezar en América del Sur. Porque estamos perdiendo
la batalla contra las drogas y el crimen en el continente". Mujica se
encontraba por esas fechas en Brasil durante la cumbre Río+20 que reunió
a todos los países miembros de la ONU para discutir sobre medio
ambiente. Pocos fueron los acuerdos concretos alcanzados en esa cumbre.
Sin embargo, el discurso que pronunció José Mujica (como siempre, sin
corbata), obtuvo más de un millón de visitas en Youtube:
“Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de
recursos naturales para vivir. En mi país hay tres millones de
habitantes. Poco más de tres millones doscientos mil. Pero hay trece
millones de vacas de las mejores del mundo. Cerca de ocho o diez
millones de ovejas estupendas. Mi país es exportador de comida, de
lácteos, de carne. Es una plenillanura. Casi el 80% de su territorio es
aprovechable. Mis compañeros trabajadores lucharon mucho por las ocho
horas de trabajo. Ahora están consiguiendo seis horas. Pero el que
consigue seis horas se consigue dos trabajos y por lo tanto trabaja más
que antes. ¿Por qué? Porque tienen que pagar una cantidad de cuotas
[plazos]. La motito que compró. El autito que compró. Y
pague cuotas y pague cuotas. Y cuando quiere acordar es un viejo
reumático como yo y se le fue la vida. Uno se hace estas preguntas: ¿Ése
es el destino de la vida humana? Estas cosas son muy elementales. El
desarrollo no puede ser en contra de la felicidad, tiene que ser a favor
de la felicidad humana, del amor, de las relaciones humanas, de cuidar a
los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente porque
eso es el tesoro más importante que se tiene. Cuando luchamos por el
medio ambiente, el primer elemento del medio ambiente se llama la
felicidad humana. Gracias”.
Aquel discurso no supuso nada nuevo en Uruguay. Sus compatriotas ya habían oído muchas veces a Pepe
Mujica citar a Séneca y a Epicuro, le habían escuchado decir que no es
más rico quien más tiene sino el que menos desea. Hasta los más críticos
reconocen que Mujica es congruente con su discurso. De los 12.500
dólares mensuales que percibe se queda con 1.250 y el resto los cede a
fundaciones sociales, se desplaza en su viejo Volkswagen celeste y es
plenamente feliz plantando acelgas. No hay ninguna contradicción entre
lo que hace y lo que pregona. Pero en cuanto Mujica comenzó a aportar
detalles sobre su proyecto contra el tráfico de drogas, en Uruguay le
comenzaron a llover críticas sobre las “incongruencias”,
“contradicciones” y “sinsentidos” de su proyecto. “El Estado tendrá el
control de la calidad, cantidad, precio y la gente va a estar
registrada”, señaló Mujica en O`Globo. “Los cigarrillos tienen
un control digital y se puede rastrear su origen a través de la firma
química de la muestra. Es importante (tener en cuenta) que si alguien
compra 20 cigarrillos [de marihuana] tendrá que consumirlos y no los
podrá vender. Con el registro en el Estado, estos usuarios serán fáciles
de rastrear si las reglas son violadas".
El Gobierno decidió abrir el debate tras la encarcelación de una sexagenaria por tener 29 plantas de marihuana
“Mujica bastardeó la propia discusión por la que pedía seriedad”, indica Guillermo Garat, autor del libro Marihuana y otras hierbas,
publicado el pasado septiembre en Uruguay. “Dijo: ‘si los drogadictos
quieren fumar más porros me van a tener que traer la colilla’. Hubo que
decirle: ‘Mujica, los porros no tienen colilla’. Después prometió que si
el 60% de la población no aprobaba la iniciativa, entonces la anularía.
Eso no es serio. ¿Un Gobierno lleva algo al Parlamento en función de lo
que digan las encuestas? Y encima, el mismo día en que declaró eso
salió una encuesta, con preguntas mal planteadas, donde se aseguraba que
la mayor parte de la población se oponía a la legalización”.
“Mujica tiene un estilo abierto y honrado que es el que le dio la
posibilidad de ser presidente”, explica Garat. “Pero también arrastra
unos prejuicios que son los propios de su edad y su pasado guerrillero
con los Tupamaros. Esta guerrilla veía la droga en los años setenta como
una especie de religión que adormecía a la juventud. Mujica y la
sociedad arrastran aún esa idea. El Gobierno dijo que iba a regularizar
el mercado del cannabis, pero no nos dijo cómo. Mujica ha estado usando
calificativos estigmatizantes contra los consumidores de droga. Y eso
llevó a un montón de especulaciones del Gobierno y la prensa. La gente
estaba confundida. Hubo políticos que decían: ‘¿Le vamos a comprar
marihuana a los narcos?”.

El presidente uruguayo, José Mujica, en
2009, cuando era candidato electoral, en la casa a las afueras de
Montevideo donde sigue viviendo. / / Pablo La Rosa (Reuters)
“Y a pesar de todos esos errores”, añade Garat, “el Gobierno actuó
con valentía y en dos meses se ha avanzado mucho. Se presentó el
proyecto en el Parlamento y se les dijo a los parlamentarios que no se
iba a vetar lo que se resuelva en el Parlamento [El expresidente
izquierdista Tabaré Vázquez había vetado en 2008 una ley sobre la
despenalización del aborto aprobada por diputados y senadores]. Mujica
es un gran republicano, eso hay que reconocérselo. Se atiene a la
definición más estricta de la república: el pueblo está representado en
sus instituciones y hay que respetarlas. Me parece muy valorable que
lleve eso al Parlamento, donde hay oposición. Creo que él mismo se da
cuenta de sus limitaciones y prefiere que la decisión esté en ese órgano
colectivo de representación”.
Cuando cae la tarde en Montevideo no es infrecuente oler a marihuana
en las playas del río de la Plata, en los parques, en las gradas de los
campos de fútbol, las principales avenidas… “En Montevideo, a diferencia
de lo que ocurre en el interior del país, hay una tolerancia social
altísima al consumo de marihuana”, explica Garat. “Durante la dictadura,
que terminó en 1985, ya se aprobó en 1975 un decreto que permitía el
consumo. A partir de 1985 empezaron a llegar gente que había estado
exiliada en Europa y se incorporó aquí el vocabulario de España: se
hablaba de porros, canutos, petardos, la maría… Pero lo que no
quedó tan claro nunca era cómo se podía acceder a esas drogas cuyo
consumo se permitía. Y esa es la contradicción que Uruguay tiene al día
de hoy y sobre la que el Parlamento comenzó a trabajar hace dos años.
Trabajaban de forma más o menos discreta sobre la legalización del
autocultivo hasta que se produjo un clamor social con la detención de
Alicia Castilla”.
“Con el autocultivo solo estaríamos proponiendo una solución para
el 10% del mercado”, calcula el Gobierno
La argentina Alicia Castilla, de 68 años y nacionalidad también
española, fue detenida el 30 de enero de 2011 por haberse hallado en su
casa 29 plantas de marihuana. En la actualidad se encuentra pendiente de
juicio y bajo una petición de dos años de cárcel por parte de la fiscal
encargada del caso. “Yo vine de Argentina a Uruguay para vivir en paz,
editar mis libros en e-book... Había escrito durante muchos años en la revista Cannabis Magazine.
Y convidé a venirse a un chico fotógrafo al que habían despedido de la
revista. Estuvo 45 días y resultó una experiencia horrible. Al regresar a
España el chico envió a la policía un mail con fotografías de
casa con todas mis plantas de marihuana, diciendo que ahí se había
asentado un cartel de droga. Me rodearon la casa cinco patrulleros
porque venían a buscar a la versión femenina del colombiano Pablo
Escobar. Pasé 95 días presa”.
“De película de Almodóvar”
Tras la detención de Alicia Castilla y del artesano Mauricio
Balitzki, a quien denunció el vecino por posesión de plantas, el
Gobierno decidió que no solo se debería regular el auto cultivo sino el
propio mercado de la marihuana. Ahora, Alicia Castilla se dedica a dar
charlas contra el proyecto de Mujica. “Nunca pensé que me opondría a un
proyecto de legalización. Pero así es. Aparte de los disparates que se
han dicho hasta ahora, como eso de que se vendería un máximo de 20
cigarrillos o de que los porros iban a llevar un chip en la
punta, o un control digital para rastrear su origen; aparte de que
primero dijeron que se destinarían 65 hectáreas para plantar marihuana y
después pensaron en 100 y después en 150 de invernadero… Y entonces
alguien preguntó, con mucho sentido: ¿Y por qué no dedicar ese espacio a
plantar alimentos en vez de cannabis? Aparte de todas esas
incongruencias y del lenguaje pseudoprogresista que ha usado Mujica, me
parece una propuesta falaz. Primero, porque se propone disminuir el
consumo de la pasta base. Yo he convivido, gracias al Estado uruguayo,
con consumidoras de pasta base. Y veo que se subestima a los usuarios de
droga. El usuario sabe muy bien lo que quiere y la persona que va
detrás de la pasta base no la reemplazará por marihuana. También me
opongo porque creo que el Estado no es nadie para determinar qué
cantidades debe fumar un ciudadano. Y me parece terrible el concepto de
registro. Si fumar marihuana es una función privada no puede ser que
haya que estar registrado en un órgano del Estado”.
“Yo creo que habría sido más fácil proponer el autocultivo”, añade
Castilla. “Habría sido el primer país en legalizarlo. Y se podría haber
aprobado la existencia de clubes, como en España. Ahora, el proyecto
pretende conciliar la idea del auto cultivo con la del control estatal
del mercado. Pero es difícil decir que el Gobierno va a tener el
monopolio de cultivo, venta, distribución y almacenamiento y al mismo
tiempo permitirá a la gente cultivar en sus casas. La cuestión del
registro es de película de Almodóvar: que venga un patrullero a tu casa y
te diga: ‘Señora, vengo a pesarle la marihuana...’ ¿Y si se me muere
una planta o se contamina, me la van a pesar húmeda o seca?”.
Los críticos consideran que la propuesta es otra de las “ocurrencias habituales” del presidente Mujica

Alicia Castilla, que fue detenida en
Montevideo en enero de 2011 por haberse hallado en su casa 29 plantas de
marihuana, en Buenos Aires. / Ricardo Ceppi
“Tenemos que aceptar que habrá imperfecciones, pero habrá que ser
flexibles, esto requiere tiempo”, advertía el pasado miércoles el
británico Steve Rolles, miembro de la fundación Transform Drug Policy,
quien acudió a la facultad de Ciencias Sociales de Montevideo para
pronunciar una conferencia sobre el tema. Julio Calzada, el responsable
de la Secretaría General de Drogas, escuchaba atentamente todas las
intervenciones. Al final, entre la treintena de asistentes a la
conferencia un hombre de mediana edad se dirigió a él:
-Hasta el momento, lo única cuestión práctica que ha conseguido el
proyecto del Gobierno ha sido paralizar el anterior sobre auto cultivo.
Calzada respondió:
-Las estimaciones que tenemos nos dicen que la gente que practica el
auto cultivo apenas superan los 1.500 en Uruguay. Mientras que fuman
marihuana 18.500. Con la aprobación del auto cultivo solo estaríamos
proponiendo una solución para el 10% del mercado. A todos nos gusta
comer tomates, pero no todo el mundo tiene la perseverancia y la
paciencia para cultivarlos. Nada me dice que una persona que consuma un
fin de semana va a tomarse el trabajo de plantar en septiembre para
cuidarla hasta mayo por si quiere recoger en julio.
Críticas de derecha e izquierda
El proyecto ha recibido críticas desde la izquierda y la derecha. El
socialista y expresidente Tabaré Vázquez, impulsor de la legislación que
prohíbe fumar en los espacios públicos, declaró
que "los países que legalizaron la marihuana están rebobinando porque
la experiencia no fue buena”. El senador del Partido Colorado y
presidente durante dos mandatos, Julio María Sanguinetti, calificó la
propuesta como una de las “ocurrencias habituales” de Mujica y escribió el lunes en el diario argentino La Nación:
“Lamentablemente, gente seria del mundo internacional que desea
discutir la legalización de la marihuana ha aludido favorablemente a la
propuesta de Mujica, sin conocer el frangollo en que está envuelta. Nos
referimos, por ejemplo, a nuestros admirados amigos Mario Vargas Llosa y Fernando Henrique Cardoso.
(…) Lo único de bueno del intempestivo planteo es que ha puesto en
relieve la información que en el mundo hoy se está dando sobre la
peligrosidad de la marihuana”.
Los defensores de la propuesta, sin embargo, creen que lo único que
ha quedado claro hasta ahora es que tras varias décadas de prohibición
de las drogas y lucha contra el narcotráfico, el consumo y el tráfico no
ha hecho más que crecer y corromper las bases morales de la sociedad.
“Mujica lee y estudia mucho”, aclara el diputado del Frente Amplio,
Sebastián Sabini. Si bien para algunos puede parecer campechano, la
verdad es que es un gran promovedor de debates. Y sabe escuchar. A otros
les pues gustar más el estilo Felipe II o Luis XIV, alguien que marca
el camino y al que todos siguen sin discusión. Bueno… son estilos”.
El proyecto debería convertirse en ley antes de que Mujica entregue
su banda presidencial en 2015. “Seguramente habrá un ritmo más rápido a
la hora de aprobar todo lo relacionado con el auto cultivo. Y habrá otro
ritmo, a medio plazo, para atender el tema a la regulación por parte
del Estado”, explica el diputado Sabini.
“El narco reaccionará como cualquier empresa. Buscará competir con la marihuana del Gobierno”, dice un economista
El economista Carlos Casacuberta ha estudiado el panorama que puede
avecinarse: “Los narcos reaccionarán como cualquier empresa. Buscarán
competir con la marihuana del Gobierno, encontrar su nicho. Habrá dos
modelos de marihuana: la ilegal y la legal. Al final del día, ¿qué nos
habrá permitido el nuevo sistema? ¿Debilitar, arrinconar o expulsar del
mercado al narcotráfico? No. Ya existen las otras drogas y también una
porción importante del mercado de marihuana quedará en sus manos. ¿Se
habrá ahorrado en represión? Parece que no. ¿Habrá menos violencia? No
parece claro que los episodios de violencia estén particularmente
vinculados con la marihuana. Al sustraer parte de la marihuana de la
órbita del narcotráfico, ¿disminuirá el consumo de otras drogas? La
experiencia holandesa de "separar los mercados" [de la marihuana y el de
las drogas duras] nunca encontró evidencia demasiado concluyente”.
Entonces, ¿cuáles serían las ventajas de aprobar el proyecto? “Se
integraría el consumo de marihuana como una actividad legitimada
socialmente” y se evitaría a los consumidores “el costo psíquico”,
asociado a la ilegalidad. No obstante, Casacuberta cree que en el futuro
se reconocerán lo daños que provoca la marihuana en la salud, discusión
que “no se ha procesado en la dimensión que merece”.
El profesor de psicología social Juan Fernández Romar, quien fue uno
de los profesionales consultados por el Gobierno, reconoce que será muy
complejo “instrumentar” el proyecto, hacerlo realidad. Pero cree que el
debate ya está mereciendo la pena y ya ha ayudado para aportar más
información a la sociedad. “Esto forma parte del conjunto de leyes, como
la despenalización del aborto [promulgada este mes] o la del matrimonio
igualitario [pendiente de aprobación], que me hace sentir orgulloso del
país donde vivo. Aunque tan solo sea por poner sobre la mesa este
problema tan complejo”.
“¿Qué pasará?”, se pregunta Guillermo Garat en su libro. “No se sabe,
esta historia no tiene final. Lo único más o menos claro es lo que ya
pasó, lo más interesante es lo que vendrá y las respuestas que teja la
sociedad, a menos que se dé por vencida”.