De los 5 goles de Riazor a los 5 goles de Vallecas. El Barcelona
prosigue su jubiloso caminar en este inicio liguero. Las señas de
identidad del pasado en el que cada partido se convertía en un rondo
están cambiando con Tito Vilanova. Menos posesión, extremos muy
abiertos, mucha más rapidez y, sobre todo, contundencia. Solo así se
explica que el Rayo se fuera al descanso discutiendo la posesión a su
rival y al final acabara recibiendo una manita. Messi volvió a ejercer
de tirano con un doblete marca de la casa al son de un estelar Cesc. Narración.
Y tiene mérito este Barça. Tiene mérito Tito. Porque otra vez la defensa fue de circunstancias. Con Mascherano sancionado, el técnico culé apostó por retrasar a Busquets
al centro de la zaga junto con Adriano. Fue Song el que hizo las veces
de Busquets y ahí sí es donde muestra el nivel que tuvo en el Arsenal.
Por su parte, en las bandas estaban los dos 'fórmulas uno'. Alves ya
había vuelto a la convocatoria pero fue Montoya el que fue de la partida. Su actuación ha vuelto a poner de manifiesto que quizá deba ser él dueño del lateral derecho. Hoy por hoy, es bastante mejor que el brasileño.
Villa, titular y gol
Y tiene el mérito el Barcelona porque no es fácil ganar en Vallecas.
Nada fácil aunque el resultado fuera abultado. Es de agradecer que un
equipo débil en muchas facetas del juego no renuncie a las ideas que Paco Jémez
le inculca desde el banquillo. Nada de aumentar la línea de defensas ni
'poner el autobús'. Ya avisó su entrenador que se le caería la cara de
vergüenza de hacer eso. Sus jugadores salieron a morder al Barça y en
los primeros diez minutos atrincheró al líder en su área.
Le costó al Barça quitarse de encima ese dominio. De hecho, le costó casi toda la primera parte. A ello ayudó el gol de Villa.
El asturiano pide a gritos ser titular en el Barça de Tito y lo cierto
es que ya muestra cualidades que le convirtieron en un delantero de
referencia mundial. Definió a la perfección un sensacional pase de Fabregas. Es posible que todavía no esté para jugar los 90 minutos al máximo nivel pero su protagonismo va 'in crescendo'.
Un gol que partió de los pies del '4'. Cesc volvió a jugar un partido
exquisito. Capaz de dar el último pase como capaz de desbaratar
ocasiones de peligro. Es capaz de dar el último pase, es capaz de
desbaratar ocasiones de gol y es capaz de hacer goles. Es capaz de todo.
Tuvo premio en la segunda parte con el cuarto gol de su equipo. Centro
medido de Montoya y remate perfecto del ex del Arsenal. Partido redondo.
Ciclón tras el descanso
Antes de ese gol, el Barcelona ya había destrozado el partido. Tras el descanso había aparecido el de siempre. Messi culminó
un carrerón de Montoya con un latigazo a la escuadra haciendo gala de
esa habilidad que le permite colocar el balón donde no puede llegar un
portero. El 0-2 hizo que Paco Jémez, muy valiente, asumiera todos los
riesgos del mundo y sustituyese a un lateral izquierdo por un delantero
centro. No le quedaba otra al bravo conjunto rayista pero esa valentía
es, al mismo tiempo, sinónimo de autodestrucción. Por cierto, el técnico
canario acabó siendo expulsado.
Los que antes eran pequeñas grietas se convirtieron en huecos enormes con estiletes como Alexis o Pedro.
El canario fue capital en los dos primeros goles con robos de balón y
pase al compañero mientras era zarandeado por rivales. Fuerza bruta. En
la otra banda, Jordi Alba también ofrecía su ritual de
arrancadas y, en una de ellas, llegaría el tercer gol. Pase al centro
del área donde esperaba el 'Príncipe de Asturias' para impactar con la
derecha. Gol número 50 en Primera División de Xavi para finiquitar el choque.
Al minuto de que el de Terrassa hiciese el tercero, llegó el citado
gol de Fabregas. Hubo tiempo para que Messi agrandase la brecha. Tras un
error del Rayo en un saque de banda propio, el balón cayó a los pies de
Messi que hizo el resto. Quiebro fabuloso a Rubén para marcar a puerta
vacía. Decimotercer gol del argentino en nueve partidos de campeonato
para cerrar un triunfo que iguala al Barcelona de la temporada 97-98 como el mejor arranque de la historia. Y lo dicho, con Tito en el banquillo.
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