Le Monde Diplomatique
“El castrocomunismo penetró Venezuela”, “Chávez expropió fincas a 500 empresarios españoles”i
. “Sería deseable que el extremismo de Chávez hubiera dejado a la
mayoría de los venezolanos agotados y deseando volver a la normalidad”.ii “Chávez agitó el odio entre las clases sociales en su afán de equilibrar las diferencias entre la mayoría pobre y la élite”.iii
Prácticamente
todo el arco de los grandes medios de comunicación españoles de ámbito
estatal ofreció una cobertura sobre la muerte de Chávez similar. En
sintonía con la política de acoso y derribo que los grandes medios de
comunicación privados de Venezuela lanzaron contra él desde su llegada
al poder y que alcanzó su máxima expresión en las semanas previas al
golpe de Estado de 2002, los medios españoles practicaron una intensa
guerra mediática contra el presidente venezolano.
Lo hicieron así
en vida y lo siguieron haciendo el propio 5 de marzo, tras su
fallecimiento. Las informaciones, editoriales, columnas de opinión y
blogs de unos y otros, parecían disputarse el récord al mayor insulto y
descalificación contra el líder bolivariano, el récord a la mejor
historia inventada sobre su paradero, a la mejor y más morbosa foto
falsaiv que jamás se le hubiera hecho.
Términos
como “dictador”, “caudillo populista”, “régimen despótico”, “líder
mesiánico”, “golpista” y similares, fueron utilizados
indiferenciadamente tras la muerte de Chávez desde La Gaceta y todo el ultraderechista Grupo Intereconomía, pasando por La Razón, ABC, El Mundo hasta El País y demás medios del Grupo Prisa y una larga lista de otros igualmente serios y democráticos.
El
acoso mediático alcanzó cotas que hicieron recordar la campaña que
desataron en el Chile de Salvador Allende poderosos grupos mediáticos, y
que jugarían un papel tan significativo en la preparación y éxito del
golpe de Pinochet de 1973.
Ninguno de los medios españoles se privó de rescatar un lenguaje propio del mismísimo Bush junior en
plena cruzada contra el terror y hasta de la Guerra Fría. “Como
descubrieron las izquierdas europeas en su momento, la tan denostada
democracia liberal concede a los partidos de izquierdas una ventaja
estratégica nada desdeñable pues siempre que los pobres sean más
numerosos que los ricos, los votos podrán llevarles al poder más rápido
que las piedras o las balas”, nos decía el agudísimo Torreblanca en El País.v
“Las lágrimas del líder del eje del mal”, titulaba por su parte con sorna La Razón una
nota sobre el abrazo del presidente iraní con la madre de Chávez.
Curiosamente, en el pie de foto, llamaba a Ahmadineyad “presidente” y a
Chávez “dictador venezolano”.
Los grandes grupos mediáticos se
volvieron a situar de esta forma en la avanzadilla española del
hostigamiento al proceso bolivariano, a todo lo que representa Hugo
Chávez, al peligroso ejemplo que supone para Latinoamérica. Ya lo
habían hecho ante el golpe de Estado contra él de 2002; o apoyando en
2007 el violento “¿por qué no te callas?”vi del rey borbón nombrado por Francovii y en toda ocasión en que hubo alguna fricción entre España y Venezuela.
Así, si El Mundo dedicaba a fines de 2007 su suplemento El enemigo del año a
Hugo Chávez, con su portadilla ilustrada a toda página con una
caricatura con su rostro y cuerpo de gorila –ya en ese mismo diario
Federico Jiménez los Santos lo había llamado “Gorila Rojo” y Gabriel
Albiac “chimpancé”-, desde las páginas de El País Moisés Naim daba y sigue dando lecciones de democracia, transparencia y justicia social.
Y Naim fue nada menos que ministro de economía de Carlos Andrés Pérez cuando se produjo en 1989 el caracazo, el
gran levantamiento popular contra los planes de ajuste dictados por el
FMI que impuso ni bien llegar al poder, y cuya represión provocó cientos
de muertos.
Los medios se han convertido de hecho en un grupo de
choque, que utiliza su poderosa fuerza e influencia no solo para
defender sus propios intereses empresariales –grupos como Prisa, Planeta
o el Grupo Godó controlan numerosos medios y editoriales en
Latinoamérica-, sino también para defender a ultranza los intereses de
las multinacionales y del Estado español.
Esos medios dependen
enormemente de dichas transnacionales. En muchos casos, las grandes
empresas y bancos que operan en Latinoamérica son accionistas directos
–o prestamistas en el caso de la banca- de los mismos periódicos,
revistas, radios o canales de televisión que salen en su defensa
arremetiendo contra cualquier gobierno que ose nacionalizar sus fuentes
de energía y empresas estratégicas, cambiando las reglas de juego y
afectando sus intereses.
Las empresas y bancos ejercen igualmente
su poderosa influencia en líneas editoriales y coberturas informativas
al ser los grandes anunciantes publicitarios de estos, los que con sus
costosas campañas reportan buena parte de sus ingresos.
Y en
años de crisis tan profunda como la que atraviesa España y el resto de
Europa, los miles de millones de euros obtenidos por las inversiones
españolas en una región en crecimiento como América Latina y el Caribe
han pasado a ser claves para el conjunto de la economía española.
La defensa de esos intereses se ha convertido en cuestión de interés nacional en España, tanto
como lo son en EEUU intereses de las multinacionales estadounidenses
que republicanos y demócratas defienden por igual, aunque para ello haya
que provocar guerras.
Si para defender esos intereses hay que
mentir se miente. Y una mentira repetida tantas veces al unísono por
tantos medios se convierte en verdad para miles y miles de personas, un
principio esencial del pensamiento único. Y así ese coro mediático logra
a diario infundir entre la ciudadanía un sentimiento de supuesta
defensa de “lo nacional” frente a los “ataques” y “arbitrariedades” de
“regímenes populistas”.
Mientras se demonizaba a Chávez, Morales,
Correa, Kirchner, Zelaya, Castro y hasta a Lula -por apoyar a Zelaya y
negarse a aislar al régimen iraní-, en España se loaba y otorgaban
premios a Uribe, el presidente que dejó como legado las tumbas de
desaparecidos mayores del continente y a cerca de 100 de los
parlamentarios de su partido procesados por corrupción, connivencia con
el narcotráfico y los paramilitares de ultraderecha.
Y no es
casual. Colombia es un buen ejemplo. El Grupo Planeta compró en 2007 la
Casa Editorial del Tiempo, cerró su semanario progresista Cambio a pesar de dar beneficios, y potenció y radicalizó el diario derechista El Tiempo, el
de mayor tirada en el país, que se convirtió en una pieza clave del
uribismo. El representante de Planeta para América Latina, Francisco
Solé, contó con un intermediario clave para obtener todos los parabienes
del Gobierno Uribe: su amigo José Obdulio Gaviria, abogado, familiar y
asesor del presidente en ese momento. Gaviria es primo hermano del capo de las drogas Pablo Escobar y familiar de otro importante narcotraficante, Fabio Ochoa, ambos muertos.
Y
Planeta se reacomodó fácilmente también al nuevo presidente, a Juan
Manuel Santos, ex ministro de Defensa de Uribe y artífice de la guerra
sucia. No en vano la familia Santos es copropietaria de El Tiempo.
El Grupo Prisa, por su parte, se hizo en 2004 con el control de Radio Caracol –con
nueve millones de oyentes- y un año más tarde Uribe otorgaba a Jesús de
Polanco la Orden Nacional al Mérito. Prisa pondría también luego la
alfombra roja a Santos en Madrid, organizándole un gran foro con
representantes de muchas de las 139 empresas españolas asentadas en
Colombia.
Siguiendo la misma fórmula practicada con Ollanta Humalaviii y otros presidentes, Prisa completó sus negocios con Santos publicándole una amplísima entrevista en El País hecha
por propio presidente de este diario, Juan Luis Cebrián y editó un
suplemento de promoción turística y estímulo a la inversión en Colombia,
en sus páginas salmón. Información, promoción y publicidad en el mismo
paquete.
Mientras los medios juegan ese papel, el Gobierno, los
principales partidos políticos y los máximos dirigentes de las
multinacionales españolas cuidan ahora las formas. Ante la muerte de
Chávez la mayoría de ellos optó por la mesura, eran conscientes de lo
mucho que está en juego. A pesar que Rajoy tanto criticó desde la
oposición a Rajoy por “sus exóticos amigos”, desde que llegó al poder se
preocupó de no irritar excesivamente a estos.
El Rey se limitó a
resaltar el “empeño y dedicación” de Chávez por su país y por
Latinoamérica; Mariano Rajoy dijo en su pésame que desaparecía “una de
las figuras más influyentes de la historia contemporánea de Venezuela” y
el ministro de Exteriores, García Margallo, que era “un personaje
singular”.
Los representantes de las 120 empresas españolas que
operan en Venezuela se asesoran desde el pasado 5 de marzo más que nunca
sobre los entretelones de la política venezolana, sobre las posturas de
Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y otros dirigentes del PSUV y de las
fuerzas armadas. Saben que no pueden contar con la “vuelta a la
normalidad”, que la variopinta coalición de oposición de la Mesa de
Unidad (MUD) no tiene otro proyecto que no sea la vuelta al “orden
establecido” y que por ello volverá a perder inexorablemente las
elecciones este 14 de abril.
Las alarmas se dispararon semanas atrás, cuando el gobierno del presidente encargado, Nicolás Maduro, decidió sancionar a Zara con
un cierre de sus nueve tiendas por 72 horas y 85.000 euros de multa,
tras denunciar los precios abusivos que aplicó recientemente, para
paliar, según la justificación de la empresa, los efectos de la
devaluación del bolívar. No es la primera vez que las multinacionales
españolas protestan ante la disminución en sus beneficios provocados por
devaluaciones de la moneda venezolana, especialmente las empresas de
servicios, que acumulan capital en bolívares.
El hecho que esta
medida se haya adoptado estando Maduro al frente del gobierno preocupa
al capital español, temiendo un endurecimiento en las reglas de juego.
El
otro gran litigio que han mantenido las multinacionales españolas con
el gobierno de Venezuela ha sido a partir de las limitaciones impuestas
para repatriar sus beneficios. “Ni Uribe, ni Calderón ni Piñera nos han
hecho estas cosas”, parecieran decir.
Telefónica calculaba que
perdería por esta razón 630 millones de euros. El BBVA, que mantiene
desde hace tiempo una queja similar, ha sido advertido por el gobierno
de Caracas del riesgo de que se nacionalice su filial en Venezuela -el
Banco Provincial, que le reporta a la casa matriz la cuarta parte de sus
ganancias en la región- si persiste en su política de no dar créditos
agrícolas más que en cuentagotas.
En 2008 el Banco Santander
terminó vendiendo sus activos al Gobierno ante el veto de este a su
intento de venderlo a otro inversor privado.
Pero el hecho que
seguramente más preocupa a España y a estos empresarios es que a partir
del 25 de julio próximo se formalizará la separación de Venezuela del
CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a
Inversiones), organismo del Banco Mundial mediador en conflictos entre
gobiernos y empresas extranjeras, estableciendo indemnizaciones para
estas en casos de sufrir nacionalizaciones o alteraciones importantes en
sus contratos.
Chávez prometió ya en 1999 denunciar el tratado
de Venezuela con el CIADI, recordando que de los 234 litigios en los que
este participó, dio la razón 232 veces al capital transnacional. Si
bien Venezuela mantiene abiertos conflictos con varias empresas
extranjeras, especialmente con petroleras estadounidenses a las que
nacionalizó en 2007, las multinacionales españolas se han visto menos
afectadas por las nacionalizaciones en este país que las que
experimentaron en la Bolivia de Evo Morales o la Argentina de los
Kirchner.
En 2011 las inversiones españolas directas en
Venezuela superaban los 100 millones de euros, los beneficios obtenidos
seguían siendo suculentos y el intercambio importación-exportación entre
los dos países positivo en 906 millones de euros para España.
Pero mientras el Gobierno Rajoy y las empresas se mantienen expectantes
ante los resultados de los comicios de abril en Venezuela, los medios de
comunicación mantienen constante la presión. Se enorgullecen, sin duda,
de su poder para defenestrar presidentes elegidos democráticamente
elegidos por sus pueblos.