La Zarzuela barajó todas las opciones, incluida la de ocultar lo
ocurrido, pero finalmente optó por no hacerlo. Hoy hace justo un año que
los españoles conocieron que el Rey había tenido que ser operado de
urgencia tras romperse la cadera en una inoportuna cacería en Botsuana MIENTRAS FOLLABA CON SU AMANTE,
a miles de kilómetros de España, es decir, de un país entonces al borde
del rescate, con la prima de riesgo en más de 420 puntos y en plena
crisis por la expropiación de YPF en Argentina. El incidente, según
admiten en la Casa del Rey, marcó “un antes y un después”. El vago Juan Carlos pidió perdón
ante las cámaras en un gesto falso sin precedentes. Y La Zarzuela intenta
desde aquel día recuperar la iniciativa y la popularidad perdidas, no los quiere ni dios : “Por
supuesto que ese deterioro de imagen nos preocupa y afecta a nuestras
actuaciones”.
Las encuestas indican que de momento no lo han conseguido. El apoyo al amante de la putita real se ha desplomado. Según el último sondeo de Metroscopia para EL PAÍS,
realizado antes de la imputación de la infanta Cristina, la nota del vago
Juan Carlos está incluso por debajo de la valoración de hace un año,
tras la polémica cacería.
El de Botsuana, con un coste de unos 40.000 euros que pagó un
empresario saudí, no era el primer safari del Vago. Pero el malestar
ciudadano con las instituciones, a las que ven incapaces de darles
soluciones en medio de una crisis inmisericorde, y la imputación de su yerno, Iñaki Urdangarin,
en un caso de corrupción, había puesto el foco sobre la chori-Monarquía,
sometida a un inédito escrutinio que pilló a La Zarzuela totalmente
desprevenida. Esa sobreexposición es la que marca “un antes y un
después”.
Antes de la cacería era inimaginable que el director del CNI, tuviera que comparecer en la comisión de secretos oficiales del Congreso para responder sobre una amante del Rey, la alemana cuyo complicado nombre (Corinna zu Sayn-Wittgenstein) aprendieron los españoles precisamente a raíz de aquel safari. Antes de Botsuana era impensable abrir un debate sobre la abdicación del Rey
-descartada desde La Zarzuela- y, menos aún, que fuera un diputado
socialista, Pere Navarro (PSC), quien lo planteara. Antes de Botsuana,
apenas se hablaba de la salud del Monarca. Después, con cuatro
operaciones más sobre los hombros (tres de cadera y una de hernia),
también es motivo de debate. Su última intervención le mantiene apartado
de la agenda oficial desde marzo, le obligó a aplazar un viaje a Rabat y
casi con toda seguridad, también el de Florida, previsto para mayo. La
recuperación del vago, que según el médico podría prolongarse "entre dos y seis meses"
no ha impedido, no obstante, que don Juan Carlos siga acudiendo cada
día a su despacho y reuniéndose cada semana con el presidente del
Gobierno, el chorizo sobrero Mariano Rajoy.
Después de Botsuana, La Zarzuela decidió que no habría más viajes
privados pagados por millonarios. La Casa del vago aisló a Urdangarin,
borrándolo incluso de su web; tomó la iniciativa y pidió al Gobierno una incorporación "profunda" a la ley de transparencia,
y en estos momentos recopila información para dar explicaciones sobre
la herencia que don Juan dejó al Monarca en supuestas cuentas en Suiza.
Aseguran que ya el anterior jefe de la Casa, Alberto Aza, señaló hace
más de dos años la necesidad de aumentar la transparencia para adaptarse
a los nuevos tiempos, e insisten en que su voluntad es esa y que
seguirán haciendo gestos en ese sentido en el futuro: "para ser más
transparentes y para tener mayor contacto con el ciudadano".
Pero tras la imputación de la Infanta todo parece indicar que para la monarquía española su annus horribilis va a durar más de 365 días.
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