En estos días posteriores a la catástrofe natural y nuclear que afecta a Japón, hay una figura, la de los 'liquidadores', que se ha convertido en foco de atención de medios y lectores.
Estos trabajadores arriesgan sus vidas para limpiar la zona de Fukushima de residuos radiactivos que ponen en peligro la de los demás. No obstante, según refleja el diario británico 'The Guardian', la historia de estos liquidadores no es tan romántica como parece.
Shingo Kanno es uno de esos 'samurais nucleares', como les han bautizado algunos medios de comunicación. Para el mundo que no lo conoce, Kanno es un héroe desinteresado que trata de salvar a su país de un 'holocausto nuclear'. Para su familia, es un padre que se juega el tipo para ganar algo de dinero extra haciendo trabajos no cualificados en Fukushima.
El tío abuelo de este 'héroe nuclear' muestra sus reparos ante esta supuesta hazaña. "La gente únicamente ensalza el lado épico de sus perfiles, porque están sacrificando sus vidas para tratar de arreglar la fuga, pero la gente como Shingo es 'amateur'... realmente no sé en qué pueden ayudar. Los que solucionen este tema no deberían ser personas como él", explica Masao Kanno.
Masao es uno de los 500 individuos que se ha refugiado en el polideportivo de Yonezawa. La mayoría de los evacuados residían a 19 millas de la planta de Fukushima, un enorme edificio en el que apenas reparaban de camino a la escuela o a sus trabajos y que ahora gobierna sus vidas.
Labores de construcción
Shingo Kanno era un obrero que se dedicaba a labores de construcción en la planta nuclear hasta que fue liberado de sus funciones en Fukushima tan pronto como se declaró la alerta nuclear. A medida que ésta se extendía y el Gobierno japonés ampliaba la zona de evacuación, se vio obligado a trasladarse con su mujer, su hija y sus suegros a un lugar más seguro.
También ayudó a evacuar a su familia de la localidad de Minamisoma, dentro de la zona de exclusión de 30 kilómetros cuadrados alrededor de la central. En ese momento, fue cuando recibió la llamada para participar como liquidador en la planta nuclear.
Toda su familia intentó convencerle para que rechazara la petición y trataban de hacerle entender que él era poco más que un campesino, no un ingeniero nuclear, y que carece de las habilidades y los conocimientos necesarios para manejar una crisis de semejante envergadura. Apelaron a sus responsabilidades hacia su mujer, sus padres y su hija, pero Shingo regresó a la central y sus parientes no tienen noticias de él desde entonces.
A lo largo de este tiempo, la leyenda de los 'samurais nucleares' no ha parado de crecer. La televisión japonesa emitió una entrevista a uno de los trabajadores de Fukushima que, con el rostro oculto describía las sirenas, las explosiones, el agua de la piscina de residuos atómicos... en el momento de la catástrofe y que también narró sus propias emociones.
"Me siento mal por los que están en la planta; pero había que salir de allí", explica el empleado. Este reportaje ha encendido los ánimos de los refugiados en los polideportivos. "Les han lavado el cerebro", apostilla Keiichi Yamamoto, "los japoneses están entrenados para enfocar su vida al buen funcionamiento de las empresas y sus compañías acaban teniendo prioridad sobre sus propias vidas", resume.
Un inspector afirma que jamás contemplaron la opción de que hubiera un desastre nuclear de tal magnitud
A raíz del accidente de Fukushima, son muchos habitantes de la zona los que se están planteando su relación con la planta nuclear antes de regresar a sus casas cuando todo haya pasado.
Algunos incluso se cuestionan si son culpables del desastre. Yoshizo Endo se trasladó a vivir a las inmediaciones de la planta en 1970, cuando entró a formar parte de la plantilla de la recién inaugurada planta nuclear de Fukushima.
Durante más de 20 años fue inspector de las instalaciones, sometidas a ejercicios regulares para comprobar la seguridad en caso de incendio, terremoto... pero jamás contemplaron la posibilidad de que hubiera un desastre nuclear de semejante magnitud. "Ahora es fácil decir que deberíamos haber pensado en ello", se justifica.
Su mujer dice sin tapujos que toda esta crisis se le hace cada vez más cuesta arriba. Durante años, su marido llevó a cabo un buen trabajo en la planta y que gracias a ello ahora tienen una pensión que les permite vivir cómodamente. "Me siento culpable", afirma.
Endo también fue llamado para trabajar en uno de los equipos como liquidador, igual que Kanno, pero "realmente no puedo hacer nada en esta clase de situaciones; lo único que sé hacer es sostener un termómetro", concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario