David Rinaldi creció con la vista de las dos "jorobas" de los reactores nucleares desde su ventana. Su casa, la misma en la que ha vivido desde 1972, está a tan sólo 800 metros de la central nuclear de Indian Point.
"Pero la central siempre ha sido una buena vecina; nunca nos han dado problemas. A mí, que trabajaba de bombero, jamás me han detectado más radiaciones de lo normal. Aquí estamos satisfechos y no queremos que la cierren. Gracias a ella, ahorramos con la factura de la luz y no nos falta empleo. Pregunta en el pueblo, pregunta".
En el pueblo, Buchanan, viven apenas dos mil almas y casi nadie cuestiona la central nuclear, ni siquiera tras la tragedia de Fukushima. La vida discurre apaciblemente aquí, a orillas de río Hudson y a menos de 50 kilómetros de Nueva York, que puede divisarse a lo lejos desde la cercana Bear Mountain.
Y aun así, Indian Point está considerada como la central más "peligrosa" de Estados Unidos, de acuerdo con la última evaluación del Consejo Regulatorio Nuclear (CRN). Uno de sus dos reactores operativos está construido sobre una falla geológica. La central figura en la "lista negra" por incidentes de seguridad en los últimos 12 meses. Y más de 10 millones de personas viven en una área de 50 kilómetros a la redonda.
"La proximidad de esta central a Nueva York no es un riesgo asumible", ha declarado esta misma semana el gobernador Mario Cuomo, en el momento de anunciar que pedirá el cierre de los reactores en el 2013 y en el 2015 (cuando expira la licencia de funcionamiento al cabo de 40 años de su puesta en marcha).
"Indian Point es una auténtica bomba de relojería", afirma por su parte el geólogo de la Universidad de Hofstra Charles Merguerian. "El peor caso posible es sin duda una movimiento de la falla de Ramapo, que pasa por debajo del reactor número 3".
Un estudio del observatorio terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia calificó en el 2008 la falla de Ramapo –de Connecticut hasta el valle del Hudson- como "zona de actividad sísmica". En 1985 se produjo un temblor de 4,1 en la escala Richter. La compañía Entergy asegura sin embargo que la planta ha sido construida para soportar temblores de 6,1 y que aun así el riesgo es "extremadamente bajo".
"Cuando nos tenga que llegar el momento nos llegará", se encoge de hombros el puertorriqueño John Bracero, 52 años, media vida pescando en las inmediaciones de la central nuclear. "Tengo mi bote y todo, y a veces remonto el río, pero me gusta venir aquí a pescar pargos, que suben por el estuario. Estoy habituado a ver y a vivir con la central. Para mí forma ya parte del paisaje".
En el 2007, la CRN multó con 130.000 dólares a Indian Point por no cumplir con el plan de emergencia de 150 sirenas en un radio de 16 kilómetros. Aunque la auténtica alarma se desató en el 2001, a raíz de los atentados del 11-S, cuando quedó en evidencia la vulnerabilidad de la central ante una ataque terrorista que habría puesto en peligro la vida de cientos de miles de personas.
"Chernobyl en el Hudson" da título a un informe elaborado entonces por el físico Edwin S. Lyman, miembro de la Unión de Científicos Preocupados (UCS, por sus siglas en inglés), ahondando en los riesgos de un atentado terrorista.
Lyman concluyó que en el peor de los escenarios la "zona de peligro" sería de 90 kilómetros a la redonda y afectaría toda el área metropolitana de Nueva York y Nueva Jersey.
"La Comisión Nuclear y Entergy no han creído sin embargo necesario ampliar sus planes de emergencia más allá de las 16 millas", asegura Lyman. "La población de Nueva York está totalmente desprotegida en el caso de un accidente".
La Coalición de Indian Point para una Energía Segura (IPSEC) y la asociación Riverkeeper, velando por todo la integridad del anchuroso río Hudson (la columna vertebral del estado de Nueva York), han redoblado sin embargo su campaña por el cierre de la central tras el desastre de Fukushima.
"Cuando algo así ocurre, es lógico preguntarse: ¿Puede pasar aquí?", advierte Paul Gallay, al frente de Riverkeeper. "Y cuando tenemos en cuenta la imposibilidad de evacuar a toda la población, admitida incluso por las autoridades federales, hay una cosa segura: esta central de 40 años no debería tener un futuro".
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