No es un trastorno mental; ni siquiera es un término aceptado en los manuales de psiquiatría. Es, sencillamente, un estado de ánimo que embarga a muchos padres y les lleva a experimentar una angustia injustificada por el estado de salud de sus hijos. Su nombre: fiebrefobia. Síntomas: la necesidad de acudir inmediatamente a Urgencias o al pediatra ante la menor elevación de la temperatura corporal de un niño y la administración innecesaria de medicación. Tratamiento: tranquilidad, un poco de sentido común y, sobre todo, mucha información. Los progenitores siguen dando crédito a los mitos en torno a la fiebre.
Los pediatras confirman que la fiebrefobia, que no es un fenómeno nuevo, afecta a numerosos padres y más en esta época del año, en la que la gripe, los resfriados y las neumonías están a la orden del día. Otro fracaso de la era de la información. José Cristóbal Buñuel, coautor del blog 'Pediatría basada en pruebas', resume el mensaje que no acaba de calar en las mentes de los progenitores, sobre todo si son primerizos: "La fiebre no es una enfermedad, sino un síntoma que, además, es útil para combatir las infecciones". Santiago García-Tornel, responsable del blog 'Reflexiones de un pediatra curtido', corrobora que se trata de "un mecanismo de autoesterilización" frente a los gérmenes, es decir, sirve para destruirlos.
Cuando se eleva la temperatura corporal de un menor, lo habitual es pensar que ocurre algo malo. En absoluto. Algunas infecciones graves cursan con fiebre muy baja, mientras que otras mucho más leves pueden poner el termómetro al rojo vivo. Amalia Arce, artífice del 'Diario de una mamá pediatra', recalca que lo importante "son los otros síntomas y cómo se encuentra el niño". Si éste sigue jugando, los padres pueden estar más tranquilos que si se encuentra apagado.
Los recién nacidos constituyen una excepción. "Si se trata de un bebé menor de tres meses, siempre hay que acudir a urgencias cuando tiene fiebre", señala la doctora Arce. En la mayoría de los casos, no se trata de un problema grave, pero los neonatos son más vulnerables a las infecciones.
A medida que un bebé va cumpliendo meses, su organismo se va fortaleciendo. "A partir de los dos años, el sistema inmune está mucho más desarrollado", señala García-Tornel. Por eso, "no hace falta ser tan agresivo con el tratamiento", añade. Los especialistas coinciden en señalar que muchos padres –y algún que otro médico– tienen la mano demasiado larga al administrar antipiréticos a sus retoños. "La gente cree que se emplean para bajar la fiebre, pero en realidad son para que el niño se encuentre mejor", precisa el 'pediatra curtido'.
Tratamiento
¿Cuándo se debe recurrir al paracetamol o al ibuprofeno? "Cuando el niño esté muy decaído o cuando su estado general esté muy afectado", aclara el doctor Buñuel. En caso de duda, siempre será mejor consultar al pediatra antes de atiborrar al pequeño a fármacos.
Afortunadamente, "los antitérmicos tienen un perfil de seguridad muy amplio", indica Amalia Arce. "Pero yo siempre les digo a los padres que, si das más cantidad, a lo mejor consigues que desaparezca la fiebre, pero aumenta el riesgo de efectos secundarios", agrega. De hecho, estos medicamentos no son inocuos y hay pruebas sobradas de la toxicidad del paracetamol sobre el hígado. En todo caso, la mayoría de las intoxicaciones por estos productos no se debe a una sobredosificación, sino al consumo accidental. Son fármacos de uso común que, a veces, se encuentran demasiado accesibles. "Los niños los cogen y se toman un chupito porque tienen buen sabor", según la doctora Arce.
Mitos
El uso indiscriminado de antitérmicos está, por lo tanto, totalmente fuera de lugar si se tiene en cuenta que la fiebre se produce, en la inmensa mayoría de los casos, por procesos infecciosos banales que habitualmente se resuelven por sí solos. Pero la sensación de peligro sigue ahí y los pediatras tienen la importante labor de desmontar las creencias falsas en torno a la elevación de la temperatura.
Una de las ideas más extendidas es la de que la fiebre puede desencadenar ataques de tipo epiléptico. Según García-Tornel, "la propensión a las convulsiones febriles sólo se da en, aproximadamente, el 2% de los niños, y cuando se producen no quiere decir que vaya a causarles daño cerebral ni que sean epilépticos".
Lo cierto es que el cerebro no corre peligro casi nunca. "Salvo con temperaturas por encima de los 42 º C, que son rarísimas, no hay riesgo", puntualiza Arce.
Otra creencia incorrecta es la de que si no somos capaces de bajar la fiebre es porque se trata de una enfermedad muy grave. Finalmente, hay que desterrar el uso sistemático de antibióticos. Éstos sólo actúan frente a las bacterias y la mayoría de las infecciones que provocan fiebre es por virus.
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