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viernes, 30 de abril de 2010

La batalla entre Fini y Berlusconi hace rodar las primeras cabezas

La guerra intestina causada por la disidencia de Gianfranco Fini en el Pueblo de la Libertad (PDL)se cobró ayer la primera víctima política. El finiano Italo Bocchino, hasta ahora vicejefe del grupo parlamentario en la Cámara, dimitió de su cargo y acusó al presidente Silvio Berlusconi de haber iniciado "la purga" de los disidentes. "Berlusconi ha dado orden de cortarme la cabeza", declaró Bocchino. "Me llamó diciéndome que ajustaría cuentas conmigo y prohibiéndome ir a un programa de televisión. En un partido democrático esto no debería pasar. Se golpea la disidencia castigando a uno para educar a cien".

La dimisión reabrió de forma descarnada un conflicto que parecía haberse calmado en los últimos días, y que tiene su origen en la rebelión de Fini, escocido por el creciente poder de la Liga del Norte en la coalición de Gobierno, en el comité de dirección del PDL hace una semana. Según Bocchino, el PDL "se está convirtiendo en el partido del miedo y ha dejado de ser el partido del amor".

Fini ha reiterado estos días que no piensa abandonar su cargo de presidente de la Cámara y que seguirá manifestando sus ideas dentro del partido. Pero la realidad parece menos agradable. El miércoles, Il Giornale (propiedad de la familia Berlusconi) atacó a la suegra de Fini por haber vendido a la RAI un programa de televisión a cambio de 1,5 millones de euros. La solidaridad expresada por Berlusconi contra el "ataque personal" sonó a hueco. Luego, en una cena con los senadores del grupo, el primer ministro confesó a los suyos: "Fini me ha traicionado desde un punto de vista humano".

Toda la clase política italiana parece fantasear con una salida de Fini que desemboque en nuevas alianzas. Los líderes del centro-izquierda Pierluigi Bersani y Massimo D'Alema (Partido Democrático) y Antonio di Pietro (Italia de los Valores) enviaron ayer cantos de sirena a Fini animándole a ser "coherente" y recordándole que Berlusconi "no quiere diálogo, sino monólogo, y no hará las reformas que el país necesita".

El último quebradero de cabeza para el jefe de Gobierno es su ministro de Desarrollo Económico, Claudio Scajola, implicado en el escándalo de corrupción que gira en torno a Protección Civil y las contratas para el G-8. La policía y los jueces de Perugia han demostrado con pruebas y testimonios que Scajola recibió 900.000 euros en 2004 del constructor Diego Anemone, hoy encarcelado como máximo beneficiario y corruptor de los altos funcionarios que adjudicaban los contratos. Anemone dio a Scajola ese dinero para que pagara una parte del lujoso piso donde vive desde entonces, valorado en 1,7 millones de euros y con vistas a los Foros Imperiales. Scajola entregó 80 cheques, firmados por un arquitecto colaborador del constructor, por un valor total de 900.000 euros a los propietarios del piso.


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