Abatido el Madrid, al Barcelona le ha dado por gollerías, por mostrar su perfil más artístico, la mejor manera de responder a la presión . Actuaron ayer los azulgrana de forma muy fina y académica, exquisita, siempre atrevida, sorprendente si se tiene en cuenta que se están jugando la Liga y se supone que en tales circunstancias pesa la presión. Hasta los goles resultaron estéticamente impecables, sobre todo el de Bojan y después el de Pedro, un delantero que se supera a cada jornada. Anoche metió un gol desde casi medio campo con un toque prodigioso: le dio de primera, sin parar, a un balón fuerte rechazado por Aranzubia. La comba que describió la pelota hasta besar la red resultó tan poética como la propia historia del humilde delantero canario.
Los goles fueron preciosos, se contaron acciones excelentes y la noche resultó estupenda. Hay que tener mucho temple para jugar de forma tan serena y exacta, divertida y destensada, como lo hizo ayer el Barcelona en una jornada valle, a la salida del clásico y camino del derby, momento en que se supone conviene economizar esfuerzos más que imponer una velocidad física y mental que fue imposible para un desalmado Deportivo. Las alineaciones han dejado de ser noticia mientras estén Xavi, Messi y Pedro, tres futbolistas en un momento de forma excelente.
Al calor de una hinchada muy militante en una jornada laborable, el Barça alcanzó pronto el área de Aranzubia. Atacaban los azulgrana con un pelotón de delanteros ligero, dinámico y ortodoxo: Pedro y Jeffren abrían muy bien el campo mientras Messi se situaba por detrás de Bojan y Xavi manejaba la sala de máquinas con un ojo clínico prodigioso. Las salidas de Piqué y las llegadas de Alves y Maxwell, acabaron por desestabilizar a la zaga del Deportivo, un equipo melancólico, desbravado, entregado a su portero. Imposible defender a ocho barcelonistas.
Al cuarto de hora, Bojan ya había marcado un gol después de un buen control y un ajustado remate, el mejor punto y final al pase sensacional de Xavi. El volante se divierte más que nunca cuando le ponen un par de extremos y un delantero centro tan aplicados como Pedro, Jeffren y Bojan. Los atacantes barcelonistas eran balines y el juego interior y exterior del equipo desbordó a los deportivistas, redimidos por su portero y aliviados por la falta de puntería azulgrana. Al Barcelona sólo le faltó precisión para rematar el partido cuando lo tuvo en franquicia. Las ocasiones se sucedían y el fútbol pintaba tan bonito que a menudo parecía que el Barça jugaba a billar.
Messi y Alves incluso se montaron un partido por su cuenta, plagado de detalles técnicos, de lujosas combinaciones, de toques sublimes, de continuas paredes. Hubo un pase interior del argentino al que respondió el brasileño con un control con la cabeza y un remate de chilena que conmocionó a la afición hasta que la pelota dio en el travesaño. El refinamiento en ataque fue excesivo si se atiende a la escrupulosa tarea defensiva. Presionaron mucho y bien los barcelonistas, seguros y concentrados, verticales hasta llegar el área, momento en que se adornaron demasiado, como si dieran la victoria por descontada. Mal asunto porque incluso el mejor de los equipos está expuesto a un accidente, a un error, a una tontería, a una decisión.
Tuvo suerte por ejemplo el Barça de que el árbitro no pitara penalti de Jeffren a Lopo. Las pocas noticias del Deportivo se producían a la salida de los córners botados por los azulgrana, rebuscados y poco efectivos. El Barça recordó por momentos la mejor versión mostrada en Londres ante el Arsenal. El equipo se desplegó con una técnica tan depurada, con una multiplicación de pases y asociaciones tan artísticas, que el partido se convirtió en una exhibición. Únicamente sobraba la portería o faltaba un segundo gol para culminar la fiesta. Y el tanto llegó después de pasar un mal rato. El Barça perdió encanto y gas, no había manera de que volviera a encontrar el hilo del juego, como si su duende se hubiera quedado en el vestuario durante el descanso, y ahora compareciera un equipo sin fluidez, excesivo en la conducción.
La monotonía sólo se podía romper con una jugada eléctrica como la que armó Valdés: el portero sacó rápido y en largo para la carrera de Alves, Aranzubia despejó antes de la llegada del lateral y el balón salió en dirección al círculo central, y allí compareció Pedro para rematar a la red con un tiro excepcional. El golazo devolvió la fantasía al Barça y el partido recuperó el carácter lúdico del inicio. Los barcelonistas se adornaron hasta el final con un buen surtido de jugadas mientras la hinchada se acordaba de Iniesta, del Madrid y de Pedro. Una noche a pedir de boca.
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