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lunes, 22 de marzo de 2010

El mejor Messi que soñaron los tiempos


Tenía un flemón en la boca, así que queda la duda de lo que hubiera hecho con las muelas sanas. Messi dio en La Romareda la mayor exhibición de fútbol que recuerdan los tiempos recientes, en una segunda parte sublime, con tres goles y un penalti forzado. Una locura de regates del mejor futbolista del planeta, Maradona del siglo XXI, autor ya de 25 tantos en Liga, uno cada 78 minutos. Y el Barcelona, alejado de su mejor fútbol sin Puyol, Iniesta ni Xavi y con un Ibrahimovic nefasto, igualó de nuevo a puntos con el Madrid (2-4). [Narración y estadísticas]

Más allá de las cifras, quede constancia de las dos jugadas, quizá las mejores de este campeonato y de otros muchos. Primero recogió de espaldas y quedaban 45 metros por delante. Giró y se deshizo de Ander. Afrontó a Jarosik, la pelota pegadita a la zurda, y quebró hacia fuera, con fulgor de relámpago. Ya en el área, no pregunten cómo, esquivó a Contini, y cruzó a la red, que por eso fue gol.

Debió de ser en el minuto 65, aunque hay dudas de que para este tipo rijan las leyes del espacio-tiempo. Porque quizá corriera el minuto 92, con un amenazante 2-3 en el luminoso, cuando adelantó con la cabeza ante Ponzio, burló hacia dentro a Jarosik y a Contini no le quedó más remedio que echarle abajo, en penalti. A ver quién era el valiente en todo Aragón que se lo podía reprochar al central, cuando todos sabían que aquello iba a terminar en la red.

Así de implacable es la ley de Messi. Sólo se le puede frenar en falta y a veces ni eso. Bien que lo intentó Ponzio, a quien no se le conocen destrezas odontológicas, pero que bien pudo bajarle el flemón con algún golpe de karateca. Estas cosas no desquician al infalible Leo, duda hasta última hora por su dolencia, pero finalmente titular.

Sin Puyol, Xavi, Iniesta ni Henry

En caso de apremio, a Guardiola le basta con darle la camiseta y sacarle a jugar. Porque esta vez, Pep no puede felicitarse del fútbol de su equipo, que incluso se vio expuesto a un epílogo apretado con la postrera respuesta de Colunga. Con Henry, Iniesta y Puyol en el banquillo, el juego culé, en el mejor de los casos, no pasó de vulgar.

De poco le sirvió ponerse por delante con su segundo gol más rápido de toda la temporada (sólo superado por el de Ibrahimovic al Atlético), cortesia de Diogo, con un pésimo despeje en una zona crítica. Demasiado fácil para gente como Pedro o Messi, uno preciso en el centro y el otro letal en el cabezazo. Prematuro coscorrón para el Zaragoza, donde Contini regaló otra opción en el mismo sector del campo.

Hubo varias razones para que el Barcelona no afinara. Una de ellas el inédito trío Touré-Busquets-Keita, que recuerda más a una excavadora que a un violín. Y sobre todo, su escasa codicia para cerrar un triunfo cantado ante un rival de la zona baja. Un puntito acomplejado, tras el 0-1, al Zaragoza no le quedó otra alternativa que buscar en largo alguna carrera de Eliseu o Suazo. Incluso se acercó a soñar con el empate con una llegada por el centro del brasileño, taponada con urgencia por Alves.

Irredento Zaragoza, pésimo Zlatan

Corría entonces el minuto 19 y ahí las fuerzas comenzaron a equilibrase. El Zaragoza, con soldados aguerridos como Ponzio, discutió la hegemonía. Se vio expuesto a un cabezazo ligerísimamente desviado de Ibrahimovic, penúltimo perdón en la cuesta abajo del sueco. Pero también creyó en sus posibilidades gracias al depurado trazo de Ander Herrera. Con ese poquito y cierta intimidación a balón parado, se personó en campo rival. Eso sí, con nulas opciones ante Valdés.

Por eso, al Barça no le pareció del todo mal el trabajo del reloj. No encontraba la profundidad de Pedro y Messi suficiente tenía con esquivar a Ponzio. Tampoco prosperó mucho el Barça tras el descanso. Sólo una contra tras un córner, conducida por Pedro y desbaratada por Touré. Ya por entonces corría Lafita por la izquierda en sustitución de Edmilson. Ofensiva apuesta de Gay, que insistió poco después con Colunga. Comprensibles propósitos dado la minúscula desventaja.

Pero entonces, queda dicho, llegó Messi y barrió con todo. No importó que Ibrahimovic quedara en mal lugar al enviar al limbo un puñado de ocasiones. Enfadado con el mundo, protagonista de las burlas del público, el sueco ofreció síntomas más que preocupantes. Sólo acertó desde los 11 metros. Pero, también queda dicho, el penalti se lo hicieron a Messi.

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