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domingo, 24 de enero de 2010

Inquilinos fuera de control

Existe desconcierto. Llega tanto de los padres, de las autoridades municipales, policiales y judiciales, de inmobiliarias y comerciantes, de los expertos y de los propios jóvenes y adolescentes. "Todo el año enseñándonos sobre la ley de concubinato en Educación Ciudadana, ¿para qué? Tendrían que informarnos sobre nuestros derechos", dice un joven de 18 años que veranea en un balneario rochense con un grupo de amigos. La noche anterior, un policía ingresó a la casa que alquilaban y les dijo que estaban fuera de la ley, mientras hacían una "previa". "Si viene a `la casita` una chica de 17 años -nosotros no preguntamos la edad- y se toma una cerveza, ¿es culpa nuestra? ¿Podemos ir presos?," preguntan a la periodista.

"Cuando me hablaron de `la casita` no me pareció mal. Prefiero eso a que pase parada toda la noche en una estación de servicio, o en las puertas de boliches de La Barra, con miles de jóvenes, a quienes uno ni conoce, que se pueden pasar de alcohol y luego haber líos", dice la madre de una joven que alquiló con amigas. En esa casa, el código es `no hay cama designada`. "La que llega primero se acuesta. Todas pagamos por igual. De lo contrario, colchones, o se van a la casa de sus padres o amigos", cuenta la hija.

Cada "casita" tiene sus códigos. El primero, en casi todas, es que no sale ni una palabra de lo que sucede allí. Por eso, se hace difícil para autoridades, expertos y periodistas saber un poco más sobre lo que pasa dentro de esas paredes. "Todo el mundo se hace más historia de la que es. Sí, nos levantamos a las cuatro de la tarde, vamos un rato a la playa, después cada uno se va a su casa a bañar y a comer, y los que se quedan en la `casita` hacen lo mismo, y nos volvemos a juntar tipo 11 de la noche. Ahí empezamos `la previa` con música al mango. A veces salimos a bailar a las tres o cuatro de la mañana, otras nos quedamos en una `sana` y a veces hacemos fiestas que `explotan`. ¿Cuál es?", dice un joven de 19 años, quien por supuesto no revela la cantidad de alcohol que se consume, aunque reconoce que lo suficiente como para "divertirse".

Con el correr de los días de enero, las "casitas" van adquiriendo prestigio, ya sea porque allí son las fiestas más divertidas, porque hay más alcohol gratis, porque está la gente más en onda, porque si alguien se pasa de "rosca", los anfitriones los alcanzan hasta las casas o el hospital. Tanto en La Barra como en La Paloma, la situación es similar.

"La modalidad es hacer la `previa`, empezar a tomar muy temprano bebidas de alta graduación alcohólica como vodka. Luego van a los bailes y se atienden acá. Muchos llegan al coma alcohólico, otros tienen accidentes de tránsito o participan en riñas", dice Ángel Martínez, médico en La Paloma de la Cooperativa Médica de Rocha.

Se conversó con jóvenes de ocho "casitas" diferentes en Rocha y Maldonado, unas habitadas por varones y otras por chicas. En todas aseguraron que no consumían ningún tipo de droga; es más, muchos señalaron que prohibían su entrada. Claro que ellos no incluyen el alcohol en esa lista, que sí corre abundante fundamentalmente en las casas rentadas por varones, que son las que realizan "previas" y en las que sólo ingresan chicas; no se permite la entrada a otros del mismo sexo que no sean del grupo. "Sí, tomamos whisky, vodka y cerveza para divertirnos", afirman sin vergüenza. "Sí, algunos se pasan", señalan, pero no largan prenda. Ahí se ponen más recelosos. "¿Nos prohibirán alquilar el año que viene por los líos que se armaron?" preguntan a los periodistas. "Son los quince días mejores del año", agregan.

La otra cara. Visto de esa manera, parecen niños inocentes. Pero también se deben dar otras miradas. Esos jóvenes, como tantos otros de La Paloma, La Pedrera o La Barra de Maldonado, han acaparado espacios que comparten con vecinos, muchos de ellos familias que únicamente buscan descanso. Durante la primera quincena de enero, vivir pegado a varias de esas "casitas" resultó un martirio: música hasta las 8 de la mañana y la charla de decenas de personas en casas que no están acondicionadas para fiestas. Las denuncias por ruidos molestos pulularon en las juntas departamentales, tanto de Rocha como de Maldonado, y también en comisarías. Una "casita" de La Barra, cuyos responsables visibles llegaron a instancias judiciales, durante los primeros días de enero tuvo más de treinta denuncias. "En algunos casos ni firmaban las notificaciones que les llegaban", señala el comisario Javier Cancela de León, de la Seccional 12 de la Barra. Tanto la fiscal como el abogado defensor pidieron el archivo de la causa, pero la doctora Adriana Graziuso, jueza penal de 4º Turno de Maldonado, señaló que el expediente quedaría abierto por 10 días. "Acataron -dice el comisario- y no hubo más problemas".

En otra casa rentada por jóvenes en esa zona, la propietaria se presentó el 2 de enero y les pidió que se fueran, devolviéndoles "cuatro mil y pico de dólares", explica el jerarca policial. La dueña se vio presionada por los vecinos e inmediatamente dio esa respuesta.

"Alquilar a jóvenes es generar un problema. Ya tuvimos malas experiencias en años anteriores. Vienen más de los que alquilan, ponen música hasta cualquier hora, rompen todo, hacen ruido; entonces, hay familias que quieren descansar y no pueden. Ellos viven en otros horarios. En la esquina de mi casa, los chiquilines sacaban los colchones al jardín y se tiraban del techo para abajo", afirma María Teresa Rojo de la Inmobiliaria El Faro, en La Paloma.

"Éramos la única inmobiliaria que les estábamos alquilando. Pero este año la verdad es que se portaron horrible. Estuvieron bastante zafaditos. Ya dejamos nombres de chicos fichados. Rompieron platos, ventanas, escribieron paredes. Tanto varones como muchachitas, de 18 a 20 y algo", indica Neris Piriz de inmobiliaria Costa Azul, también del balneario rochense.

MÁS QUE TRAVESURAS. Otros casos, en La Barra de Maldonado, tuvieron ribetes algo más elevados. "Se informó que en dos casas había objetos de hurto. No se trataba del robo de malhechores habituales, sino más bien de `bandideadas`. En un chalet se encontró una mesa de aluminio de un boliche, un juego completo de jardín, una luz de aluminio, conos naranja de la comuna, entre otras cosas. Se trataba de seis o siete hurtos que habían sido denunciados. Se recuperaron las cosas y se dio cuenta a la Justicia. Fueron a declarar cuatro mayores (de 18 y 19 años) y un menor, y finalmente terminaron procesados sin prisión por hurto dos mayores", explica el comisario Cancela de León, y cuenta que en el segundo caso se trataba del robo de matrículas y un cartel de una manicura, pero no hubo consecuencias legales.

Los dos muchachos procesados sin prisión no tenían antecedentes y pertenecían a un nivel socio-económico alto. "Durante un año no podrán sacar certificado de buena conducta, deberán pedir permiso para salir del país así como pagar una fianza", explica la jueza Graziuso, e indica que si al año no cometen delito alguno, se borran los antecedentes y quedan en la misma situación legal que antes de la falta. "Recién entendieron su actitud cuando estaban acá; esos `trofeos` que se llevaban hurtados, como gracia, les costaron caro. Existe una suerte de creencia de que como es verano todo está permitido, y no es así. Está bien que vengan a divertirse, nadie lo prohíbe, pero siempre dentro de las normas de convivencia y la ley. Existe como una liberación psicológica y hacen cosas que en otros contextos no harían, quizás porque aquí no los conocen, por el calor, por el alcohol", dice la magistrada.

En los dos casos, las casas fueron entregadas a sus propietarios y los padres tomaron cartas en el asunto. "Me acuerdo de una madrugada que estuve hasta las tres o cuatro de la mañana recibiendo padres, estaban enojadísimos con los chicos; les decían: `se terminaron las vacaciones`. Tanto en los casos de ruidos molestos, como en estos últimos dos, el común denominador son jóvenes de clase media alta y alta, entre 18 y 20 años, que alquilan una casa entre dos o tres, luego viven varios más, y se juntan con una gran barra que organizan previas y fiestas", explica el comisario de La Barra, quien señala que a la luz de esos cuatro casos no cree que sea un problema endémico pero sí a tener en cuenta. "Se daba mucho con los chicos argentinos, pero ahora se comienza a ver más uruguayos, todos de colegios privados de Montevideo. Tras un año de estudios o de trabajo, de responsabilidades, llegan con un desenfreno, una suerte de intentar cortar horarios, rutinas. Acá se liberan, lo que sumado al alcohol, las ganas de divertirse y que están entre sus pares -porque no tienen autoridad visible- se da un corte de amarras en que si no tienen las cosas claras, desemboca en esas cosas. No hay autoridad paterna ni respeto a la municipal. Hubo que ir a una instancia judicial para que acataran".

¿Qué hacer? "Mi hijo cumple con sus obligaciones, es buen estudiante, ¿cómo le digo que no a la `casita`?", dice preocupada una madre. El psiquiatra Juan Triaca, experto en el área, asegura que "todo joven tiene esa cosa de omnipotencia, de probar su poderío. Pero necesita una referencia que le indique el límite con lo peligroso".

El especialista es contundente en cuanto a que los padres deben cuestionarse a sí mismos: "Esto no se juega en 15 días, sino en los once meses restantes, limitando pero habilitando. Nosotros oscilamos entre la rigidez autoritaria y la ausencia total de límites, a cuál peor. En esa cosa de darles libertad y confianza, va también el límite. Que no quiere decir control ya que eso se relaciona con desconfianza y desvalorización del otro. Es decirles: `Está bueno que pases 15 días con tus amigos, bárbaro, pero hay cosas que no se pueden y hay que aceptarlo. No lo hago por control sino por cuidarte`".

Triaca también dice que lo mismo "vale para nosotros". "Estamos dando permanentemente una imagen de excesos. Cada vez queremos ser más jóvenes y nos hacemos una cirugía tras otra, o nos vestimos como chiquilines. Uno ve madre e hija en la playa y no se da cuenta que lo son. No aceptamos que se nos pasó la edad. Damos cátedra a nuestros hijos de que no hay tomar mientras revolvemos un vaso de whisky. Tenemos que revisar muchas cosas antes de explicar un fenómeno que se remite apenas a 15 días. Los jóvenes en todas las épocas tendieron a nuclearse, y que se junten, copen un lugar y desplacen a los adultos es parte de las diferencias generacionales. Está bien. El problema es cuando se nuclean ya no para divertirse sino en torno al alcohol y el exceso. Eso no se soluciona sacándoles espacios, sino en los once meses restantes".

Multas sólo llegan a tres UR

Hay un protocolo cuando un boliche legítimamente instalado viola las normas; inspectores controlan, por ejemplo, los límites de volumen. En primera instancia hay sanciones y la última medida es la clausura: es algo que pasó este verano y también se dio en temporadas anteriores, según señala Gregorio Quintana, presidente interino de la Junta Local y Autónoma de San Carlos que tiene jurisdicción sobre La Barra de Maldonado. El funcionario sostiene que, si bien sí existe una normativa para los boliches, en el caso de las fiestas que se realizan en casas y chacras "hay un vacío legal". Ejemplifica: "Recibimos la denuncia de un vecino sobre una fiesta en la que hay un exceso de volumen. En el caso de que esto sea cierto lo máximo a lo que se puede llegar es a dos sanciones económicas, de una y media y tres unidades reajustables (es decir de 651 y 1.302 pesos). Luego, si no se acata lo municipal, lo que hacemos es hacer una denuncia a la justicia por desacato. Ese es el único camino que podemos recorrer, pasarlo a la órbita de la justicia".

Para Quintana va a ser parte de la agenda de la próxima administración solucionar este problema, "hacer un reordenamiento de todas esas situaciones que generan dificultades". Y advierte: "Será muy difícil compatibilizar a los turistas que necesitan descansar con los que prefieren la movida nocturna de La Barra".

Chicos copan las emergencias al comenzar el día

La previa es con bebidas blancas. Casi siempre vodka o whisky. Comienzan a tomar a eso de las seis o siete de la tarde y no paran hasta altas horas de la madrugada. Luego van al boliche y continúan tomando cerveza. Duermen, se despiertan tarde, y luego todo vuelve a empezar. Es así como varios grupos de jóvenes viven sus vacaciones. Pero hay veces que el exceso de alcohol hace que esta rutina se rompa: ya sea por el sufrimiento de una intoxicación alcohólica -que en ocasiones puede llegar al coma-, por participar en fuertes riñas o por sufrir algún tipo de accidente de tránsito. Parece exagerado, pero las cifras no mienten.

La Cooperativa Médica de Rocha (Comero) en La Paloma atendió al menos seis jóvenes cada día: unos 90 en la primera quincena de enero. "Generaron un hábito de beber todo lo que se pueda en el menor tiempo posible. Hemos tenidos varios jóvenes que llegan al coma alcohólico, sobre todo las chicas que no suelen tener más de 18 años. También se nota la ingestión de sustancias prohibidas como la marihuana o la cocaína", señala el doctor Ángel Martínez. Y agrega: "Asimismo, llegan chicos cortados por alguna pelea o porque sufrieron accidentes de tránsito: algunos que iban sentados en las ventanas o con las puertas abiertas".

En el Sanatorio Cantegril de Punta del Este el panorama es parecido. Según fuentes de la emergencia médica se atienden a unos cuatro pacientes, siempre menores de 18 años, con graves intoxicaciones alcohólicas cada día del verano. Además señalaron que este problema crece cada año.

Los jóvenes suelen ser llevados por sus propios amigos en autos. "Los chicos traen mucho dinero y gastan en bebida un disparate", señala Martínez, desde La Paloma.

El médico, de todos modos, sostiene que este no fue el peor año. "En veranos anteriores llegamos a atender 15 por día. Quien viene en horas de la mañana a la emergencia ya sabe que tiene que esperar a que atendamos a los chicos".

"Rompieron una mesa de mármol de mil dólares"

Las pocas inmobiliarias que declararon haber alquilado casas a adolescentes en la primera quincena de enero, todas aseguran que no volverán a repetir esa experiencia. "Nosotros les alquilábamos pero este año se pasaron de la raya: no va más", dice Neris Piriz de la inmobiliaria Costa Azul de La Paloma.

Desde la Inmobiliaria Gorlero de Punta del Este dicen lo mismo: "Este año alquilamos a unos chicos y nos devolvieron todo roto. ¿Un ejemplo?: rompieron una mesa de mármol de mil dólares. Ya no queremos más jóvenes".

En Maldonado el "no" es masivo. Las inmobiliarias Mieres, Branca Estates, Propiedades de León. Terman Servicios Inmobiliarios y Atix Toronto Real State no quieren a jóvenes en las propiedades. Santos Dumont alquila a personas de 35 años para arriba.

En Rocha la situación no difiere. Jessica Alonso de Inmobiliaria Hilton señala que los jóvenes son sinónimo de problemas: "dicen que se van a quedar seis y terminan siendo veinte, se manejan con horarios diferentes, abusan del alcohol y rompen todo". Su colega de la inmobiliaria El Faro, María Teresa Rojo, piensa parecido: "Ya tuvimos experiencias muy malas en años anteriores. Se llevan los muebles a la playa, toman y hacen cualquier cosa". Piriz en tanto sostiene: lo peor es que son universitarios. Hijos de... Con un poder adquisitivo bastante alto".

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