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domingo, 24 de enero de 2010

El gobierno trasladará a 400.000 damnificados de Puerto Príncipe

La amenaza de epidemias se cierne sobre los haitianos, a 12 días del devastador sismo que llevó a decenas de miles de personas a vivir hacinadas en precarios campamentos sin higiene, sin acceso a agua potable y entre la basura de ayer y de hoy.

Se llama Marie Jose, pero se podría llamar Haití. Tiene 13 años, el martes pasado estaba recitando la lección en su clase de tercer grado cuando su mundo tembló, algunas de sus amigas desaparecieron para siempre y a otras las consiguieron rescatar de entre los escombros. Como a ella, que ahora está aquí, en el jardín del hospital del barrio de Frère, con un esparadrapo en la frente que dice su nombre, una silla en vez de una cama y un muñón casi a la altura del hombro izquierdo: "Mi brazo se quedó en el colegio".

Al llegar aquí, unos médicos cubanos tuvieron que amputárselo sin anestesia, porque no había entonces ni hay ahora, porque aunque el trajín ha vuelto a las calles y ya se pueden encontrar patatas y lechugas frescas y gallinas vivas y corderos recién sacrificados y muchos kilos de arroz en sacos con la bandera de EE.UU., los últimos muertos aún no han sido recogidos y la basura que ya había por las calles antes del terremoto se mezcla con la de ahora.La amenaza de epidemias se cierne sobre los haitianos, a 12 días del devastador sismo que llevó a decenas de miles de personas a vivir hacinadas en precarios campamentos sin higiene, sin acceso a agua potable y entre la basura de ayer y de hoy.

Se llama Marie Jose, pero se podría llamar Haití. Tiene 13 años, el martes pasado estaba recitando la lección en su clase de tercer grado cuando su mundo tembló, algunas de sus amigas desaparecieron para siempre y a otras las consiguieron rescatar de entre los escombros. Como a ella, que ahora está aquí, en el jardín del hospital del barrio de Frère, con un esparadrapo en la frente que dice su nombre, una silla en vez de una cama y un muñón casi a la altura del hombro izquierdo: "Mi brazo se quedó en el colegio".

Al llegar aquí, unos médicos cubanos tuvieron que amputárselo sin anestesia, porque no había entonces ni hay ahora, porque aunque el trajín ha vuelto a las calles y ya se pueden encontrar patatas y lechugas frescas y gallinas vivas y corderos recién sacrificados y muchos kilos de arroz en sacos con la bandera de EE.UU., los últimos muertos aún no han sido recogidos y la basura que ya había por las calles antes del terremoto se mezcla con la de ahora.

Y por eso dicen los médicos que cuando ya todos los muertos estén enterrados y todas las heridas tratadas y los marines hayan conseguido poner orden en las calles, Haití aún tendrá que hacer frente a la amenaza que ya se cierne del dengue y del tifus. Porque esto es Haití, pero se podría llamar Marie Jose. Una niña sola, sentada en una silla del jardín de un hospital, con un brazo amputado y ninguna esperanza en la mirada.

No es una impresión cazada al vuelo de una noche y una mañana angustiosa. Al anochecer del martes, la lluvia tan temida se hizo presente en Puerto Príncipe, llenando de zozobra a los cientos de miles de personas que duermen desde hace una semana a la intemperie. Al amanecer del miércoles, una fuerte sacudida de la tierra, de magnitud 6,1 en la escala de Richter, trajo a la memoria la pesadilla del día 12. Las dos amenazas se quedaron afortunadamente en un susto, porque la lluvia apenas refrescó la tierra sin llegar a convertirla en un barrizal, y el temblor ya casi no encontró carnaza en una ciudad ya destruida.

Otras amenazas son más serias. Según el doctor cubano Francisco Pérez, lo peor es que ya se están produciendo casos de dengue y de tifus. Para el general Luis Antonio Luna, jefe de la Defensa Civil dominicana desplazado a Haití, el riesgo mayor es el de la frustración y la violencia: "Dentro de unas horas estarán enterrados los muertos y curados los heridos. Nos iremos los voluntarios y ellos se quedarán aquí con la sensación de abandono. Ese momento puede ser muy peligroso".

Tanta es esa sensación de peligro en ciernes y tanto el trabajo pendiente en este país en ruinas que, nada más llegar, los jefes del desembarco estadounidense ya planearon destinar 4.000 soldados más a la misión de Haití. Aunque, según el doctor Pérez y el general Luna, no son fusiles ni helicópteros lo que más necesitan los haitianos: "Necesitan complicidad, comprensión. Que los mires de frente, y no desde la altura de un carro de combate. Esto es Haití, no Afganistán. Aquí hubo un terremoto, no una conspiración contra la humanidad. Hay que ayudarlos, no combatirlos".

Los enemigos, según uno y otro, son el hacinamiento de los campamentos sin higiene, los desperdicios al aire libre, la ausencia de agua potable... "Ya estamos detectando casos", dice Pérez, "de dengue y de fiebre tifoidea. Tenemos que meternos en los campamentos y pedirles que no defequen al aire libre, que utilicen los baños, que tengan cuidado con el agua que le dan a los críos".

Para uno y para otro, la ayuda humanitaria ha dejado mucho que desear. También piensan lo mismo los doctores estadounidenses Jim Warsinguer y Teresa Allen que, hombro con hombro con los cubanos, batallan en el hospital de Frère y con su falta de medios. Dice Warsinguer: "Nos faltan muchas cosas, demasiadas para que haya pasado tanto tiempo desde el terremoto: betadine, esparadrapos, guantes. Y sobre todo morfina. Tenemos que hacer las amputaciones en vivo. Los ves sufrir, y es terrible. Los haitianos son muy valientes, pero sufren mucho...". Dice la doctora Allen que todos los médicos que llegan a Haití para ayudar traen, en vez de comida para ellos, una mochila cargada de medicamentos. Y que, cuando se acaban, viene el problema. Naciones Unidas aún no ha sido capaz de distribuir la ayuda internacional. Cuando al general Luna se le pregunta por Naciones Unidas, responde con otra pregunta: "¿Naciones Unidas? Ah, sí, he visto pasar por el cielo algunos helicópteros que tenían pintado ese letrero".

En el jardín del hospital, más que los goteros colgados de los árboles, que los enfermos tumbados en el césped por falta de camas, que las curas más íntimas a la vista de todos, que los llantos desesperados de los niños y que la manta azul que tapa al último muerto del terremoto, lo que desgarra el alma es la mirada asustada de Marie Jose y su explicación tan sencilla.

-¿Qué te pasó?

-Mi brazo. Se quedó en el colegio.

Gobierno realojará a 400.000 sobrevivientes de la capital

Las autoridades están preocupadas por las condiciones sanitarias y los posibles brotes de enfermedades en los improvisados campamentos, como el instalado en la plaza Champs de Mars en el centro de la capital, explicó el viernes el jefe de gabinete del presidente René Préval, Fritz Longchamp, al comentar la decisión de trasladar a 400.000 damnificados desde las hacinadas carpas de Puerto Príncipe a nuevos asentamientos en las afueras de la ciudad.

"El Champ de Mars no es un lugar para 1.000 o 10.000 personas", dijo Longchamp. "Esas personas van a ir a lugares donde tendrán al menos algunas instalaciones adecuadas", indicó sobre uno de los pocos anuncios importantes de las autoridades haitianas para la recuperación del país desde el terremoto del martes 12 de enero.

Longchamp dijo que las personas por reubicar serán trasladadas en autobuses dentro de un lapso de una semana o 10 días, una vez que los campamentos estén listos. Los soldados brasileños de las fuerzas de paz de la ONU ya estaban nivelando el terreno en el suburbio de Croix des Bouquets para establecer un nuevo campamento, informó también la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas.

Los centenares de miles de personas que perdieron sus casas en el sismo se han instalado en más de 200 espacios al aire libre alrededor de la capital. Los individuos más afortunados estaban en carpas con sus familias, pero la mayoría tenía que cubrirse como podía del sol tropical con mantas, láminas de plástico o lonas. La situación precaria hace temer el brote de epidemias. AP

CIFRAS DE LA AYUDA PROMETIDA

Naciones Unidas pidió US$ 562 millones para poder mejorar la situación de Haití.

Hasta ahora, diversos países anunciaron que donarán dinero por una suma que llega a los US$ 1.000 millones.

Encabezan la lista Estados Unidos y Canadá, que prometieron el envío de US$ 130 millones. Países más pobres -como Chad, Camboya o Liberia- también hicieron su aporte un poco más modesto: 50.000 dólares cada uno.

Los particulares también donaron dinero: en Alemania, juntaron US$ 25,6 millones y en Canadá, US$ 39 millones. Los croatas llegaron a US$ 137.000 y en Holanda recaudaron más de US$ 9 millones.

Las estrellas también anunciaron sus donaciones. Leonardo DiCaprio y Sandra Bullock donarán un millón de dólares y Shakira construirá una escuela que dará comida a los niños. Sean Penn llegó el jueves a Haití para colaborar con las tareas de rescate.

Desde Brasil partieron 18 aviones con 200 toneladas de ayuda (alimentos, agua, carpas, medicamentos y un hospital de campaña). Otras 20 toneladas despegaron en Cuba y 45, en Estados Unidos.

Además de ofrecer un millón de dólares en ayuda, el presidente senegalés Abdoulaye Wade dijo que daría una región de su país a los haitianos que deseen mudarse a África, argumentando que como Haití fue fundado por esclavos africanos, sus descendientes tienen derecho al retorno.

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