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miércoles, 10 de marzo de 2010

Hamburguesas y pizzas más caras, una receta eficaz contra la obesidad

¿Se tomaría usted esa hamburguesa si en lugar de un euro costase cinco? ¿Y qué me dice de esa chocolatina que sirve de merienda infantil? En medio de un intenso debate sobre la conveniencia de grabar con mayores impuestos los refrescos y otro tipo de 'comida basura', un ensayo demuestra por primera vez que esta estrategia es eficaz: cuanto más suben los precios de estos productos más descienden las calorías ingeridas.

Las conclusiones que han obtenido Kiyah Duffey, de la Universidad de Chapel Hill, en Carolina del Norte (EEUU), y su equipo son el fruto de 20 años de trabajo, que se inició en el año 1985 y finalizó en 2005. En estas dos décadas, los investigadores han seguido de cerca a más de 5.000 adultos de 18 a 30 años (participantes del estudio CARDIA) y han vigilado en paralelo sus hábitos alimenticios y el precio de los alimentos.

Según su análisis, publicado en las páginas de la revista 'Archives of Internal Medicine', elincremento de tan sólo un dólar en el precio de productos como la pizza o los refrescos se refleja en un descenso del consumo de este tipo de calorías.

Concretamente, y tomando como base una serie de modelos económicos, un aumento del 10% en los precios se convirtió en un descenso de entre el 7% y el 12% en la cantidad de calorías ingeridas a través de productos como la pizza o las bebidas azucaradas.

Extrapolando sus conclusiones a un análisis más amplio, los investigadores calculan que subir el coste de la comida rápida alrededor de un 18% podría traducirse en un descenso cercano a las 56 calorías diarias por persona. Es decir, 2,25 kilos menos al año que redundarían en beneficio de otras patologías asociadas, como la diabetes o la obesidad, auténticas lacras modernas en la sociedad estadounidense y en otros países desarrollados.

Con estas conclusiones en la mano, sugieren, cada vez son más los argumentos que deben animar a los gobiernos a poner en marcha una política de precios que encarezca la comida basura y haga más accesible a los bolsillos de los consumidores las frutas y verduras. "Aunque esas políticas por sí solas no resolverán la epidemia de obesidad y es previsible que se enfrenten a la oposición de muchos fabricantes, sí son una estrategia positiva para afrontar el consumo excesivo de calorías y las tasas de obesidad y diabetes que sufre EEUU".

Una idea en la que coincide un editorial en la misma revista (firmado por Michell Katz y Rajv Bhatia, del departamento de Salud Pública de San Francisco). "Los impuestos son una buena manera de corregir las desigualdades sociales y de salud que no tiene en cuenta el mercado", defienden. Pero no sólo eso: "Además, deberíamos tener en cuenta el otro lado de la moneda, los subsidios. Tristemente en la actualidad ayudamos a sectores como el del maíz, que sirve para fabricar el edulcorante de los refrescos que permite que tengan un precio tan barato".

Estas políticas económicas, concluyen, deben ser especialmente importantes en las zonas que ellos llaman 'desiertos de comida'; es decir, "aquellos barrios con pocos recursos en los que es difícil encontrar comida sana y, en cambio, están llenos de tiendas y ultramarinos repletos de alcohol, cigarrillos, refrescos, caramelos y 'snacks'".

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