'Ruby Robacorazones', la joven de origen marroquí que acudía a los 'bunga-bunga' de Silvio Belusconi y a la que segun los fiscales de Milán el ex primer ministro italiano habría
pagado cuando tenía 17 años a cambio de que mantuviera relaciones
sexuales con él, se ha presentado esta mañana en el Tribunal en el que 'Il Cavaliere' está siendo juzgado por prostitución de menores.
La joven, que iba acompañada de su pareja, Luca Risso, y de la
abogada Paola Boccardi, ha sido recibida por una nube de fotógrafos,
cámaras de televisión y periodistas. Está llamada a prestar declaración por los abogados defensores de Berlusconi.
Estaba previsto que ya en diciembre pasado Ruby se hubiera subido al
estrado para contar su versión de lo sucedido. Pero la joven faltó a la
cita, alegando que se encontraba de viaje en México. Eso evitó que ya el
mes pasado el proceso, que se inició en abril de 2011, pudiera llegar a
su fin. Ruby es el último testigo llamado a declarar.
Gracias a ese inesperado retraso, ahora es muy posible que la sentencia por el llamado 'caso Ruby' no se conozca hasta después de las elecciones del
24 y 25 de febrero próximo. Porque esta mañana, tal y como se esperaba,
lo primero que han hecho los abogados de Silvio Berlusconi ha sido
pedir la suspensión del proceso, alegando que 'Il Cavaliere' está volcado en la campaña electoral y que por tanto está legítimamente impedido para acudir a las sesiones del juicio.
Si los jueces acogen la solicitud de los abogados de Berlusconi, el
juicio se congelará hasta después de las elecciones y Ruby no prestará
hoy declaración. 'Il Cavaliere' podrá entonces respirar tranquilo: hasta
después de los comicios no saldrá una sentencia que, en caso de que
fuera de condena, podría procurarle un grave daño a su imagen.
En cualquier modo, parece bastante claro que Ruby se mantendrá dentro del guión que hasta ahora ha siempre proclamado. A saber: que Berlusconi nunca la ha tocado, "ni siquiera con un dedo", y
que si le dio 7.000 euros no fue a cambio de relaciones sexuales sino
en un acto de magnánima generosidad después de escuchar su triste
historia y para que se comprara una máquina delipadora con la que
trabajar como esteticista (y que nunca se compró).
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