Un estudio británico con 9.453 personas ha dibujado la evolución de los infartos de miocardio en el Reino Unido durante las dos últimas décadas. La buena noticia es que entre 1985 y 2004 estos ataques al corazón disminuyeron un 74%. La mala es que la cifra podría haber sido un 11% más alta si la obesidad no hubiera jugado en contra.
Si hubiera que poner un título cinematográfico a esta historia de los infartos sería 'Cuatro bodas y un funeral'. Porque cuatro son principalmente los factores responsables de la disminución de los ataques al corazón -el descenso de los niveles de colesterol malo, el aumento del colesterol bueno (HDL), el mejor control de la presión sanguínea y la reducción de personas fumadoras-. Pero luego llega otro factor, la obesidad, a rebajar la alegría por el dato positivo y echar un poco por tierra los logros obtenidos. El aumento del índice de masa corporal (IMC) incrementó un 11% estos episodios cardiacos durante el mismo periodo.
El trabajo, realizado por un equipo de la University College London Medical School (Reino Unido) y publicado en 'European Heart Journal', es el primero que analiza una cohorte tan grande (6.379 hombres y 3.074 mujeres) a tan largo plazo. Los cuatro factores citados son responsables del 56% del descenso de los infartos, lo que según los autores "demuestra la eficacia de las medidas para combatir el colesterol y promover estilos de vida saludables". El descenso anual de ataques al corazón fue del 6,5% para ambos sexos.
Por orden de importancia, el descenso de los niveles de colesterol malo redujo un 34% los infartos; el aumento del colesterol bueno un 17%; el control de la presión sanguínea un 13% y el abandono de los cigarrillos un 6%. Sin embargo, aunque el beneficio de estos aspectos ha eclipsado en parte la contribución negativa del aumento del IMC sobre los ataques al corazón, "si continúa la tendencia creciente de la obesidad, volverán a aumentar los infartos.
Por eso es urgente abordar cuanto antes este aspecto del IMC tanto en el Reino Unido como en el resto de países", explica Sarah Hardoon, una de las investigadoras, "ya que la obesidad, por sí sola, incrementa los infartos".
Otra de las cosas que ha llamado la atención de los investigadores es que el aumento del consumo de frutas y verduras no tuvo un efecto significativo sobre los ataques al corazón, como tampoco fue relevante la práctica de ejercicio físico, el consumo de alcohol o de pan. Posiblemente, "esto quiere decir que hemos sobreestimado algunos factores de riesgo que, en realidad no son tan importantes, y puede que estemos infravalorando otros", afirma Hardoon. Un tema para el que piden más investigaciones futuras.
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