Científicos de Estados Unidos han logrado localizar el rastro dejado en el fango por un pequeño insecto hace unos 310 millones de años, en el Cabonífero superior. Se trataría, aseguran, de la más antigua huella encontrada de un ser vivo volador.
La impresión sobre una roca es la de un cuerpo de unos 36 milímetros de longitud y las alas sólo se ven en parte y muy levemente, pero aún así revela secretos sobre la morfología de los insectos, en un periodo del que escasea su registro fósil.
Los autores del hallazgo, de la Universidad de Tufts, creen que podría pertenecer al orden de los efemerópteros, conocidos como efímeras por la corta duración de su vida, tan solo unos días. Afirman que es de gran interés porque, además de tener alas, es de pequeño tamaño, en un momento en el que los insectos alcanzaban grandes dimensiones debido a la abundancia de oxígeno que había en la Tierra.
Así lo asegura a ELMUNDO.es Richard J. Knecht, geólogo de la Universidad de Tufts (EE. UU.) y coautor del hallazgo, publicado en la revista 'Proceedings of National Academy of Science (PNAS)'.
En su artículo argumentan que el pequeño insecto posiblemente se quedó pegado al barro, pero logró escapar. Allí dejó la huella de su cuerpo, sus alas y sus patas. Ningún rastro de pisadas que, como señala Xavier Delclós, de la Universidad de Barcelona, podrían indicar que llegó caminando.
El yacimiento fosilífero de la formación Wamsutta, al sur de Massachusetts, fue localizado por vez primera en 1929 por un estudiante universitario, que incluyó una foto del lugar en su tesis. Alli quedó olvidado su hallazgo hasta 75 años después, en 2010, cuando otro joven se topó con él y se los mostró a dos de sus profesores, Richard Knecht y Jacob S. Benner.
Desplazados al lugar, pronto comenzaron a aflorar tanto impresiones de insectos muy primitivos como algunos cuerpos fosilizados, e incluso moldes de sus dos caras. Segun Knecht tienen más de un millar, la mayoría de nuevos géneros y especies, que están pendientes de su revisión científica.
Para Declós, el hallazgo es importante porque confirma que hace 310 millones de años ya había insectos que volaban.
Enrique Peñalver, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) también apunta que son muy pocos los fósiles que se han encontrado en estas circunstancias: "Tuvo que haber un sustrato de fino limo saturado de agua, pero no demasiado, sobre el que se posó el insecto y luego la huella fue cubierta por sedimento arenoso sin ser destruida", asegura.
Peñalver, sin embargo, recuerda que, aunque es la primera impresión total de un cuerpo de una efímera que se conoce, ya se han encontrado otros insectos voladores de este periodo y que el sueño de quienes se dedican al estudio de los insectos fósiles es encontrar un yacimiento con insectos del Carbonífero inferior para averiguar cómo esos pequeños bichos comenzaron a volar.
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