"El juego de un niño", así define Leo Messi su fútbol, que es como el sonido de un bandoneón. No es un tópico, no hay cumparsitas. La pelota en sus pies es un instrumento manejado por el instinto más puro, el de un niño, siempre egoísta, y que Pep Guardiola modula para poner la dosis justa de hombre. Pero sólo la justa, porque el poder de Messi no está en la lógica, sino en aquello ilógico e indescifrable para todos los demás, incluso para sí mismo. [Blog: Cita con un íntimo Messi]
"Me dejo llevar por mi instinto. Ni planifico, ni imagino antes ninguna acción. Otra cosa son las instrucciones del míster, pero personalmente no lo hago, como tampoco me concentro en los partidos horas antes, ni siquiera en las finales. Sólo lo hago en el momento de saltar a la cancha".
El ritual de cada gol acaba con su mirada y sus dedos en el cielo. "Es por mi abuela -explica-. Es una de las personas que más me habría gustado que viera dónde he llegado. Por eso la señalo, porque confío en que desde alguna parte pueda hacerlo...". Después de un breve silencio, a modo de interrelación elíptica, añade lo siguiente: "Por mucho que sea el dinero que ganes, hay cosas que deseas y no puedes conseguir".
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