El Tesoro español superó ayer una prueba importante en la subasta de bonos a cinco años. Logró atraer mucha demanda en la emisión de 2.345 millones de euros, lo cual es siempre una buena señal: los inversores siguen teniendo apetito por la deuda que se lanza desde Madrid. Pero la parte negativa es que lo hacen a un precio muy alto: el tipo marginal alcanzó el 3,58%, cuando otra subasta de deuda a cinco años en abril se había quedado en el 2,84%. Hay que remontarse hasta 2008 para encontrar un interés tan alto como el que exigen ahora los inversores.
Si tenemos en cuenta que en tan sólo un mes el tipo marginal se ha elevado en 0,74 puntos, las tensiones del mercado de estos días pasarán una factura anual al Erario público de 17 millones. Es decir, España tendrá que pagar estos cinco años más de 86 millones extra debido únicamente al repunte del rendimiento.
Mientras el Tesoro comprobaba cómo le sale cada vez más caro financiarse en el mercado primario, en el secundario ocurría otro tanto. Porque la deuda de los países más débiles de la zona euro ha iniciado una carrera que, de seguir así, puede convertir en ruinosas las finanzas públicas. La prima de riesgo -la diferencia de lo que le cuesta endeudarse a España y Alemania- ya había alcanzado el máximo desde el nacimiento del euro y ayer se ensanchó un poco más. El diferencial del bono a 10 años ha escalado hasta los 163 puntos básicos. Pero las diferencias más sangrantes se encuentran en la deuda a más corto plazo. Mientras Alemania encuentra inversores para sus bonos a dos años pagando tan sólo un 0,5%, España tiene que ofrecer casi seis veces más, un 2,9%. El caso griego es infinitamente peor: el rendimiento de este bono roza ya el 16%. Ayer subió 109 puntos básicos. Pero en los últimos días está apareciendo un nuevo damnificado: Italia. Su prima de riesgo crece peligrosamente y ya no está muy lejos de la española.
Los expertos escudriñan las noticias para buscar un motivo para las turbulencias. Y cada día lo encuentran. Ayer fue un informe de la agencia Moody's que advertía del peligro de que la rebaja de la calificación de los bancos griegos se contagie a las entidades financieras de Portugal, España, Italia, Irlanda y Reino Unido.
Ya en casa, sentaron como un jarro de agua fría los comentarios del responsable de Pimco, la mayor gestora de renta fija. En un tono sarcástico, Bill Gross arremetió contra la máxima calidad que tanto Moody's como Fitch dan a la deuda española. "Aquí tenemos un país con un 20% de paro, un déficit por cuenta corriente del 10%, que ha suspendido pagos 13 veces en los dos últimos siglos [...] y cuyo destino está cada vez más ligado la amabilidad de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional para ser rescatado. ¡Menudo AAA!", exclama. El diagnóstico de muchos expertos continúa siendo el mismo de los últimos meses: que España debe impulsar medidas reformistas ya mismo. "Se acaba el tiempo y no se hace lo necesario. España está al borde del precipicio. Y lo increíble es que no es tan difícil. El Gobierno sólo tiene que demostrar que el país es gobernable, que sabe qué hay que hacer y que está dispuesto a hacerlo", afirma Luis Garicano, de la London School of Economics.
Para continuar con la tónica de estos días, las Bolsas más importantes del mundo volvieron a experimentar un castigo severo. Nueva York dejó al mundo estupefacto con un desplome que llegó a superar el 9%. El parqué madrileño, que ayer cayó un 2,9%, acumula desde el lunes una pérdida superior al 10%. Y todavía queda hoy para concluir esta semana infernal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario