Los efectos de la nube de ceniza desprendida por la erupción del volcán Eyjafjalla, en Islandia, han vuelto a perjudicar el tráfico aéreo en Cataluña.
La cancelación de unos 250 vuelos en los aeropuertos catalanes se ha traducido en nuevos retrasos e interminables colas de viajeros que reclamaban información o cambios de billetes en las propias terminales.De indemnizaciones, ni hablar, ya que la presencia de la nube volcánica no es imputable a las aerolíneas.
En el aeropuerto de Barcelona, los rostros de los pasajeros reflejaban tanto la desilusión que supone ver aplazada una escapada a una ciudad europea largamente planificada como la impotencia de enfrentarse a un enemigo inesperado contra el que poco se puede hacer: una nube volcánica.
La resignación era el sentimiento más extendido entre los usuarios de la terminal T1 de El Prat que vieron truncado su viaje.
El principal aeropuerto catalán suprimió durante toda la jornada unos 120 vuelos, fundamentalmente con destino a Gran Bretaña, los países del norte de Europa y Francia. Tras la compañía de bajo coste Easy Jet, las más perjudicadas fueron Lufthansa, Vueling, Iberia, Air France y British Airways.
Los mostradores de facturación de la aerolínea británica estaban desiertos –ni pasajeros ni empleados-, constituyendo una imagen insólita en la flamante terminal barcelonesa.
No fue ésa la única estampa curiosa: algunos puntos de venta de billetes, e incluso mostradores de facturación, habían sido reconvertidos en espacios de atención al cliente.
La mayoría de compañías aéreas puso en marcha la noche anterior un dispositivo informativo para alertar a sus clientes del panorama que les esperaba. "Contacte con su aerolínea", repetía, cada dos por tres, en varios idiomas, el servicio de megafonía de las instalaciones.
Los pasajeros mejor informados se presentaron en las instalaciones desprovistos de equipaje, con la intención de reembolsarse el importe de su billete, o bien de aplazar su salida unas pocas semanas.
La serenidad de estos contrastaba con el nerviosismo y el cansanciode los viajeros que no recibieron ningún correo electrónico o SMS que les avisara de las restricciones y de las opciones que tenían.
"La compañía ya sabía que no iba a salir mi vuelo, pero no movió un dedo por avisarme", lamentó un cliente de Lufthansa que, según dijo, estaba "atrapado en Barcelona, sin que nadie vaya a pagar una habitación de hotel".
Mientras el teléfono de atención al usuario de las compañías y el de la gestora de los aeropuertos, Aena, echaba chispas, los pasajeros afectados no escondían su impotencia. La falta de explicaciones es tradicionalmente la queja que más se repite en las jornadas problemáticas en los aeropuertos (el accidente de Spanair, la nevada, el cierre de Air Madrid), si bien esta vez el causante de los males de los consumidores es del todo insospechado.
"¿Qué se puede hacer contra un volcán, un volcán que nadie sabe bien cómo se llama ni dónde está?", se resignaba en una cola de clientes de Vueling José María. El joven vio truncado un viaje de fin de semana a Praga. "Voy a pedir la devolución porque ya no tengo más vacaciones y ahora cruzo los dedos para que el hotel checo me reembolse parte de los 150 euros que ya he pagado por una habitación que no utilizaré", añadía.
En la misma cola, unos metros más atrás, una joven familia barcelonesa maldecía su suerte y se conformaba con que les reembolsaran los billetes adquiridos. Laura Fernández y Jordi Guinart, que viajaban a Praga con su bebé, Arturo, criticaban que "ha fallado la planificación en Vueling, porquesólo dos personas atienden a cientos".
La aglomeración de viajeros desilusionados era considerable en ese momento. "No podremos viajar a Bruselas hasta el lunes", decían los italianos Eraldo y Beatrice, que se tomaban "con calma" la situación. "El dueño del hotel nos alarga la estancia, y ya está".
Por su parte, el aeropuerto de Girona-Costa Brava canceló un total de 33 vuelos y el de Reus, 8 más, según datos de Aena. En cuanto al de Lleida-Alguaire, suspendió los vuelos con destino y salida a París y Frankfurt, según la Generalitat.
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