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lunes, 22 de febrero de 2010

El actual control de los pasajeros que sufren tuberculosis no es útil


A mediados de 2007, un ciudadano estadounidense hizo saltar todas las alarmas tras tomar dos vuelos transoceánicos cuando sufría tuberculosis resistente al tratamiento. Las autoridades sanitarias pusieron entonces en marcha el protocolo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que implica localizar y examinar a todos aquellos pasajeros sentados en las proximidades del afectado. Una revisión sugiere ahora que esos esfuerzos fueron poco útiles a la hora de evitar la expansión de la enfermedad.

La tuberculosis mata cada año a cerca de dos millones de personas en el mundo y unos nueve millones padecen la enfermedad. Muchos de ellos, sin embargo, lo desconocen y suponen una fuente potencial de contagio. Uno de los sitios de aparente mayor riesgo de transmisión son los vuelos de larga distancia.

En virtud de este peligro, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió por primera vez en 1998 unas guías sobre tuberculosis y viajes en avión que indican que aquellos pasajeros sentados durante más de ocho horas cerca de una persona con esta enfermedad deben ser localizados y examinados. Además, aquellos en la fase infecciosa de la enfermedad no deberían poder viajar.

"La mayor parte de estos pasajeros sería equivalente a otros contactos casuales que no se evalúan de forma rutinaria", señala Ibrahim Abubakar, de la University East Anglia (Reino Unido). Este tipo de contactos no se analiza porque "requiere muchos recursos y reporta pocos resultados positivos", añade en las páginas de 'Lancet Infectious Diseases'.

De forma que las recomendaciones de la OMS, que contradicen las emitidas por otros países,podrían no estar justificadas, según Abubakar, ex director de los Centros de Prevención y Control de Enfermedades Europeos (ECDC). Para comprobarlo, realizó una búsqueda de estudios que trataran el tema de la tuberculosis y el transporte aéreo y analizó sus resultados.

Despilfarro de recursos

Trece investigaciones que implicaban a más de 4.000 pasajeros formaron parte de esta revisión. De las 2.761 personas sometidas a las pruebas de detección de la tuberculosis por haber estado próximas a un portador, sólo 10 tuvieron una reacción positiva. Ninguno de los trabajos logró demostrar que existiera un contagio por contacto en el avión.

La maquinaria necesaria para realizar todos estos exámenes supone además un coste importante. Aunque sólo dos de los estudios seleccionados se fijaron en esta cuestión, las cifras hablan por sí solas. En un caso, investigar a 144 personas supuso una inversión de 4.000 dólares y 300 horas de trabajo. No se detectó transmisión alguna del bacilo.

"A pesar de que la cabina de un avión es un espacio cerrado y confinado, la duración acumulativa de la exposición es relativamente corta", señala Abubakar. Los sistemas de ventilación y filtrado de partículas y el constante recambio del aire en las modernas aeronaves contribuyen a que el riesgo de contagio sea muy bajo.

En suma, "esta revisión sugiere que existen razones para dudad del valor de examinar de forma activa a los pasajeros frente a la infección por 'Mycobacterium tuberculosis' y los recursos se podrían gastar mejor en otras formas de control de la enfermedad y en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio relacionados con ella", concluye el artículo.

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