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domingo, 24 de julio de 2011

¿Vuelve el Porsche de James Dean?

"Estoy fascinado con la idea de recuperar esa leyenda técnica". La frase es de Matthias Muller, máximo responsable de Porsche, y la leyenda a la que se refiere es el Porsche 550 Spyder, un pequeño deportivo biplaza de propulsion trasera, sin ningún tipo de techo, y que gracias a su extrema ligereza, le bastaban 110 caballos de potencia para lanzarse hasta los 240 km/h.

Pero no fueron estas virtudes técnicas las que más fama le dieron, sino que fuese el coche a cuyos mandos se mató el actor James Dean, que vivió y murió como el 550 Spyder: rápido, muy rápido.

De llegar a buen puerto, su sucesor se denominaría Spyder 551 y mantendría el mismo esquema técnico, aunque Porsche buscaría colocarlo justo en el extremo opuesto al que ocupaba el original: como su modelo de acceso, orientado a un público más joven y también más propenso a dejarse influir por la leyenda de Dean. Hoy, ese honor le corresponde al Boxster, también un descapotable biplaza con 255 caballos y un precio de 54.000 euros.

El 'pequeño bastardo', un coche maldito

Esa cifra es apenas la cuarta parte de lo que habría que pagar hoy si trasladásemos en el tiempo los 7.000 dólares que costó el 550 Spyder adquirido por un prometedor actor de Hollywood y aficionado a correr con coches, James Dean. Una auténtica promesa que convertía en éxito todo lo que tocaba y tenía una gran pasión por los automóviles. Su gusto por el mundo del motor le llevó a cambiar su 'obsoleto' Porsche 356 Speedster por el que bautizó como el 'pequeño bastardo', el modelo 550 Spyder de la marca de lujo, una adquisición momentánea hasta que estuviera acabado su gran sueño, el Lotus Mk X, que no iba a estar finalizado antes de que comenzara la carrera de Salinas, en California, y en la que el gran Dean iba a dar lo mejor de sí mismo.

Sin embargo, la fatalidad del destino quiso que el actor y piloto jamás llegara, de hecho, fueron numerosas las personas que le advirtieron la temeridad de conducir un vehículo tan potente en aquel entonces. Incluso, él mismo fue un visionario de su propia muerte tal como relató poco después del accidente su gran amiga, Elisabeth Taylor. Era la tarde del 30 de septiembre de 1955 cuando Dean se encontraba en la intersección de la Route 466 con la 41, donde el estudiante Donald Turnspeed, que según relatan los atestados policiales conducía a gran velocidad su Ford Custom Tudor Coupé se empotró frontolateralmente contra el también conocido como el coche maldito, falleciendo el afamado actor durante su traslado al hospital.

Una leyenda negra que acababa de comenzar, el coche que quedó en manos de la compañía aseguradora fue adquirido por 2.500 dólares por el empresario George Barris, nada más llegar a su taller y mientras era descargado de la grúa los cables que lo sostenían se partieron y los 550 kilogramos del coche cayeron sobre uno de los mecánicos al que fracturó las dos piernas. Por ello, decidieron vender el motor al piloto Troy McHenry y la caja de cambios a su colega de carreras William Eschrid, con los que también se cebó la tragedia. Cuando se encontraban en plena competición McHenry no pudo controlar su bólido y se golpeó contra un árbol lo que le provocó la muerte en el acto, mientras que su compañero resultó gravemente herido tras sufrir un fallo mecánico.

Una historia que no queda ahí, las ruedas que también fueron vendidas en el despiece del automóvil se entregaron a otro piloto que sufrió un accidente y quedó en coma, a lo que se une las hazañas de unos ladrones que trataron de robar el volante del 'pequeño bastardo' resultaron gravemente heridos en su intento. El misterioso incendio del garaje en el que se encontraba guardado el mítico Porsche 550 Spyder o el fallecimiento por aplastamiento de un conductor que chocó contra el camión que transportaba sus restos es otro de los hechos que forman parte de su triste existencia.

No sabemos si, a pesar de las numerosas evidencias, son todo casualidades o es que el destino se ha cebado con el coche que un día condujo el prestigio James Dean, lo que sí esperamos es que la historia no se vuelva a repetir nunca.

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