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lunes, 18 de julio de 2011

URUGUAY: Ya se ganó un premio


El mejor reconocimiento que tuvo la selección uruguaya partió del propio público argentino: el aplauso final, cuando los futbolistas celestes se abrazaban y formaban un racimo de camisetas blancas sobre el héroe Muslera. Allí, en medio de la desazón y el desconcierto, surgió espontáneo el aplauso, tímido, pero efectivo para el alma de ese puñado de uruguayos que había escrito otro capítulo más en la rica historia del fútbol mayor.

Otra vez, como en Maracaná en 1950, como en la Copa América de 1987, como en la Copa de 2007 ante Venezuela y como en Sudáfrica frente al local, Uruguay dejó al dueño de casa con pena y sin gloria. Y lo hizo siendo fiel a su historia, jugando ante la adversidad, con estadio en contra, con diez hombres desde el minuto 40 del primer tiempo y frente a una selección argentina repleta de estrellas, abanderada por Lionel Messi, hoy por hoy, el mejor jugador del mundo.

La mesa estaba servida, entonces. El plato principal tenía todos los condimentos como para saborearlo con ese espíritu masoquista que nos envuelve a los uruguayos. "Me gustaría ganarles en la hora, y con un gol con la mano", confesó uno de los tantos hinchas que caminaban rumbo al estadio de Colón, el mítico "Cementerio de los Elefantes".

No fue así, claro, pero el triunfo se logró en ese contexto, se ganó en tanda de penales y después de sufrir casi durante 80 minutos, ante un rival que fue más, que tuvo y manejó la pelota pero que terminó resignándose ante la enorme labor de Fernando Muslera, el protagonista de la noche santafecina.

Porque Argentina fue más, y Messi fue el de siempre, ese que todos los argentinos reclamaban y querían ver. Ese del Barcelona, el que apila rivales a la carrera, el que deja el tendal, el inmarcable. Y con todo en contra, con las tribunas alentando, saltando y gritando, Uruguay se hizo fuerte, recuperó la memoria mundialista y sacó pecho ante la adversidad. No se enloqueció, mantuvo la calma, jugó con el apuro y la desesperación del adversario e hizo correr el tiempo, acunando el viejo sueño sudafricano: llegar a la definición por penales porque en la cancha, el gol no se veía llegar por ningún lado.

Sin embargo, tras los 90 minutos y el alargue, la Celeste tuvo sus chances. Claro, Argentina también, pero fue la noche de Muslera, de un equipo solidario, luchador, todo corazón. Un equipo que resurgió en las difíciles, como ha sucedido con este grupo, un sello que lo identifica por sobre los demás, una condición que lo hace un adversario duro, difícil, peleador.

Ese aplauso del final, ese gesto espontáneo de los argentinos, ese fue el mejor premio para los futbolistas celestes que derramaban lágrimas de emoción. Tan lejos y tan cerca del Mundial 2010, tan lejos y tan cerca de la historia, de esa rica historia de la Celeste. Única e inexplicable.

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