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viernes, 3 de junio de 2011

24 años después, Peñarol vuelve a una final de la Copa Libertadores


Lo que cuesta vale. Vaya si costó. Vaya si vale. Peñarol perdió 2 a 1 y está en la final de la Copa Santander Libertadores después de 24 años. Y sueña. Cómo no soñar.

Peñarol con más personalidad que fútbol, eliminó al que todos señalaban como el mejor equipo de la Copa. Pero Vélez se tendrá que quedar con el título de campeón "moral"; Peñarol luchará, con uñas, dientes y algo más por el que vale, por su sexta Libertadores.

Claro que hubo que sufrir. Más que en Porto Alegre. Mucho más que en Santiago. Pero el final fue el mismo, con los jugadores aurinegros pensando en un próximo rival, el último, y los otros llorando, pensando en el año que viene.

Peñarol tuvo un buen comienzo. No puso en su arco los "micros" de los que tanto hablaron los jugadores de Vélez. Y en el segundo minuto pudo abrir el marcador en una jugada personal de Martinuccio que Barovero solucionó notablemente.

Pero Vélez es un buen equipo. Y como tal se apoderó de la pelota desde los 20 minutos y la movió para todos lados, aunque fallando en pases que, generalmente, no falla.

Sin embargo, en momentos en que Vélez engranaba y empezaba a parecerse al que deslumbró en buena parte de la Copa, llegó al ansiado gol de visitante. Ese que, a los 33 minutos, obligaba a los locales a hacer tres goles para eliminar al aurinegro. Olivera pivoteó, Martinuccio hizo de las suyas y puso en carrera, abierto por la izquierda del área a Mier. Y el botija no desaprovechó la oportunidad. Definió y le dio más aire a Peñarol del que traía de Montevideo.

Pero con clima caliente adentro y afuera de la cancha, con Vélez tirado definitivamente sobre el arco de Sosa, Peñarol no pudo cerrar la primera parte como soñó.

En los minutos adicionales, Tobio recogió un rebote de Sosa, en la última jugada del primer tiempo y le dio vida a Vélez. Se la dio en posición adelantada, mínima, "de televisión", pero adelantado al fin. Tan fina fue esa jugada como la del gol que seis minutos antes le habían invalidado a Juan Manuel Martínez.

Con ese envión anímico, Vélez salió como una tromba en el segundo tiempo. Era lógico que así fuera. Pero, igualmente, el que estuvo más cerca de marcar en ese comienzo del complemento fue Peñarol. Otra vez con Martinuccio, primero de cabeza y después de derecha, la de palo.

El "Negro" dijo antes del partido que no se iba a olvidar del partido y seguro así será. Por aquella jugada del segundo minuto del partido. Por esas otras dos. Por la del minuto 65, que pareció ser un maldito minuto 65, en que dejó de cara al gol a Olivera y el goleador se quedó masticando bronca después de ver cómo su disparo, sólo frente al arquero y el arco, se fue por arriba. En la recarga nomás, su "compadre" Silva también quedó de frente al arco, más cómodo eso sí, y definió cruzado para poner el 2 a 1.

Y Vélez no fue como la Católica dos semanas antes en Santiago. Vélez llevó a Peñarol contra su arco a fuerza de fútbol, de toques de un lado a otro hasta encontrar el hueco para lastimar, sobre todo de la mano de Martínez.

Pero el destino, quizá la suerte del campeón, tenía preparada una sorpresa. Porque Darío se entretuvo, Guillermo paró la pelota con la mano y la llave pareció liquidarse. Penal. Posibilidad de 3 a 1. De clasificación. El "Tanque" se paró para liquidar el sueño aurinegro. Pero no.

Y como lo que no mata, fortalece, Peñarol se supo ganador. Aguantó el embate final de un rival herido y clasificó. "Lo mejor de la historia, es seguir escribiéndola", dice el eslogan de Peñarol. Lo está haciendo.

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