El ágora egipcia asiste con excitación al final de la pesadilla. El declive de Hosni Mubarak y su familia, que monopolizaron la vida política del país durante tres décadas, ocupa las portadas de los periódicos y anima las conversaciones en autobuses y furgonetas o en los cafés, entre sobos de té y caladas de 'shisha' (pipa de agua). El fulgurante viaje a los infiernos del clan Mubarak era inimaginable el pasado enero.
Los egipcios inauguraron el año con la resaca de unas elecciones parlamentarias marcadas por el fraude electoral y las denuncias de compra de votos. En aquellos comicios, el Partido Nacional Democrático (PND), la formación del expresidente que fue disuelta el sábado por la justicia, obtuvo 420 de los 508 escaños de la Asamblea Popular. La mayoría de los partidos opositores se retiró de la segunda vuelta en protesta por la farsa. Las elecciones legislativas eran la antesala de las presidenciales que debían celebrarse este año. Para esta cita electoral, sólo quedaba anunciar quién sería el nuevo presidente: un mandatario octogenario y enfermo o su hijo Gamal, el eterno sucesor.
La insólita revuelta popular que estalló el 25 de enero necesitó 18 días para arruinar las aspiraciones monárquicas de la familia Mubarak y arrasar el crédito de su patriarca. La detención el miércoles por un período de 15 días del padre y sus dos hijos, Alaa y Gamal, fue el triunfo tardío de una revolución inconclusa. Y los rotativos no tardaron en subrayar el simbolismo de la medida. "La caída de la república de los ladrones", titulaba el semanario 'Sout al Umma' (La voz del pueblo, en árabe) junto a un montaje fotográfico con el matrimonio Mubarak y sus dos hijos entre rejas. Por su parte, el diario estatal Al Ahram, el altavoz del régimen que trató de minimizar el clamor popular, subrayó esta semana "la abrumadora sensación de alegría" que el arresto causó en "todos las clases sociales, religiones y estratos de la sociedad egipcia".
Crónica de un arresto
Con el paso de los días, la trágica caída de los Mubarak va revelando la intrahistoria que sacudió a la familia. El martes Hosni fue interrogado durante media hora por varios funcionarios y sufrió una "crisis cardíaca" que obligó a trasladarle a un exclusivo hospital de la localidad turística de Sharm el Sheij, en la península del Sinaí. Sólo alcanzó a dar su nombre, edad y ocupación para el registro (Mohamed Hosni Sayed Mubarak, 82 años y expresidente de la República Árabe de Egipto). Sus vástagos asistieron al interrogatorio y visitaron a su padre en el centro médico. Para entonces, ya sabían que su destino era la prisión de Tora, a las afueras de El Cairo pero evitaron informarle al mandatario derrocado. Habían declarado durante cuatro horas en Tor, la capital del sur del Sinaí.
Tras el paso por el hospital, los hermanos fueron trasladados al aeropuerto de Sharm el Sheij. A las 4.30 de la mañana llegaron a la capital egipcia. Esposados y vestidos con el traje blanco que llevan los presos en Egipto, fueron transportados en una camioneta de la policía a la cárcel de Tora. El centro penitenciario había albergado durante el régimen de su padre a activistas y opositores. Tras la revolución sus nuevos inquilinos son ex ministros y altos cargos del régimen de Mubarak.
Una vez en prisión, Alaa y Gamal entregaron sus teléfonos móviles y objetos personales y fueron recluidos en una misma celda. Según el diario independiente Wafd, Gamal interrumpió los sollozos de su hermano con un imperativo: '¡Cállate, muchacho!'. A la 7 de la mañana, los recién llegados aparecieron por el área de recreo de la cárcel y se reencontraron con otros protagonistas del régimen depuesto, que durante las últimas semanas han ido recalando en el centro acusados de abuso de poder, enriquecimiento ilícito o corrupción. El grupo rodeó a los vástagos del dictador y le interrogó por la salud de su padre. En La Granja de Tora, uno de los cinco edificios del complejo penitenciario, se encuentran además el ex primer ministro Ahmed Nazif, el ex jefe del gabinete presidencial Zakaria Azmi, y el expresidente del Parlamento, Fathi Sorour, entre otros.
Gamal y Alaa no probaron bocado de su primer desayuno entre rejas. Entretanto, el jefe de la cárcel, Nazih Gadallah, calmó el ánimo del resto de presos al asegurar que los hijos de Mubarak no disfrutarían de ningún trato especial. Hasta el miércoles, cuando ambos ingresaron en prisión con el gesto contrariado, los dos hermanos habían protagonizado periplos vitales diferentes.
Gamal, el heredero de la dinastía
La estirpe soñaba con perpetuarse en Gamal, de 47 años. El hijo menor representaba a la nueva guardia del desaparecido PND y durante la última década fue su cara visible mientras trabajaba para tomar el relevo en la presidencia del país. Gamal estudió en la elitista Universidad Americana de El Cairo y trabajó entre 1988 y 1994 en la oficina londinense del Banco de América.
De regreso a la tierra de los faraones, fue escalando posiciones en la formación de su padre y se rodeó de una impopular élite de empresarios corruptos que impulsó la liberalización económica del país. Uno de sus últimos servicios al PND fue la preparación de las elecciones trucadas del pasado diciembre.
Está casado con Jadiga al Gamal y tiene una hija.
Alaa, el primogénito desconocido
"En lugar de trabajar para ayudar a tu padre en el final de su vida, le arruinaste su imagen". La prensa egipcia atribuye esta frase a Alaa, de 49 años, quien se la habría lanzado a su hermano Gamal en las postrimerías del reinado paterno. El hijo mayor de Hosni y Suzanne cedió todo el protagonismo político a Gamal y se dedicó a hacer una próspera carrera en los negocios, principalmente inmobiliarios.
Tuvo dos hijos de su unión con Haidi Madi Rasek. La muerte en 2009 de uno de ellos, Mohamed, de 12 años, afectó mucho a su abuelo. Su dolor le concedió una imagen de humanidad y cierta simpatía que apenas duró unos meses.
Un futuro oscuro
Debido a su desigual protagonismo en la corte del faraón, los cargos que pesan sobre los dos hijos son distintos. Gamal está acusado de enriquecimiento ilícito, despilfarro de fondos públicos y la participación en el asesinato de manifestantes durante la revueltas. Alaa, por su parte, sólo ha sido acusado de enriquecimiento ilícito.
La prensa estatal tiene versiones opuestas sobre el actual paradero del patriarca Hosni Mubarak. Se desconoce si fue trasladado a un hospital cercano a El Cairo o permanece en Sharm el Sheij. Está previsto que la Fiscalía General de El Cairo reanude su interrogatorio el próximo 28 de abril por los cargos de corrupción y asesinato de inocentes durante la revolución. Sus hijos comparecerán ante la justicia el próximo 19 de abril para continuar con la investigación.
La calle aguarda impaciente el desarrollo de los interrogatorios. Hay muchos enigmas por desvelar. En una país en el que ricos y pobres viven separados por un abismo, es un misterio el valor exacto de la fortuna de la familia del último faraón, repartida en bancos egipcios y extranjeros y en exclusivas propiedades en Nueva York, Londres o Los Ángeles.
El clan debe responder además a un legado marcado por una ley de Emergencia, vigente desde la llegada al poder del cabeza de familia que permitió largos encarcelamientos sin cargos. Y creó un estado policial que a través de su brazo ejecutor, la temida Seguridad del Estado, limitó las libertades y sembró el terror y la impunidad.
Un futuro sombrío amenaza a una familia destronada. La esposa del ex presidente egipcio, Suzanne Zabet, comparecerá en los próximos días ante los tribunales acusada de enriquecimiento ilícito. Las esposas de Alaa y Gamal también están siendo investigadas por corrupción. Sus maridos se enfrentan a un largo presidio, incluso si su defensa depende de los mejores abogados que el dinero pueda comprar. Y la mayor incógnita es saber si la salud o la muerte indultarán al hombre que gobernó Egipto durante 30 años. Al militar heroico que se creyó faraón y que afronta su otoño lejos de la corte y transfigurado en villano.
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