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martes, 22 de diciembre de 2009

El austero entierro del 'Jefe de jefes'

La ceremonia fue más austera de lo que se preveía. No corrió el whisky, ni la cocaína, ni los cócteles de marisco, ni tampoco cantaron los mariachis, sino que se sirvieron agua y zumos en silencio. Sin estridencias.

Tampoco el cortejo fúnebre hizo ruido. Los cadillacs 4x4 de lujo y cristales oscuros recorrieron lentamente el centro de Culiacán. Salieron por la avenida Álvaro Obregón, giraron en la calle Avenidas Hermanas y siguieron después por la carretera México-Nogales hasta el cementerio de la capital de Sinaloa.

Precisamente de aquí ha salido durante generaciones lo más granado del narcotráfico mexicano o escritores como Elmer Mendoza, padre de la ‘narcoliteratura’, un género que se convierte en costumbrista con cada nueva ‘balacera’. Perfectamente podría haber salido de sus páginas la hilera de vehículos que el domingo recorrió el centro de la ciudad entre calles polvorientas y casas bajas levantadas con más o menos gusto, pero siempre limpias y bien arregladas.

Ya en el cementerio unas cien mujeres, sólo mujeres, acudieron a despedir a Beltrán Leyva metido en un ataúd de madera, uno de los más caros, pero ni mucho menos bañado en oro tal y como especulaba la prensa local.

Todo muy austero para los gustos del lugar y para la importancia de unpeso pesado del narcotráfico. Lo más lujoso que llegó fue unainmensa corona de flores de varios metros de alto que necesitó deocho personas para moverla y que tenía un valor cercano a los 2.000 euros. Quién la envió, es uno más de los secretos que se quedan en Culiacán. Al entierro no asistieron ni el padre ni los hermanos del extinto capo, ni terminó con ráfagas de AK-47 al aire.

A pocos metros del grupo de mujeres que rezaban, y entre las que estabaFelícitas Beltrán Leyva, hermana de Arturo, medio centenar de soldados siguieron muy de cerca el entierro. Unos desde la tanqueta y otros con las botas en el suelo pero el rifle cargado y sin seguro. Porque aquí todo el mundo intuye que esto no es más que una tregua en medio de una “guerra” que se recrudecerá con su muerte.

Finalmente Beltrán Leyva tuvo que ser sepultado en Culiacán, pero este no era el sitio escogido por la familia. Este lugar ya no es bien visto, desde que se tuvo que largar hace tres años cuando rompió su sociedad con el cártel de Sinaloa, liderado por el Chapo Guzmán. Hasta entonces hermanos, ahora furibundos enemigos. Aquella ruptura se había sellado con dos gestos que se salían de lo profesional para entrar en lo personal. Una fue la ejecución del hijo de el Chapo y la otra la detención del hermano de Arturo, Alfredo Beltrán Leyva, ‘El mochomo’.

Así Arturo Beltrán Leyva, rompió con su socio que se mudó a la zona de Morelos y Guerrero (en el centro y oeste del país), donde se hizo fuerte en un tiempo récord, sembrando de terror y de balas la zona. Ahora que regresaba con un tiro en la cabeza a Culiacán, su familia queríaenterrarlo en el pequeño Badiraguato, en la sierra de Sinaloa, donde había nacido hace 48 años. Pero a última hora sus familiares cambiaron de opinión.

El cementerio de Culiacán es uno de esos monumentos que no salen en ninguna guía turística pero que explican mejor que cualquier museo la historia de un lugar. Entre los cipreses, se levanta una pequeña ciudad jalonada por decenas de criptas del tamaño de un chalet de tres pisos que combinan simbología católica, con bóvedas, cúpulas y pequeños jardines para el descanso.

Los grandes ‘narcos’ comparten su eterna existencia en cúpulas y en metros cuadrados, mientras que los jóvenes sicarios, aquellos cuya vida no pasó del primer enfrentamiento, tienen que conformarse con nichos más pequeños. Pero el lugar del descanso eterno para los capos, o el ‘jefe de jefes', es otra cosa. Cuentan con aire acondicionado, sillones, habitaciones para el descanso, salas para jugar a las cartas y espacio para que toque la banda de música. En el interior no falta una foto de San Malverde o de la virgen de Guadalupe. Y flores, muchas flores, siempre frescas, que nadie sabe quien pone, compra o riega.

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