La noche más negra cayó sobre Río. El momento más bajo de la
campeona, humillada sobre el sagrado césped de Maracaná. Una
capitulación en toda regla justo un año después de sumar su tercera
corona europea en Kiev. Un domingo donde La Roja, incapaz de tejer su
juego, se vio superada en todos los frentes. Un castigo tan duro que
hasta cuesta creerlo.
Llegó tarde a todos los balones España, superada en lo físico y lo
táctico. Jamás en este lustro triunfal se vio tan a merced. Ni siquiera
en los amistosos ante Portugal (4-0) o Argentina (4-1). Fue una barrida
en toda regla de la 'canarinha', siempre mejor colocada, más agresiva,
más concentrada. Capaz, entre otras cosas, de cometer 27 faltas justo en
el sitio en que no son castigadas siquiera con una amarilla.
Faltó actitud y sobraron errores en la entrega, algunos de ellos
impropios. Y el centro del campo se convirtió en una Zona Cero para
Iniesta y Xavi, barridos sin piedad por una nube de camisetas amarillas.
Sin el balón en los pies (pese al ficticio 56 por ciento de posesión)
España fue un fantasma sin rumbo. Los 153 pases del dúo español no
condujeron a nada.
La opción de Javi Martínez
Ni siquiera podía sacarla desde atrás la gente de Del Bosque. Ni en
botas de Piqué, ni tampoco en las de Busquets. Perdida las referencias,
la influencia de Pedro o Mata quedó anulada por completo. Por mucho que
lo intentara Torres de espaldas, no había ni sombra de las habituales
combinaciones. Ahora es fácil analizarlo, aunque quizá la figura de Javi
Martínez en la medular hubiera facilitado el asunto.
También se echó de menos a Fábregas, un futbolista que ante Uruguay
había ofrecido un rendimiento extraordinario. Y el trabajo en el área de
Soldado, lesionado desde entonces. Porque sí, hace apenas dos semanas,
España bordó el fútbol en Recife. Así que aventurar un final de trayecto
en este equipo parece algo más que aventurado.
Eso sí, conviene aprender de los errores de Maracaná, donde todos los
males llegaron con furiosa puntualidad. Desde el gol en el minuto
inicial hasta el penalti de Ramos o la expulsión de Piqué. La hoja de
ruta, fundamentada en el balón, no se discute. Pero la campeona de todo
no puede permitirse otro naufragio a gran escala en el Mundial. Esta
deshonra debe servir como escarmiento.
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