Temperaturas que sobrepasan en ocasiones los 35 grados centigrados, aunque la sensación térmica a veces es mayor, conforman el ambiente veraniego en la capital, donde la población retorna a la rutina y el bullicio se aprecia en calles y comercios, pese al ayuno musulmán.
El reloj comercial de Damasco, el mercado de Hamidiyeh, comienza a dar la hora, está más animado y al mediodía más gente lo atraviesa rumbo a la Gran Mezquita edificada por los Omeyas en el siglo VII, donde está la historia de la iglesia bizantina de San Juan Bautista que le precedió en aquel mismo lugar.
Semanas atrás el temor se adueñó de la población, y en menos de cinco minutos una persona podía atravesar la calle principal del mercado, cuya entrada principal se encuentra resguardada, a escasos metros por la imponente estatua de Saladino, el sultán que enfrentó la invasión de los llamados cruzados.
Ahora, ya se hace más difícil caminar, aunque los comerciantes aún esperan que la situación mejore y la aglomeración de clientes muestre el esplendor del mayor mercado cubierto de esta región, para algunos Medio Oriente y para otros Cercano Oriente.
Semanas atrás después de la 08:00, hora local, largas columnas de humo que se levantaban de algunos barrios de la ciudad formaban una nube negra en el cielo damasceno.
Las nubes negras causadas por los incendios de neumáticos y usadas por medios televisivos occidentales para dar una imagen de caos, del bombardeo de la ciudad por fuerzas gubernamentales y de grandes batallas desaparecieron luego de la derrota de las bandas armadas.
Damasco recupera la calma, los comercios esperan por más clientes, mientras la población comienza a respirar una aire de tranquilidad aunque el temor aún no desaparece.
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