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jueves, 14 de abril de 2011

Fiarse del Diablo


Las empresas energéticas, como los buenos políticos, tienden a asegurarnos que todo va bien y que todo está bajo control. Tras la catástrofe de Fukushima Dai-ichi, se ha abierto un nuevo debate nuclear que puede frenarle los pies a la administración de Obama, cuyo presupuesto del 2012 incluye 36.000 millones de dólares en prestamos garantizados a empresas energéticas para la construcción de nuevas centrales nucleares.

El sector nuclear se ha dado prisa en explicar que sus centrales no son como las de Japón (como ya indiqué en este blog), sino mucho más seguras, aunque 23 de los 104 reactores en suelo americano sean del mismo diseño que los de Fukushima.

En el caso de las dos plantas atómicas construidas próximas a fallas tectónicas californianas, los expertos de las centrales dicen que están diseñadas para resistir terremotos diez veces más fuertes que los que podríamos sufrir. Quiere decir que, según los expertos, la falla de Cristianitos, a ocho kilómetros de la central nuclear de San Onofre, es capaz de temblar sólo hasta un 6.9 en la escala Richter, y la falla de San Gregorio-Hosgri, a 3.700 metros de la central de Diablo Canyon no sufrirá temblores de magnitud mayor a 7.4. San Onofre y Diablo Canyon están diseñadas para resistir terremotos de magnitud 7.0 y 7.5, respectivamente.

Pero hay un pequeño problema. Resulta que hace un par de años se descubrió una nueva falla, bautizada como Shoreline, a 275 metros de la central de Diablo Canyon. Pacific Gas & Electric (PG&E), la empresa energética que construyó y opera la planta, invertirá 17 millones de dólares en un estudio tectónico en 3D para intentar pronosticar cuál sería el peor terremoto que pudiera causar esta falla.

Sin esperar a los resultados, PG&E se apresuró a pedir la renovación de la licencias de explotación por veinte años más, aunque estas no caduquen hasta el 2024 y 2025. La Comisión de Regulación Nuclear (NRC, por sus siglas en inglés) estuvo a punto de renovar la licencia, aun sin el nuevo estudio sísmico, porque estos no forman parte de dichas solicitudes.

¿Es casualidad que la NRC esté de acuerdo con PG&E? Seguro que sí. No puede ser que la NRC este sobornada por las empresas eléctricas. Eso sólo pasa con el petróleo, no con la “energía pacífica”. Algunos dirán que hubo un caso de soborno al presidente y los directivos del Sierra Club, la ONG ecologista, que le vendió el alma al Diablo Canyon. Pero eso fue hace mucho, allá por 1963.

¿Nos creemos las palabras tranquilizadoras de las compañías sobre la seguridad de sus centrales nucleares? ¿Por qué no? Si dicen que son seguras, será que lo son. También Transocean, la compañía que operaba la plataforma petrolífera de BP, dijo que el 2010 fue “año más seguro de la historia de la compañía”, para justificar bonificaciones de 898.282 dólares a sus cinco principales ejecutivos.

No importa que la explosión de su plataforma matara a once trabajadores, nueve de ellos de Transocean. Tras las críticas de la prensa, los buenos ejecutivos donaron “voluntariamente” el 25% de la bonificación a un fondo establecido para ayudar a los familiares de las víctimas del accidente. Los pobres hombres redujeron su salario “de unos respetables 19,6 millones de dólares a los impensables, esclavizadores, empobrecedores $19,3 millones”, según Colin Barr, periodista de la revista Fortune.

¿Qué se pierden once vidas y se vierten millones de litros de crudo al océano? No importa, porque Transocean dice que ha sido "el año más seguro". Si lo dice una “power company” será porque es verdad. --La palabra “power” (poder, en inglés) se utiliza para denominar todo lo que se relacione con la energía. Tanto las dirección asistida (power steering), las herramientas eléctricas (power tools) o las empresas energéticas (power companies).

Según esos estándares, PG&E tiene un historial muy fiable a la hora de garantizar seguridad. De hecho, se invirtieron 5.800 millones de dólares en la construcción de la central Diablo Canyon, en lugar de los 300 millones presupuestados, para corregir los numerosos errores cometidos por los ingenieros y albañiles. Tuvieron tanto cuidado que construyeron los reactores tres veces.

No se descubrió “oficialmente” la mencionada falla Hosgri hasta octubre de 1972, una vez aprobada la licencia de construcción del segundo reactor, a pesar de que sismólogos de empresas petrolíferas ya la habían encontrado en febrero de 1969. Un despiste lo tiene cualquiera, pero no se preocupen porque las cúpulas de los reactores fueron reforzadas posteriormente, aunque uno de las protecciones sísmicas fuera instalada al revés.

Es cierto que Diablo Canyon no es Fukushima, y que cuenta con muchos sistemas de seguridad, incluyendo generadores de emergencia propulsados por gasoil lejos del mar. Pero durante su historia han ocurrido cosas que le podrían a uno quitar la confianza depositada. En 1975 fallecieron hasta 13.000 orejas marinas, debido al vertido de cobre al mar cuando la central se puso por primera vez en funcionamiento. Nada de que preocuparse, porque ya se le amonestó a PG&E con una multa de 14 millones de dólares para que aprendieran la lección, aunque luego no tuvieran que pagarla gracias a sus abogados. Que les sirva de aviso.

El resto de los sucesos de Diablo Canyon son pecata minuta. Según Mothers for Peace, entre 1984 y 1985 se realizaron varios arrestos de guardas de seguridad que traficaban cocaína. Durante el terremoto San Simeón de 2003, con una fuerza 6.5 en la escala Richter, 56 de las 131 sirenas de emergencia distribuidas por la zona no funcionaron porque las baterías no estaban cargadas (lo que significa que 75 sirenas sí funcionaron). En octubre 2008 una de las entradas de agua del mar para la refrigeración de los reactores dejó de operar durante dos días, bloqueada por medusas, pero lo solucionaron sin tener que cerrar la planta.

Y no hay nada de que preocuparse a nivel de los desperdicios radioactivos. Las dos piscinas que almacenan los desechos de Diablo Canyon estaban a punto de rebosar, pero la creatividad de los ingenieros, y los abogados, hizo que se inventara la manera de meter el doble de la basura nuclear en el mismo espacio. Cierto que, tras veintiseis años de operación, las piscinas ya están otra vez casi llenas, pero seguro que PG&E encuentra una nueva solución para seguir almacenando otros lustros más de desechos.

Lo único que aquí tenemos políticos que a veces le plantan cara a la empresas energéticas en lugar de seguirles siempre la corriente, a diferencia de Nueva Orleans, donde tanto demócratas como republicanos defendieron seguir perforando tras el accidente de BP. El senador republicano en la cámara californiana, y sismólogo, Sam Blakeslee y la congresista demócrata Lois Capps han pedido que se complete el estudio sísmico antes de aprobar nada.

La NRC quería seguir adelante con la renovación del permiso de Diablo, pero hubo una agencia estatal que se atrevió a frenarle los pies a PG&E. La Comisión de Utilidades Públicas de California (CPUC, por sus siglas en inglés) canceló una reunión que tenía con PG&E para autorizar una subida de tarifas de electricidad que cubriera los gastos de renovación de la licencia.

Resulta que los 85 millones de dólares que tiene que gastarse PG&E en dicho proceso se lo van a pasar al consumidor, y lo tiene que aprobar la CPUC. Al final, PG&E han decidido echar el ancla y frenar la petición de la extensión, por ahora.

Y volviendo a los 85 millones. PG&E vende la moto como una subida de tarifas, al igual que ya hizo en 1989, incrementando el precio de la electricidad de 8 a 14 céntimos por kw/h, para cubrir los gastos de construcción de Diablo Canyon (incluyendo los US$110 millones invertidos en abogados). Está bien saber que el capitalismo funciona.

Algunos se atreverán a decir que esto es un impuesto nuclear y que los contribuyentes nos podríamos gastar esos 85 millones en instalaciones de energía solar, citando esta tabla de comparación de gastos de producción energética, Dirán que podríamos producir 16.000 megavatios/hora si destinaramos “la subida de tarifas” a la construcción de una torre solar, ocho veces más que los 2.200 megavatios/hora que generan los dos reactores de Diablo. Y añadirán, quizás, que los gastos de mantenimiento de una planta de energía solar son mucho menores, que las placas solares son menos tóxicas que los desechos nucleares, y que además el la energía del sol no vierte agua radioactiva al mar.

Nota: Este sábado día 11, al mediodía, Mothers for Peace organiza una protesta contra la central de Diablo Canyon.

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