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lunes, 30 de agosto de 2010

El Mallorca cierra la puerta a Mourinho

Hay tiempo por delante para Mourinho y para el Madrid, aunque no ayuda en nada empezar la Liga con un empate en Palma (0-0), un partido de dos caras: más que mediocre primer tiempo y final nervioso, intenso, repleto de ocasiones. Aouate se encargó de desbaratarlas y Florentino miró apesadumbrado hacia el cielo de su querida Palma. Un solo punto sin goles, un gatillazo dos horas después de la primera exhibición del Barcelona, un inicio discreto en una temporada donde las comparaciones con el rival serán algo más que moneda común. [Narración y estadísticas] [Vídeo-debate: ¿Qué le falta al Madrid?]

También habrá quien eche la vista atrás para relacionar a este equipo con el que dejó Pellegrini en mayo. Y por lo visto en el Iberostar Stadium, los parecidos pueden ser bastante razonables. El Madrid, como en el desenlace de la pasada Liga, sigue encomendando su destino a las botas amarillas de Cristiano. Así sucedió en el primer tiempo, donde el prometedor inicio de Canales apenas duró cuarto de hora. Por no hablar de Di María en la derecha, sin profundidad ni presencia ante Ayoze.

El Madrid se topó por primera vez con unos problemas que se repetirán decenas de veces este año. Un rival acurrucado, temeroso de la ira de Cristiano o Higuaín, consciente de su inferioridad, renunciando a la pelota salvo para organizar un contragolpe. Un panorama viejo como el fútbol que no pudo despejar el equipo de Mourinho, sin la imaginación suficiente para trasladar el balón con rapidez y precisión en la línea de tres cuartos.

El disparo de Castro

No tiene genios de la sutileza como Fábregas o Silva, así que debe resolver a las bravas. Esto es, con los acelerones de Cristiano por la izquierda o los desmarques de Higuaín por el carril central. De este modo llegaron las dos mejores ocasiones antes del descanso. La primera, en el minuto ocho, desactivadas por la agilidad de Aouate, presto a echarse a tierra cuando le desafió el Pipa. Antes del cuarto de hora, el israelí respiró al ver lejos de sus palos un tremendo disparo de Cristiano, perfilado en la izquierda, el sitio donde le quiere Mou.

Ahí terminó el bagaje blanco. Ahí y en otra carrera de Higuaín frenada en falta por Rubén, aunque el árbitro no se diese por aludido. Desde entonces, el Mallorca de Laudrup se reafirmó en sus convicciones, metió fuerte la pierna y nunca descuidó su espalda. Incluso se animó con la clarividencia de Gonzalo Castro o la movilidad de Víctor Casadesús. En la bota izquierda del argentino se perdió el mejor intento de derribar a Casillas, un disparo cruzado que puso a la gente de pie.

Un aviso que aplacó aún más al Real, con su ataque soso, con las nulas ayudas de los laterales, con un aspecto de lo más descorazonador. De hecho, no abandonó el letargo hasta que compareció Özil y se puso a inventar donde ya no podía Canales. Un par de pasecitos en la línea de tres cuartos para sus delanteros y el fútbol parecía otra cosa. Mourinho, además, apostó por Khedira para trasladar a Lass al lateral. Benzema, que ya andaba por ahí, también tuvo sus minutos. Así que con los nuevos talentos en acción y el cansancio aturullando al rival, las ocasiones se sucedieron a borbotones.

El empujón final

Rubén y Nunes, los centrales, habían dado sobradas muestras de fiabilidad, aunque ahora se veían desbordados. Así que tuvo que surgir de nuevo Aouate para cerrar los últimos resquicios. En el minuto 76 le cerró los ángulos a Cristiano hasta obligarle a disparar al lateral de la red. Poco después, cara a cara con Higuaín, colocó el pie en el sitio exacto. Por ahí tampoco iban a pasar.

El Madrid notaba el tintineo del segundero, acuciante, irreversible. Y casi sin querer, descuidó su zona, alentando las aspiraciones del Mallorca, con un par de transiciones de esas que hacen daño de verdad. Una la frenó Carvalho y otra la envió Pina a la tribuna con una volea desde el corazón del área.

El partido tenía dos direcciones, aunque el Madrid siempre empujó más y mejor. Khedira cabeceó fuera un templadísimo envío de Özil y Benzema volvió a parecerse a su primo, ese que dicen que jugó en Chamartín el pasado campeonato. Los recogepelotas se declaraban en huelga y Mourinho se desquiciaba con el cuarto árbitro. Nada podía hacerse ya para evitar ese 0-0 y ese regusto amargo.

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