El sueño se hizo realidad. Después de pelearla mucho. Con momentos buenos, regulares y malos. Ahora, todo eso es historia. Es simple pasado, incluso casi inmediato, como podría considerarse al del repechaje.
El sueño se hizo realidad. Eso es lo importante. Y ahora llegó el momento de asumirla. Es decir, Uruguay está en un Mundial. Vuelve al Mundial después de 8 años. A partir de hoy, entonces, en Ciudad del Cabo, hay que hacerse cargo.
Puede haber distintos enfoques de la misión que la "vieja y querida" Celeste tiene, pues, por delante. Por un lado está el pensamiento del técnico y sus jugadores en el sentido de que para todos ellos se trata de una oportunidad única e incomparable de "disfrutar" la magna instancia. Por otro está la percepción de que, como siempre, el pesado recuerdo de antiguas glorias está esperando y, de algún modo, hasta exigiendo, reclamando, o por lo menos anidando una esperanza popular que sería colosal que una nueva generación del fútbol uruguayo pudiera contemplarla, de que se vuelva a reeditar, al menos en cierta medida, alguna de aquellas hazañas que ya se avizoran casi como perdidas en el fondo del paso de los años.
Sea como sea, entre las dos interpretaciones de esta gesta que emprende Uruguay al debutar contra Francia, que llega a la cita ostentando la condición de vicececampeón mundial, que ganó con la participación de varios de sus futbolistas actuales en 2006, puede haber un punto de contacto entre ambas.
Esto es, tras la clasificación, los celestes jugaron dos amistosos ante rivales no muy exigentes, no demasiados calificados, como Suiza e Israel, aunque el primero también es uno de los 32 participantes de Sudáfrica, y en dichos compromisos el equipo mostró un funcionamiento más armónico y suelto que el que tuvo en la mayor parte de las Eliminatorias, donde hubo pasajes que dio la sensación de jugar atado por el peso de las circunstancias.
De modo que, si hoy Uruguay consigue mantener ese nivel de fútbol que expuso frente a Suiza e Israel, hay motivos como para creer que es posible que Tabárez y sus jugadores concreten su deseo de jugar el Mundial y a la vez "disfrutarlo", algo que no parece que vaya a ocurrir si, por más que la tarea a llevar a cabo no es fácil, pues el grupo que les tocó a los celestes se presume parejo y complicado, no se logra la clasificación a la segunda fase.
Por aquel viejo "principio quieren las cosas", el camino de la selección en el Mundial de Sudáfrica empieza hoy en Ciudad del Cabo, en un partido al que el entrenador y sus jugadores le han dado una relevancia poco menos que excluyente, en cuanto a la importancia que puede tener el resultado, por la incidencia que el mismo pueda tener en la futura decisión de la serie.
CUIDADO. Quizá esa evaluación pudo haber sido exagerada, y hasta arriesgada, porque si la llave es tan pareja, y si bien es cierto que con un triunfo se daría un paso muy grande en dirección a la segunda fase, porque además de ganar tres "puntazos" Uruguay le mandaría un mensaje de "aquí estoy yo" a Francia, México y Sudáfrica, cualquier otro resultado no dejaría fuera de carrera a los celestes, pero podría mellar su espíritu, ante la imposibilidad de conseguir un objetivo al que se apuntó con tanta firmeza.
En fin, eso es parte de la necesidad de asumir la realidad que fue largamente soñada. Ahora hay que hacerse cargo de ella, tratando de que no se repita lo que ocurrió -justamente, con Tabárez como técnico- hace 20 años en el Mundial de Italia, cuando todo se fue yendo barranca abajo después que Uruguay hizo un gran primer tiempo en su debut frente a España y, en perjuicio de su chance, se sintió "tocado" después que Ruben Sosa malogró la posibilidad de concretar aquella manifiesta superioridad de los celestes al rematar un penal por arriba del travesaño.
Las cifras
5 enfrentamientos hay en la historia entre Uruguay-Francia. Los celestes ganaron dos y los galos uno.
0-0 así terminó el último partido entre franceses y uruguayos. Fue en 2008 y se disputó en Saint Denis.
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