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jueves, 7 de enero de 2010

Una 'comuna' para vivir del aire

La familia López consume cerca de 11.000 kilovatios de energía al año sin salir de casa. Otros 10.000 se los funde en desplazamientos en coche o moto. Todo junto se convierte en casi 5.000 kilos de dióxido de carbono flotando en el aire.

¿Cómo generar electricidad limpia o verde para compensar las emisiones de CO2? La solución está en las energías renovables, que no siempre están al alcance de todos. Para democratizarlas ha nacido un proyecto llamado Vivir del aire del cielo, que consiste en instalar un aerogenerador de 1.670 kilovatios en un municipio rural de Cataluña. La máquina, que cuesta dos millones de euros, la compran personas, familias y entidades sin ánimo de lucro que quieren generar la misma cantidad de energía que consumen de manera ecológica. La familia López lo lograría invirtiendo 12.545 euros.

"Es como montar un parque eólico, pero al revés", resume David Verdaguer, uno de los integrantes de este futuro accionariado popular. "Todos participamos en la inversión, todos recibimos beneficios y entre todos decidiremos dónde ubicar el molino", explica. La sección española de la asociación europea por las energías renovables (Eurosolar), impulsora de la iniciativa, empieza ahora a tantear algunos municipios. Se busca localidad rural, de menos de 5.000 habitantes, próxima a una línea eléctrica de 25.000 voltios y dos condiciones imprescindibles: fuerte viento y el beneplácito del gobierno local.

Pep Puig, coordinador del proyecto, señala que la iniciativa ecológica es una nueva forma de solidaridad entre ciudades y pueblos. "La economía moderna se olvida de las zonas rurales y sus habitantes acaban optando por mudarse a núcleos urbanos. Aprovechar los recursos renovables de los territorios rurales es un modo de supervivencia que puede evitar la despoblación". Estos lugares tienen oportunidades de ingresos, pero no las inversiones suficientes. Y ahí entran los urbanitas. Con su aportación económica ayudan a los pueblos mientras generan energía verde, algo que no pueden hacer en la ciudad por falta de dinero, permisos o acuerdos con la comunidad de vecinos.

Es el caso de David, que vive en Terrassa. Pondrá 1.000 euros para comprar, instalar y poner en marcha este molino comunitario, que tendrá más de 20 años de vida útil. "Hemos supuesto que el aerogenerador funcionará 2.000 horas anuales, es decir, que generará 3.340.000 kilovatios/hora al año [equivalente al consumo anual de 1.000 familias]. Los ingresos por venta de electricidad rondarán los 250.000 euros anuales durante los primeros 20 años y llegarán a los 204.000, los siguientes", explica Puig. En nueve meses, Eurosolar ha reunido una cuarta parte del dinero necesario para adquirir el molino con las aportaciones de un centenar de personas y calcula que este año el aerogenerador estará en marcha. Una entidad, Eolpop, SL, asumirá la titularidad del molino y emitirá cuotas participativas para garantizar los beneficios según su aportación.

Cualquier persona puede ser generadora de energía y vender electricidad a la red. Pero si esta electricidad se produce mediante fuentes renovables, como el viento, la instalación que la genera pasa a formar parte del llamado régimen especial de generación. Porque comportan ahorro energético, disminuyen la dependencia del petróleo y otros combustibles fósiles y porque reducen las emisiones de CO2, las personas o empresas que inyecten estas energías a la red "serán remuneradas a un precio justo", cuenta Puig, "que está por encima del precio de mercado".

"Se trata de un privilegio, no de una subvención", advierte. Es el precio que se paga por los servicios ambientales prestados y es un incentivo de mercado para que, en el futuro, los valores se igualen. "El dinero es lo de menos, no participamos para hacernos ricos", dice Cristina Ramos, copropietaria del molino. Ella y su pareja invertirán 2.000 euros. "Preferimos meter nuestro dinero en un proyecto de futuro, como es la eficiencia energética, que en un fondo de inversión".

Vivir del aire es una iniciativa pionera en España, que sigue el ejemplo de proyectos daneses y alemanes. En Dinamarca nacieron las primeras cooperativas eólicas, como revulsivo a la energía nuclear. Allí surgió la primera empresa mundial de molinos de viento. En España, la energía eólica comercial llegó en 1984 con un aerogenerador de 15 kilovatios construido en Vilopriu (Baix Empordà).

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