El césped del estadio monegasco es el mejor de los pastos para las palomas y el juego está en sitios como los hoteles o el Casino. A Messi le dio lo mismo porque convirtió un obsequio de Guarín en gol. Le faltaba marcar solo en un torneo, la Supercopa, y no dejó pasar una nueva ocasión para dejar su firma y mantener al Barça en el trono de Europa. El círculo victorioso azulgrana gira a la misma velocidad que antes, hace ya tiempo, daba vueltas el de la derrota. Ya son 12 títulos sobre 15 con Guardiola.
A cada partido, encuentran los azulgrana un punto de motivación colectiva y diferentes retos individuales para mantener su jerarquía. Ahora es el momento de Messi, también de Iniesta, el chico de la final, y sobre todo de Cesc, que aparece en el tramo final de cada encuentro para certificar el triunfo. Anoche, volvió a marcar un golazo después de un pase, naturalmente de Messi. La verticalidad de Cesc puede ser fundamental para que tenga continuidad la racha del Barça, ayer afortunado, aún en rodaje.
Al Barcelona le costó Dios y ayuda entrar en juego ante el fiero Oporto. No se sabe muy bien qué pretendía Guardiola con la alineación de Keita, salvo que quisiera resguardar al equipo por dentro y compensar su falta de altura, una deficiencia muy a tener en cuenta en las jugadas de estrategia, punto fuerte del campeón portugués, un plantel muy bien trabajado y organizado, valiente en el campo, intimidador con su línea de tres delanteros.
A cambio de ganar físico, los azulgrana perdieron cintura sin Busquets. La ausencia de centrales naturales, especialmente de Piqué, y de un volante de creación, desdibujó la línea de pase y su fútbol perdió armonía y creatividad, entregado exclusivamente a la clarividencia de Iniesta. A los interiores nos les llegaba la pelota, mayormente en cancha barcelonista, y Messi quedaba muy desconectado, de manera que el partido fue durante un buen rato un excelente monólogo táctico del Oporto.
Apretaban muy arriba los dragones, no salían de su patio los azulgrana y las faltas tácticas, saques de esquina y fueras de banda se sucedían ante Valdés. Los portugueses fueron tan genuinos y se gustaron tanto que se suicidaron en una jugada propia de los equipos que tienen querencia por el cuero, incapaces de tirar al bulto, nada de patear la bola. Guarin quiso jugar para su portero sin advertir la presencia de Messi, que se interpuso para dejar un gol delicioso, muy sutil. La Pulga quedó habilitado por el error del volante colombiano, apretado por Pedro, y se sacó al portero que se le echaba encima con un regate para adentro, un recorte muy messiano, para quedar encarado a portería y adornar el regalo. La finura y la velocidad del argentino, desequilibrante en sus aceleraciones, redimieron al Barcelona, falto de ritmo, desfigurado por las excelentes prestaciones del Oporto.
El gol de Messi, en cualquier caso, no alteró el guion del partido, de manera que el Oporto siguió dale que te pego y Messi continuó con un repertorio que no siguieron Pedro ni Villa. Guardiola no tardó en recurrir a Alexis y sacar a Busquets, para calmar el choque y ayudar a Iniesta, figura y punto de luz azulgrana en la divisoria. Al rato se añadió Cesc, ya con el equipo más puesto y espabilado, y el partido viró del lado del Barça.
Cesc le da verticalidad, profundidad, llegada y gol al Barcelona. Huele la portería, y su olfato fue al final decisivo para cerrar una contienda mal arbitrada y, por tanto, a expensas durante una hora de cualquier error. A Abidal, por ejemplo, muy bien le pudieron pitar un penalti por una tontería que el colegiado ignoró para suerte azulgrana. La salida de Cesc acabó con la incertidumbre y el Oporto, siempre generoso, se puso a dar patadas, cosa que le costó la expulsión de Rolando.
No está todavía fino ni en forma el Barça. Tiene, sin embargo, jugadores como Iniesta, Messi y Cesc para ganar los trofeos en juego, de momento las dos supercopas, la cuarta de Europa después de ocho finales. Ya son 15 títulos continentales en total. No para Messi y no se detiene el Barcelona.
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