Llama mucho la atención el silencio clamoroso de nuestros obispos ante un hecho de enorme magnitud como es el Movimiento del 15M.
Un Movimiento, que está consiguiendo movilizaciones impresionantes en todas las localidades de España y que ahora se extiende también a numerosísimas plazas de distintos distritos y barrios. Un Movimiento, que ha conseguido traspasar nuestras fronteras y ampliar su eco movilizador en muchísimos otros países de todo el Mundo.
Un Movimiento, que ha quitado el protagonismo a los partidos que concurrían a las elecciones municipales y autonómicas para acaparar todas las portadas de periódicos nacionales y extranjeros.
Pues bien, nuestros obispos, que tanto hablan cuando son temas que tocan asuntos de sexo o de mantenimiento de privilegios del nacional-catolicismo y que tanto hablan sobre el derecho a la vida, ahora, que la vida de millones de seres humanos están tan en peligro (sin trabajo, sin casas, sin dinero, sin posibilidades de futuro laboral etc…) están todos calladitos y en silencio. Como si nada les importara.
Y los poquitos que hablan ( salvo alguna dignísima excepción), mejor que se quedaran callados. Porque, para oir lo que dicen….!
Así Rouco, nuestro presidente de la Conferencia episcopal, tan atareado con la preparación de la JMJ ha dicho que:”el problema de los jóvenes tiene que ver con su alma, con su corazón” “Ahí es donde están los problemas más serios”
Y Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, ha ido muchísimo más lejos al decir que: “Son grupos radicales y habituales representantes de organizaciones antisistema” (Ahí va…!)
La excepción digna ha venido de Monseñor Piris, obispo de Lleida, presidente de la Comisión episcopal de Medios de Comunicación social, quien ha expresado abiertamente su apoyo al movimiento 15-M, que reivindica, entre otras cuestiones, “una mayor participación ciudadana, unas relaciones más justas, una menor dependencia de ciertos poderes económicos y que los gestores de la vida pública tengan en cuenta la realidad”.
” Piris ha considerado “positivo” que la sociedad demuestre que está “viva” y haya despertado y expresado su inconformismo “con una realidad que no gusta”.
También dijo que:”Las imágenes del desalojo son aterradoras y seguramente no se tendría que llegar nunca a este extremo”.
Pero todos los demás obispos, callados. No se les ha escuchado nada en los medios. Ellos, que tanto hablan cuando son los temas de siempre: sobre relaciones prematrimoniales, sobre aborto, sobre la necesidad de impartir religión en las escuelas y contra educación para la ciudadanía, sobre los anticonceptivos etc….
Yo me pregunto si en España todos nuestros obispos tienen miedo de significarse opinando sobre este movimiento de los “indignados” por un sistema que les excluye y margina y que “ponen el dedo en la llaga” de muchas cuestiones que millones de españoles sentimos que son muy ciertas, o es que realmente piensan que sobre estos asuntos no tienen nada que decir porque no les compete.
Sí hay que destacar que otros colectivos de Iglesia han expresado abiertamente su apoyo y solidaridad: Comunidades Cristianas Populares de Andalucía y de España, MOCEOP, la HOAC, la Comisión General de Justicia y Paz, la Parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid… y posiblemente otros muchos que yo no tenga conocimiento.
Es triste constatar esta enorme distancia entre nuestra jerarquía y la realidad social más dura que denuncia el Movimiento del 15M.
Aunque a veces, incluso entre compañeros de los movimientos de cristianos de base en que milito, piensan que hay que olvidarse de los obispos y “pasar” de ellos porque no nos representan, la verdad que no comparto esa opinión.
Pienso que nuestros pastores deberían dar ejemplo de esa sensibilidad que Jesús de Nazaret sentía por los últimos, por los que no tenían nada, por los que eran marginados del sistema social y religioso de su tiempo.
Y que debemos exigirles que actúen en consonancia con el Evangelio cuando se apartan de él. Aunque sólo nos quede la denuncia.
Ya me gustaría que nuestros obispos fueran todos como Pedro Casaldáliga, como Helder Cámara, como Oscar Romero…
Aunque eso sí: nosotros debemos hacer lo que tenemos que hacer.
En este caso, uniéndonos y apoyando un movimiento del que son protagonistas los últimos de la sociedad de hoy: jóvenes sin futuro, jubilados con pensiones congeladas, asalariados con trabajos precarios y sueldos de miseria por la inmoralidad de unos bancos que han provocado la mayor crisis de nuestra historia y unos políticos que no han sabido responder a las autoridades financieras como merecían.
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