Marouf Bakhit, un antiguo gobernante con fama de honesto será a partir de mañana el nuevo primer ministro jordano. El llamamiento a atajar la corrupción en el reino Hachemita se ha convertido en uno de los lemas de la los grupos opositores. El monarca le ha encomendado a Bakhit cometer "verdaderas reformas políticas".
Las manifestaciones no son ni mucho menos multitudinarias -son unos pocos de miles de jordanos los que participan-, pero se repiten por todo el país y han cobrado intensidad en las últimas cuatro semanas. Sindicalistas, los llamados trabajadores por día -el Gobierno les contrata diariamente durante años-, seguidores de los hermanos musulmanes, maestros y militares jubilados componen el grueso de los que han decidido salir a la calle.
Protestan por la subida del precio de los alimentos y del combustible. Pero también por los escándalos de corrupción que implican a la clase política. Piden además una reforma de la ley electoral. El Frente de Acción islámica, el brazo político de los Hermanos Musulmanes jordanos pide además una reforma política en profundidad; es decir que el reino Hachemita se convierta en una monarquía constitucional y que sea el Parlamento y no el rey quien elija al primer ministro. Pero ni los islamistas ni ningún otro grupo opositor pide la salida del rey Abdalá II. La estabilidad, explican los analistas es uno de los bienes más preciados en Jordania.
El nombramiento de un nuevo primer ministro se produce días después de que el rey aprobara una serie de incentivos económicos -subidas salariales a los funcionarios y subsidios para el combustible y los alimentos básicos- con los que trató de dar respuesta a unas protestas poco habituales en Jordania. Está por ver si el nombramiento de Bakhit logra contentar a los manifestantes o si animados por sus vecinos egipcios y tunecinos deciden protestar hasta ver cumplidas todas sus exigencias.
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