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lunes, 17 de enero de 2011

Menos animales en los laboratorios


La ciencia, el progreso y la humanidad al completo le deben mucho a los animales. Experimentar con ellos ha contribuido a descubrimientos históricos y es el día a día en muchos campos. Sólo en la Unión Europea –el único sitio en el que existen estadísticas oficiales–, unos 12 millones de animales son utilizados cada año en diferentes investigaciones (4,5 de ellos en la industria farmacéutica), un campo que apenas ha cambiado en los últimos 40 años. Tal vez por eso, porque en cuatro décadas otros aspectos científicos han avanzado de manera espectacular –basta pensar en la informática y la computación–, ha ido creciendo un movimiento que llama la atención sobre estos experimentos y que afirma que son prescindibles, al menos a veces.

En Europa, desde hace años, se preparan y toman medidas para reducir el número de animales empleados en los laboratorios y para mejorar la seguridad de estas pruebas. Se han modificado, por ejemplo, los test de DL50 –cantidad de un fármaco que es necesaria para matar a la mitad de un grupo de animales determinado–, que sirven para calcular la dosis letal. De esta forma, el número de ratas utilizadas para cada compuesto ha bajado de 45 a un máximo de 12. Junto a las nuevas normativas, han surgido métodos alternativos (in vitro, con sofware, etc.) que contribuyen también a esta reducción. Los sustitutos de los test de irritación cutánea y ocular han reducido el número de conejos utilizados en estas pruebas.

La compañía AztraZeneca acaba de presentar uno de estos avances. Se trata de un modelo mecánico y químico llamado TIM-1 que imita las condiciones del estómago y el intestino humanos y que "permite a los investigadores conocer cómo se disuelve un fármaco, cómo es absorbido y cómo esto varía con la ingesta de alimentos", según ha explicado la farmacéutica. Gracias a él, el uso de perros en sus laboratorios ha disminuido drásticamente. Pero la aparición de los llamados métodos alternativos va con cuentagotas y lograr el visto bueno de las autoridades es complicado. Fundamentalmente, "porque la complejidad fisiológica de un organismo es difícilmente imitable", explica a Eureka Josep Santaló, presidente de la Comisión de Ética en la Experimentación Animal y Humana (CEEAH) de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Las tres R

"Nadie ha sido capaz de crear una serie de modelos celulares e informáticos capaz de cubrir la mayor parte de las propiedades peligrosas que implican las pruebas animales, que se basan en varias especies", señala Thomas Hartung, director del Centro de Alternativas a la Experimentación Animal (CAAT) de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).

La falta de avances en este ámbito es «especialmente cierta en la toxicología», destaca. "No hay ningún otro campo científico en el que se hayan utilizado las mismas pruebas durante 40-80 años". Esta ausencia de innovación es difícil de explicar, en parte porque las posturas ante la cuestión son maniqueas. Pero la clave, coinciden los expertos, podría estar en que "los esfuerzos no son muy grandes".

Para muchos, no existe esa necesidad. "Todo se hace con garantías y encaminado a evitar el sufrimiento del animal", señala Santaló. "La legislación está incluso más detallada que con los humanos", añade. Esas garantías se basan en el principio de las tres R: reemplazo de los animales por un método alternativo cuando sea posible; reducción del número de individuos utilizados; y refinamiento, para causar el mínimo daño posible. "La investigación siempre intenta seguirlas", afirma el experto catalán. En la primera de esas R, si bien promulgada para salvaguardar a los animales, se esconde también la razón última para utilizarlos: si no hay alternativa de igual validez, no se pueden sustituir. "Hay que ser más estrictos a la hora de reducir y reemplazar", reconoce Santaló.

Esfuerzos

De momento, la experimentación con animales, aunque no es perfecta, es lo mejor que tenemos y sólo en los últimos años, gracias a instituciones como el CAAT, "se están empezando a desarrollar nuevas estrategias", afirma su director. Iniciativas como la de AstraZeneca son muestra de ello, "pero –subraya Hartung– las farmacéuticas sólo están empezando a involucrarse en esto".

Sus esfuerzos se están notando en las cifras. Entre 2005 y 2008, en Europa, el uso de animales ha bajado del 31% al 23%, a pesar de que la inversión en investigación ha crecido en ese mismo periodo. Aunque hay factores que están frenando este descenso, en especial, la industria cosmética. Un ejemplo: para probar la seguridad de cada lote de bótox se utilizaron 33.000 ratones en 2005. Tres años después, la cifra había aumentado a 87.000.

El cambio progresivo es posible y podría llegar "más y más rápido de lo que se hace ahora", augura Hartung. "En este momento no tenemos las herramientas para sustituir los experimentos con animales sin correr un gran riesgo", añade. Nos guste o no, no podemos probar un fármaco en humanos sin estar seguros de que no es tóxico. Pero, tal vez sería posible minimizar esta práctica si todos pensáramos como él: "Para mí, la experimentación con animales es aceptable pero trabajo constantemente para que sea innecesaria".

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