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lunes, 24 de enero de 2011

Aníbal Cavaco Silva y la abstención empatan a votos en Portugal



El conservador Aníbal Cavaco Silva venció anoche las elecciones presidenciales en Portugal con el 53% de los votos, el mismo porcentaje de la otra gran vencedora de la noche: la abstención. Un fallo informático y las bajas temperaturas son dos de las razones por las que menos portugueses habrían ejercido su derecho a voto.

Pero además está la pérdida cada vez más clara del interés por parte de los portugueses en este tipo de elecciones. De los cuatro presidentes que ha tenido la democracia lusa, todos han sido reelegidos para su segundo mandato, por lo que votar en el presidente en funciones se ha convertido en una especie de tradición entre muchos portugueses, que se preguntan si no sería mejor reformular la Constitución para cambiar los dos posibles mandatos por apenas uno de mayor duración.

Por otro lado, la campaña electoral, demasiado marcada por la crisis política, por el intercambio de críticas y acusaciones y carente de debate político sobre las verdaderas funciones de un presidente, también es la responsable de la baja afluencia en las urnas.

Un día después de los comicios, nada ha cambiado en Portugal. En el Palacio de Belém sigue estando un político conservador que vuelve a prometer ser "el presidente de todos los portugueses, sin excepción". En su primer discurso tras la victoria, Cavaco Silva mantuvo su posición de lucha contra lo que considera son los dos problemas más serios a los que se enfrenta Portugal: el elevado desempleo (11%) y el excesivo endeudamiento.

Como presidente de la República sus poderes están prácticamente limitados a recomendar al gobierno las líneas que considera adecuadas para el rumbo del país. Y el primer ministro tiene legitimidad suficiente para escucharle o no. De momento, José Sócrates ha vuelto a manifestar su disponibilidad para establecer una "cooperación leal" con el presidente.

Reconciliación entre gobierno y presidencia

"Gobierno y presidencia deben trabajar de forma conjunta para superar los problemas del país", dijo el socialista. Son los mismos votos de hace cinco años, aunque el paso del tiempo ha ido deteriorando el matrimonio entre los dos políticos de ideologías diferentes a los que ahora no les queda más remedio que reconciliarse.

"Los portugueses han apostado en la estabilidad política y la continuidad", decía ayer Sócrates sobre la victoria de Cavaco Silva, y entre líneas trataba de incluirse en el paquete de esa estabilidad porque aunque el presidente no pueda participar de forma activa en la gobernación del país, tiene bajo la manga el as de la disolución del Parlamento; y, de jugarlo, José Sócrates tendría que volver a presentarse ante el escrutinio de los portugueses en unas elecciones generales anticipadas.

Pero el presidente Cavaco ha dicho que no tiene "apetito" para ese tipo de juegos políticos y apuesta nuevamente en la convivencia pacífica por el actual gobierno en pro del interés general del país; pero advierte que la situación que atraviesa Portugal, con elevados intereses sobre su deuda y fuertemente presionado por los mercados internacionales, es muy delicada. Así que a pesar de las promesas de cohabitación pacífica, como en 2006, José Sócrates tendrá que jugar bien sus cartas, conseguir reducir el déficit público al 4,6% este año, como prometió a Bruselas, y evitar como sea recurrir a la ayuda del Fondo de Estabilización Europeo y a la intervención del FMI.

Esos serían argumentos suficientes para que la derecha -que no apoyará nuevamente al gobierno en la aprobación de más medidas de contención que no sean para reducir el gasto del Estado- presentase una moción de censura contra el ejecutivo de Sócrates. Y entonces, Cavaco Silva, como ya lo hizo en su día el presidente Jorge Sampaio, podría lanzar la "bomba atómica" de la política portuguesa.

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