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sábado, 5 de junio de 2010

Jefe de policía forma grupo para investigar el caso Miriam Mazzeo

El jefe de Policía de Montevideo creó un grupo especial para investigar el crimen de Miriam Mazzeo y agregar "ojos nuevos" en el enigmático caso. Los investigadores van tras un sospechoso principal, pero falta la prueba "contundente".

"Dispuse la formación de este grupo de tareas con la idea de que la mirada de otros funcionarios que no estuvieron en el caso puedan repasar lo que se hizo, y con un poco de suerte, encontrar algún detalle nuevo que pueda haber pasado desapercibido", dijo el inspector mayor Walder Ferreira cuando fue consultado sobre la marcha del caso que el jueves cumplió ocho meses sin ser esclarecido.

El homicidio de Miriam Mazzeo (49) involucró al principio y por sus peculiares características a un equipo mayor de investigadores. Cabe recordar que esta mujer, que era una funcionaria de carrera en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF), de la Universidad de la República, fue víctima de un atentado con explosivo que le costó la vida y severas lesiones a un adolescente, amigo de su hijo. Eso ocurrió sobre el mediodía del 3 de octubre del año pasado, en su casa de la calle Plutarco 3869.

En los primeros pasos de la investigación le tocó actuar a la Comisaría 11ª., al Departamento de Investigación de Siniestros de Bomberos, la Policía Técnica, el Servicio de Material y Armamento del Ejército, la Dirección Nacional de Información e Inteligencia y la División Homicidios de la Jefatura de Policía. Finalmente el caso quedó en manos de Homicidios, unidad de la Dirección de Investigaciones que continuó actuando a las órdenes de la jueza penal Graciela Eustaquio.

Ahora el trabajo de los investigadores de Homicidios será complementado por oficiales provenientes de otras unidades de Investigaciones, como es el caso del Departamento de Delitos Complejos. De hecho, la Sección Delitos Informáticos de ese departamento ya estaba actuando en el caso para revisar las computadoras que manejaba la víctima, tanto la de su domicilio como la de su oficina, que fue confiscada en marzo pasado.

SOSPECHOSO. Casi desde el principio los investigadores policiales orientaron sus averiguaciones al entorno laboral de Miriam Mazzeo. Esta continúa siendo la principal línea de investigación.

Una segunda línea de trabajo tenía que ver con su círculo familiar, ya que la mujer había concluido poco antes de su muerte un litigio para llevar el apellido de su padre biológico. En ese momento hubo versiones de que su hermanastra podía tener motivos para una venganza personal por disputar bienes en herencia del padre fallecido hacía poco tiempo. Sin embargo, esta línea fue descartada poco después ya que Miriam Mazzeo nunca había planteado reclamos legales sobre la herencia, según confirmó a El País su esposo, Carlos Díaz.

En cambio, la posibilidad de que una sostenida disputa con otro funcionario del instituto hubiera derivado en el insólito crimen es la que se mantiene en pie hasta la fecha.

Varios funcionarios del ISEF fueron entrevistados por los investigadores y también citados a declarar por la jueza que orienta el caso. La correspondencia, las comunicaciones telefónicas, las acciones laborales de Mazzeo han sido escrutadas durante la indagatoria.

La bomba de fabricación casera utilizada en el atentado fue enviada por encomienda a la víctima. Se constató que un hombre con casco protector de motociclista la despachó la noche anterior al crimen desde los mostradores de Agencia Central en Tres Cruces. Los repartidores de la compañía fueron ubicados, pero el sospechoso del casco nunca fue identificado.

Poco después del estallido, y al igual que varias decenas de vecinos alterados por el estruendo, uno de los funcionarios investigados llegó a la escena del hecho. Más tarde declararía que lo hizo alertado por otra compañera de trabajo que vivía cerca de la víctima mientras él manejaba de regreso a su casa tras visitar un familiar.

OPTIMISMO. "Para nosotros se trata de un caso en el que está en juego nuestro prestigio, así que confiamos que se va a aclarar", dijo a El País el jefe de Policía, Walder Ferreira.

Pese al tiempo transcurrido, tanto el jerarca como los funcionarios de Investigaciones que continúan con el caso -el equipo de investigadores no cambió cuando se renovó el comando de la Jefatura de Policía en marzo de este año- son optimistas. "No puedo decir cuándo, pero se va a aclarar", confió.

Las incógnitas a 8 meses del crimen

Viernes 2 de octubre de 2009: A la hora 22.19 quedó registrado en las cámaras de seguridad de Tres Cruces un hombre con casco protector que despachó un paquete de 40 x 60 centímetros con el remitente falso de "Cooperativa Magisterial" dirigido a Miriam Mazzeo Soto.

Sábado 3 de octubre de 2009: A mediodía Miriam Mazzeo prepara el almuerzo mientras su hijo está en la clase de inglés y su esposo en el trabajo, un amigo de su hijo estaba en la casa. El distribuidor de Agencia Central le entrega el paquete. Al abrirlo estalla el artefacto.

La bomba, establecería más tarde el Servicio de Material y Armamento del Ejército, fue fabricada con pólvora negra, un dispositivo eléctrico y cables que activaron la bomba cuando la víctima abrió el paquete.

En el interior del paquete había esquelas con el mensaje impreso: "La familia del Clínicas no olvida". La Policía cree que se trató de una falsa pista para desorientar la investigación del hecho. Miriam Mazzeo había trabajado en el Hospital de Clínicas hasta 1993, luego estuvo en la Universidad y por fin pasó al ISEF.

La Policía investigó, y continúa haciéndolo, posibles amenazas que la víctima hubiera recibido ya por vía telefónica o por correos electrónicos.

El 3 de marzo pasado, al cumplirse cinco meses del hecho, el rector de la Universidad, Rodrigo Arocena, encabezó el acto en el que se colocó una placa en memoria de la funcionaria del ISEF en la sede del instituto.

Esposo y su hijo rehacen sus vidas

El jueves pasado, como todos los 3 de cada mes desde la tragedia, Carlos Alberto Díaz junto a varios amigos, vecinos y compañeros de trabajo de su esposa se concentraron durante unos minutos ante la entrada principal de la Jefatura de Policía. Luego Díaz fue recibido por el inspector Ferreira que le explicó la conformación del grupo de apoyo a los investigadores y le comunicó su confianza en el esclarecimiento del caso.

Por la tarde, como lo hace al menos dos veces por semana, acompañó a su hijo a la práctica de fútbol. La vida para Carlos y su hijo Andrés continúa, aunque la herida esté abierta.

"Ahora alquilamos un apartamento para los dos, no muy lejos de donde vivíamos antes", contó Díaz a El País. La casa de la calle Plutarco, en cambio, permanece como una ruina muda.

"Espero poder venderla, pero hay cosas que resolver, tendría que derrumbar la casa pero no tengo el dinero", se lamenta Díaz. De hecho prefiere ni siquiera pasar por la vereda.

"Yo no quiero volver por la casa, los vecinos me avisan cuando van a dejar correspondencia o algo", dice.

La casa no sólo le trae malos recuerdos, también ha sido objeto de robo en reiteradas ocasiones. "Se llevaron hasta los marcos de las puertas", se lamenta.

Pasaron ocho meses desde que estalló la bomba en la puerta del 3869 de la calle Plutarco. Y la pregunta sigue rondando a Carlos Díaz cada noche antes de conciliar el sueño: "¿Por qué?".

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