"Abrirse al perdón, prepararse para el perdón, dejarse transformar", ha proseguido Benedicto XVI. "El dolor de la penitencia, es decir, el de la purificación y la transformación, ese dolor es gracia porque es renovación y es obra de la Misericordia divina".
La reflexión del Papa, en un momento de crisis que el teólogo progresista Hans Küng define hoy en su Carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo como el más agudo desde la Reforma, ha abrochado un razonamiento sobre el "primado" de la obediencia a Dios, que dio a Pedro, ha recordado, "la libertad de oponerse a la suprema institución religiosa" y sometió a los hombres a su juicio. Un juicio que, en una perspectiva de vida eterna, según Ratzinger, no se debe ver como un límite sino como una posibilidad de renovación.
El mensaje, analiza el vaticanista Filippo di Giacomo, es que "la Iglesia debe pedir perdón y cambiar de estilo y de vida. Ratzinger apela a una nueva evangelización. Ha entendido que este tipo de catolicismo debe morir para que nazca una cosa nueva. En Europa vive sólo el 20% de los católicos del mundo, y con ello no se construye el futuro. Como Küng, el Papa sabe que la crisis del catolicismo es la crisis de la Iglesia del primer mundo, que hace falta recomenzar de cero, partir otra vez del Evangelio". Por todo eso, concluye, "parece cada vez más probable que el próximo Papa sea un latinoamericano".
Ratzinger cumple mañana 83 años y el día 19 conmemora cinco años de pontificado con pocos motivos para celebrarlo. El Papa viajará a Malta mañana y estará en la isla mediterránea hasta el domingo. Su portavoz ha anunciado esta semana que en La Valetta se reunirá con algunas de las decenas de víctimas que han sufrido abusos sexuales en centros católicos del país. El encuentro se celebrará, según la sala de prensa vaticana, "lejos del clamor mediático".
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