"El único futuro que nos queda es el presente", iba encabezando ayer, realista, la escritora Ángela Becerra la dedicatoria de sus libros. Y el presente de la Diada de Sant Jordi de ayer fue que, hasta bien entrada la jornada, especialmente en Barcelona, el cielo respetó la fiesta. Pero el presente tiene un contexto de crisis y la impresión en el sector es que las ventas fueron justitas para igualar los 20 millones de euros de facturación del año pasado: la delgadez extrema de las bolsas de compra, la asiduidad con la que autores tan dispares como Federico Moccia y Matilde Asensi, dos de los triunfadores de la jornada, tuvieron que firmar libros antiguos y traídos de casa por sus lectores y bastantes puestos de rosa con los cubos no muy vacíos a media tarde lanzaban señales del estado real de la cuestión.
La proliferación de entidades, estudiantes y movimientos escolta que ofrecían sus rosas a tres euros muy de mañana (combinados con un abanico de ofertas caseras que iban desde un trocito de coca a una copa de cava, pasando por... vales de restaurante) eran otro indicativo de la necesidad de redondear presupuestos. A la hora del cierre ya podían encontrarse rosas por 50 céntimos. Sin embargo, el mercado de la Flor y Planta de Cataluña calculaba que las rosas vendidas habrían sido unos seis millones, casi el 10% más que el año pasado.
Pero Sant Jordi es especialmente libro y el sector, transatlántico que se zarandea poco tanto con viento a favor como en contra, ofreció una jornada que deparó calor y color de todo tipo.
- Apuesta por lo comercial. Quizá porque no era jornada de dos libros, los compradores fueron a lo seguro. Una mirada a los más vendidos ayer (véase cuadro adjunto) lo ratifica: la ficción, tanto en catalán como en castellano, deparó el éxito de una novela comercial de amplio espectro, de corte de aventuras por encima de la novela negra. Ahí están los mejores representantes del género en la lengua de Cervantes (Pérez Reverte, Matilde Asensi, Julia Navarro, la sorprendente María Dueñas, el seudodoméstico Albert Espinosa y la confirmación de que el premio Sant Jordi parece de obligada compra en la jornada. "Es uno de los más vendidos de los últimos años", admitían sotto vocce en la editorial. Una cierta exposición a los medios de comunicación de su autor, la temática sobre el mundo del periodismo y la corrupción ayudaron a colocar en el podio el libro de Xavier Bosch. Uno de los pocos contrapuntos literarios lo dio Maletes perdudes, de Jordi Puntí. Lo compró ayer el presidente Montilla en Documenta.
.Hoy no es así. Torrent, claro, no habría perdido la cartera, pero a quien sí se la sustrajeron fue a Donna Leon. Todo un caso para su comisario Brunetti: a media mañana, entre cambio de tercio de caseta se quedó sin bolso ni documentación alguna para poder volver hoy a Italia. Fue un poco después de que se hubiera abrazado con Matilde Asensi, a quien debían asistir abriendo los ejemplares que tenía que firmar por las colas que generaba. Contribuyeron a ello personajes como José, que descargó la friolera de siete títulos de la autora traídos de casa en ediciones casi incunables. "Vamos con el segundo...", le garabateó la autora.
- Best sellers tapados. Otra víctima parcial de los ejemplares caseros fue el italiano Federico Moccia, de los pocos que pudo competir con las colas que generaron mediáticos como Andreu Buenafuente y Xavier Sardà. "La gente tiene el deseo de ser amada y pavor a la soledad, no hay ganas de estar solo", decía el escritor italiano para justificar su éxito, gorro en ristre, raudo en levantarse para la enésima foto que querían tanto las adolescentes como sus madres. ¿No le han pedido en matrimonio? "Pues hoy ya una vez... pero las lectoras deberían saber que yo no soy tan bueno como mis libros", explicó mientras dedicaba con el latiguillo "Emozioni d'amore" y dejaba caer un corazoncito en la rúbrica.
- ¿Suso de Toro lo deja? Fue una de las notas negativas de la jornada: en un tono triste pero que no dejaba de ser firme, Suso de Toro lo afirmó sin dudar: Siete palabras es su último libro. "Ya he dicho todo lo que tenía que decir, creo que el concepto de autor está liquidado y no quiero competir más; volveré a dar clases en un instituto en una pequeña localidad a una hora de Santiago". Glups, dijo él.
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Monteagudo deja la fábrica. "Antes, un día como hoy, solía quedarme en casa escuchando la radio; me agobian las muchedumbres". Lo decía David Monteagudo, autor de uno de los libros del año, Fin, que debutaba en este Sant Jordi. En realidad, debutaba también como escritor. Y a pesar de que le tocó bailar toda la jornada con las más feas como compañeros de caseta (Javier Marías, David Trueba, Javier Cercas, Enrique Vila-Matas y hasta Mario Conde), fue haciendo. Y tan feliz era porque los lectores le pedían una secuela o precuela de su novela, que reconoció que ha pedido una excedencia voluntaria en la fábrica de cartones "para poder escribir; es un cambio de vida y como siempre hemos pasado en casa con poco y no tenemos deudas...". Unos mueren, otros nacen.
- Patrocinios y clics virtuales. Son dos fenómenos incipientes, pero irán a más. Junto a los cartelitos con el nombre de Emili Teixidor y Sílvia Alcántara ("no, no, ya sé que es mi segundo Sant Jordi y no me equivoco de fechas al firmar; y también me compran los jóvenes, que alucinan cuando les dices que antes, a su edad, les obligaban a escoger un oficio", aclaraba la autora de Olor a colònia), otro cartelito rezaba que el agua que bebían los escritores era gentileza de una marca del Montseny. Por segundo año, una cerveza asumía el chiringuito de los del Crackòvia. ¿Se acerca el patrocinio al Sant Jordi? Otro fijo seguro son las plataformas de libros digitales, que este año tenían chiringuito. "Iremos a más porque habrá más plataformas y más oferta con libros electrónicos lanzados a la par que la edición en papel", aseguraba Ernest Folch, responsable de Leqtor, que ayer tuvo su best seller en el Xavier Bosch digital. "Este año aún toca hacer mucha pedagogía", apuntaba desde la otra plataforma, Edi.cat, Enric Faura.
Ninguno de los dos comentó que el próximo Sant Jordi, con o sin crisis, caerá en sábado y en plena Semana Santa. Glups, volvió a decir él.
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