El término eutanasia engloba tantas prácticas y tantas visiones diferentes que lo único que genera ahora mismo es confusión. Esto es lo que opina parte de la profesión médica, según un editorial que publica 'Canadian Medical Association Journal', que propone un debate abierto y honesto sobre el verdadero significado de esta palabra y sobre la muerte digna.
Tradicionalmente han existido dos visiones generales sobre la muerte. La primera mantiene que nuestras vidas y la duración de las mismas está en manos de un poder superior y que la muerte debe aceptarse con resignación cuando llegue. La segunda postura defiende que tenemos completa autonomía y decisión sobre nuestras vidas y, por tanto, también podemos escoger cómo y cuándo pasar al otro barrio. De hecho, es cierto que en el siglo XXI existe mucho más control sobre la muerte que hace unos años, tal y como reconoce el doctor Paul C. Hébert, editor jefe de la revista médica y firmante del editorial. "Por eso, es el momento adecuado para discutir sobre cómo se lleva a cabo ese control y por quién", declara.
El término eutanasia proviene del griego 'eu' (que significa bien o fácil) y 'thanatos' (muerte). Surgió por primera vez en 1646 para definir una muerte dulce y sencilla, pero casi un siglo después (en 1742) se introdujo un matiz importante. Eutanasia pasó a definir la forma y la manera en la que se producía la muerte. Y ya en 1859 hacía referencia explícita a la acción que inducía el fallecimiento. Los diccionarios actuales dan diversas definiciones pero todos han seguido esta última acepción e implican una acción intencional que desencadena el deceso. El diccionario de la Real Academia de la Lengua de España lo recoge como "la acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él".
Visiones encontradas
Hoy día, según quien hable sobre eutanasia, puede hacerlo desde los conceptos de asesinato y egoísmo o desde los de misericordia y compasión. Y todo ello englobado bajo el mismo término. Es el enfrentamiento entre los defensores del derecho a vivir y los defensores del derecho a morir dignamente. "Actualmente se usa este vocablo para nombrar casi cualquier procedimiento para asistir a los pacientes graves, en fases terminales y esto sólo aumenta más la confusión", señala Hébert, que insiste en la necesidad de debatir abiertamente el tema.
"Esta amplitud de significados engloba acciones que implican el alivio de los síntomas de un paciente. Por ejemplo, retirar la alimentación e hidratación venosa o la ventilación mecánica en algún momento son medidas paliativas adecuadas en determinados casos, al igual que aumentar la dosis de narcóticos o de sedantes para reducir el dolor de los enfermos. Es cierto que estas acciones pueden aumentar el riesgo de muerte y que, algunas veces, ésta se produce, pero como un efecto secundario que no puede ser considerado eutanasia", añade el editor.
La confusión es cada vez mayor y ha llegado la hora de aclarar los conceptos. El debate debe empezar en la comunidad médica. "Los profesionales tenemos que dejar de utilizar la palabra eutanasia para describir acciones que, si bien pueden facilitar la muerte del paciente, no están concebidas para tal fin, sino que son procedimientos médicos para aliviar un sufrimiento innecesario", reconoce Paul C Hébert, que además confirma que muchos galenos tienen miedo de tomar determinadas decisiones por si les acusan de practicar la eutanasia. Asimismo, propone que 'suicidio asistido' es más correcto cuando se trata de alguien que deliberadamente ayuda a otro a morir.
"Deberíamos mantener un diálogo sincero sobre la cuestión. Definir bien cada acción y cada término, evitar desviar y polarizar este importante y necesario debate con nuestras propias ideologías y ayudar a la sociedad a comprender en qué consiste cada procedimiento. Sólo así, la palabra 'eutanasia' podría iniciar el camino hacia su propia muerte digna", concluye el editorial.
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