Un impuesto “de salud” en las bebidas refrescantes. Por su generosa contribución a la obesidad de los norteamericanos. Para cubrir los gastos sanitarios y reducir su consumo, sobre todo en los niños. Y para sanear de paso las maltrechas arcas públicas...
La “descabellada” idea, que mereció la condena unánime de la Asociación Nacional de Bebidas, está ganando cada vez más fuerza en al menos siete estados y en ciudades como Nueva York o Filadelfia, que podrían ser las primeras en pasar factura.
“En estos duros momentos económicos, el impuesto de la “soda” tiene sentido”, ha dicho el alcalde Michael Bloomberg en una reciente conferencia monográfica sobre el tema en Nueva York. “Serviría para salvar salvar vidas, nos ayudaría a reducir los costes sanitarios y mantendría a miles de profesores y enfermeras donde deben estar: en las escuelas y en los hospitales”.
Culminada pues la ofensiva contra el tabaco, vencida también la batalla contra las grasas trasgénicas, Nueva York se dispone ahora a apretar el cinturón a sus ciudadanos haciéndoles pagar de un 10% a un 15% más por una lata, bote o botella de bebida edulcorada. La ciudad está partida en dos ante la resbaladiza posibilidad, pero se muestra descaradamente a favor –por encima del 70%- si la medida sirve para “prevenir la obesidad” o para “ajustar el presupuesto”, tanto monta.
El impuesto de la Coca-Cola y similares podría reportar a la ciudad unos ingresos extras de mil millones de dólares al año, y contribuir de paso a una reducción del consumo de un 10%, lo que a su vez se traduciría en un ahorro de gastos sanitarios derivados de la obesidad (se calcula que las bebidas edulcoradas aportan el 7% de las calorías que se meten diariamente en el cuerpo los americanos).
El propio Obama, en declaraciones a la revista Men’s Health, ha admitido que el controvertido impuesto “es una idea que deberíamos explorar”. “No hay ninguna duda de que nuestros niños beben demasiada soda”, ha dicho el presidente, dispuesto a hacer causa común con su esposa Michelle en lucha contra la obesidad infantil.
Las autoridades sanitarias, con los doctores Thomas Frieden y Thomas Farley a la cabeza, han expresado su total apoyo a la medida alegando los estudios que demuestran cómo el consumo de bebidas que contienen azúcar, sirope de maíz u otros edulcorantes contribuyen al aumento de peso y aumentan el riesgo de contraer diabetes de tipo 2.
La industria de las bebidas refrescantes ha cerrado filas y ha prometido una resistencia numantina. “Nunca he visto que funcione cuando un Gobierno le dice a la gente cómo debe comer o beber”, ha declarado el presidente de Coca-Cola, Muhtar Kent. “Si llegara a funcionar algo así, aún tendríamos a la Unión Soviética”.
Con el fuego aún reciente de la reforma sanitaria, una nueva y burbujeante batalla llama pues a las puertas y a las mesas de los norteamericanos. ¡Salud!
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