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miércoles, 28 de abril de 2010

El barcelonismo, que se consideró una víctima en Milán, apela a la épica para llegar a Madrid

Arde Troya en Barcelona. Un resultado insólito, la derrota en el campo del Inter por dos goles de diferencia (3-1), ha provocado una reacción estridente en un Barça habitualmente sereno, con muy buen gusto, acostumbrado a actuar con naturalidad. El barcelonismo vuelve a apelar al gas sentimental y a la épica como si no mediara la condición de club campeón y ejerciera una función subversiva, papel que correspondería al Inter, que no gana la Copa de Europa desde 1965. La sensación es que la afición advirtió que a su equipo le faltan vitaminas y, como muestra de gratitud por cuantas jornadas de gloria le ha dado, ha dispuesto un plan para la remontada con la complicidad de los jugadores, que se han dejado llevar, necesitados de la revancha después de la encerrona de Milán.

El Barça se sintió víctima del lobby portugués que formaron José Mourinho, Olegario Benquerença, el árbitro, y Figo, en el banquillo como asistente e interlocutor con los colegiados. A la actuación sibilina del Inter ha respondido el Barça con excitación: las redes sociales van llenas de mensajes de aficionados que se coordinan para ayudar al equipo; se anuncia que se acompañará con motos al autocar de la expedición desde el hotel de concentración; la hinchada, vestida de azulgrana, se ha citado en el estadio tres cuartos de hora antes del partido, y los futbolistas anuncian que se "dejarán la piel" en el empeño.

Al equipo de Guardiola nunca le fueron bien los partidos inflamados y descontó puntos frente a rivales volcánicos. Ocurre que el de hoy es punto y aparte porque se trata de la Champions, porque a un lado está Eto'o y a otro Ibrahimovic con las zamarras cambiadas respecto al año pasado, porque Gaby Milito marcará a Diego Milito, porque Mourinho y Pep Guardiola se desafían en cada partido con maestría y, sobre todo, porque la final se jugará en Madrid. Hay situaciones que están por encima de los títulos, que tienen un tremendo valor simbólico; partidos que trascienden incluso a una semifinal de la Liga de Campeones. Al equipo de Guardiola sólo le falta una remontada para sellar un currículo que le sitúa por encima incluso del dream team, que cuajó el partido perfecto en 1993 ante el Dinamo de Kiev: 4-1 (había perdido por 3-1 en la ida).

Los futbolistas no son ajenos a tanta contaminación como tiene un duelo que será la reedición de la bella y la bestia. Al Barça, sin Iniesta y con Abidal, le conviene recuperar la velocidad del balón, acabar las jugadas y procurar que decida Messi, inédito desde el clásico. No hay peor rival para un equipo ofensivo como el Barça que el Inter, intenso, táctico y vertical, el mejor jugando al espacio.

El Inter, que tiene la baja de Stankovic, se siente ante la oportunidad de su vida: no ha ganado la Copa de Europa desde los tiempos de los ex azulgrana Helenio Herrera y Suárez. Y el Barça sabe que difícilmente se le volverá a presentar la ocasión de jugar una final en el Bernabéu. Motivos de sobra para que en Barcelona no se hable más que de un partido que ha convocado a 785 periodistas de 30 países. Arde Troya.


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