Las resistencias de Alemania a poner en marcha de inmediato la ayuda a Grecia (45.000 millones de euros) y la lentitud institucional de la zona euro y en menor medida del FMI ponen de manifiesto el divorcio entre unos mercados en máxima tensión y una respuesta política lenta y por el momento del todo insuficiente para calmarlos. Los inversores tocaron a rebato en una suerte de pánico propiciado por un cóctel de malas noticias. Esa lentitud en la respuesta política y sobre todo las rebajas en la calificación crediticia de S&P provocaron un incendio en los mercados de deuda, que se propagó a los de divisas -el euro cayó hasta los 1,31 dólares, el valor mínimo en un año- y a las Bolsas europeas. Los parqués de Atenas, Lisboa, Madrid y Dublín se dejaron entre el 4% y el 6%. Y la semana no ha hecho más que empezar.
Grecia sufrió otra oleada de pésimas noticias. La deuda a dos años llegó a pagar intereses del 18% y los tipos del bono a 10 años rozaron el 10% tras la rebaja de la nota de S&P hasta BB+, tres escalones de golpe, por debajo del nivel de inversión y al nivel de bono basura. Eso, en pocas palabras, significa que la agencia ve probable una suspensión de pagos en Grecia. Y complica las cosas: los grandes fondos -de inversión y de pensiones, que mueven miles de millones- suelen tener prohibido invertir en países con el nivel de bono basura, y grandes y pequeños inversores huyen de un país con las cuentas públicas y sobre todo la credibilidad muy tocadas por los problemas de los últimos meses. Además, esa rebaja puede castigar aún más la situación del sistema financiero: en las inyecciones de liquidez, imprescindibles para una banca que está sufriendo una rápida fuga de depósitos, el Banco Central Europeo no acepta como garantía la deuda al nivel de bono basura.
El ministro de Economía griego, Yorgos Papaconstantinu, reclamó ayer acceder de inmediato a las ayudas, ante la presión asfixiante de las últimas cifras.
Pero las noticias empiezan a ser igualmente preocupantes en Portugal, con lo que la crisis de la deuda pública europea entra en una segunda fase, con un riesgo de contagio mucho mayor. S&P bajó también dos escalones la nota de solvencia portuguesa, hasta A-, lo que provocó un fortísimo repunte de los tipos de interés de sus bonos. Los inversores se refugiaron en la deuda alemana -la más segura, a la que se recurre en este tipo de episodios de tensión- y eso provocó problemas adicionales en Irlanda y, en menor medida, en Italia y España.
La crisis entra en un momento crucial, tras un primer amago de contagio a finales del pasado enero, que se detuvo con las promesas de ayuda europeas y las medidas de ajuste anunciadas en Grecia, y también en España y Portugal. Esta vez no parece tan sencillo. La última vez que las agencias de rating revisaron a la baja la nota de Portugal, inmediatamente después hicieron lo mismo con algunos de los países bajo presión (entre ellos, España). Los analistas advierten de que el incendio puede ser potencialmente devastador si la ayuda no llega a tiempo o los Gobiernos más afectados no hacen algo por ganar credibilidad: "La política insiste en ir por su cuenta y en estar de espaldas a los mercados, y de esa manera se entra en una zona de enorme incertidumbre en la que puede pasar cualquier cosa", aseguró Daniel Gros, del Centro de Estudios de Política Europea. "Los mercados van a barrer a los países que no tomen medidas ya: en esta nueva fase de la crisis no basta con las promesas", destacó.
Esa falta de fe es cada vez más general. El director del Centro de Investigación Financiera del IE Business School y PwC, Luis de Guindos, explicó que los inversores se ceban con Grecia porque no creen que su ajuste sea realista: "Está en un círculo vicioso: cuanto más coste de la deuda, más financiación necesitará, lo que obligará a hacer más ajustes". Lo mismo puede suceder en otros casos. Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters, añadió que con el recrudecimiento de las tensiones "los mercados entran en una fase totalmente especulativa en la que en cualquier momento la crisis fiscal puede quedar fuera de control. Eso exige medidas extraordinarias por parte de los bancos centrales como las que se tomaron en los momentos más graves de la crisis financiera".
Portugal no es Grecia. España no es Grecia. Ni Irlanda, ni Italia, como repiten sus Gobiernos como un mantra. Y, en efecto, ninguno de esos países tiene una combinación de déficit y deuda tan peliaguda, ni ha mentido con sus estadísticas, ni ha sufrido un ataque similar. Sin embargo, la crisis es cada vez más profunda y siembre dudas sobre la recuperación. "Antes de Lehman Brothers, parecía que los problemas de un pequeño segmento hipotecario en EE UU, las subprime, se iban a quedar en una simple crisis financiera. Ahora hay síntomas de que puede suceder algo parecido: la respuesta política es equivocada, la desconfianza crece, al final los problemas fiscales pueden acabar con la recuperación si no se actúa con rapidez", cierra Santiago Carbó, asesor de la Reserva Federal.
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