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martes, 9 de marzo de 2010

Limpiadoras a por los 1.000 euros

"Los guantes yo ya no me los quito". Mari Carmen Moya, empleada de la limpieza, se frota las manos y explica que lleva varios jerséis y camisetas para combatir el intenso frío. Dice que la noche anterior se quedó corta de ropa porque le hubieran faltado todas las capas del mundo para dormir al raso en la plaza de Sant Jaume de Barcelona, donde desde el viernes han pasado la noche unas decenas de empleadas de la limpieza para denunciar la, en su opinión, cerrazón de la patronal. El colectivo asegura que no pide nada del otro mundo. "Las limpiadoras queremos trabajar con dignidad. ¡1.000 euros ya!", se lee en un par de pancartas junto al Palau de la Generalitat.

El escenario no es gratuito: han querido acampar en la plaza para llamar la atención de la Administración autonómica para que las ayude en sus reivindicaciones. Ahora cobran 916 euros brutos al mes y piden llegar a 1.000. Y reclaman dos cosas más. Por una parte, la igualdad: el sector está formado por un 85% de mujeres y un 15% de hombres, y estos últimos están mucho mejor pagados. Y después, que en caso de despido improcedente, la patronal acceda a que el trabajador pueda conseguir la readmisión. "La indemnización que nos dan siempre es a 20 días y no a 45, y con lo poco que cobramos es una miseria", señala Moya. De momento, sus reivindicaciones no han sido atendidas: la patronal les ofrece un aumento del 0,8%. O lo que es lo mismo: seis euros cada trimestre. Poco más de dos euros al mes.

"Eso no puede ser. Ir a la huelga es una decisión muy seria y antes queríamos dar un primer aviso", afirma Carmen Moya, que explica que han recogido 7.000 firmas de apoyo de ciudadanos. No están contentas con todo el mundo. Y tienen algo que les duele: la acampada empezó a las cinco de la tarde del viernes y pudieron estar en las tiendas hasta las tres de la madrugada del sábado, justo cuando se retiraron las cámaras de televisión. A partir de ese momento, la Guardia Urbana y la policía les ordenaron que desmontaran las tiendas porque, les dijeron, "quedaba muy feo". "Podíamos haberlo entendido a las siete de la mañana, pero no a las tres. El frío era tremendo. Hasta un taxista se quejó de que era una vergüenza porque, en cambio, los policías no decían nada a los chicos que orinaban en la calle", añade. Y también dice que los únicos políticos que se han interesado por ellas son los de Esquerra Unida (EUiA).

Casi medio centenar de colchones hinchables, junto a los sacos de dormir, se amontonan ordenadamente en la plaza mientras algunas de las trabajadoras, todas con sudaderas de color lila, se acercan a ver a los maratonianos. Están esperando para comer el arroz que les cocinaron en la sede cercana de Comisiones Obreras. Allí guisaron las butifarras y el caldo que cenaron las dos noches. "Allí hemos ido al baño y cargado los móviles", señala una de ellas. "Estamos muy mal consideradas", lamenta Juana, de 43 años, que cuenta que optó por ir a dormir a su casa por un problema en la columna. "Pasó una señora y nos dijo: '¡Para lo que hacéis!'. Y yo le contesté: '¿Usted no va a un hospital, a un ambulatorio, a un cajero? ¿No le gusta verlo limpio?". Lleva como todas, en la espalda, esta frase: "Soy una mujer limpiadora y quiero que se valore mi trabajo". "Hemos hecho todo esto para que nos tomen un poquito en serio", apunta Dolores, de 57 años, que recuerda que la huelga del aeropuerto de hace años sirvió para que a aquellos empleados no les quitaran lo que tenían. "La gente sabe lo importantes que somos cuando no estamos", acaba Juana.


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