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miércoles, 3 de febrero de 2010

Iemanjá Cientos de miles en todo el país celebraron ayer a la Diosa del Mar

A lo largo de centenares de kilómetros de costas, en todo el país, centenares de miles de uruguayos se sumaron a la celebración que cada 2 de febrero se realiza en homenaje a Iemanjá.


Desde temprana hora estaban los vendedores de objetos religiosos instalando sus puestos en la calle Solano López, a muy escasa distancia de la playa del Buceo. El 2 de febrero se palpitaba ya como una jornada especial que ha calado hondo en el ánimo de la gente de este país.

Para quienes profesan la fe umbandista se trata de una jornada dedicada a Iemanjá, con todo lo que eso conlleva, en la medida en que esa figura es uno de los principales focos de atención de su culto, una referencia ineludible y también un motivo de devoción y ofrenda.

Sus colores blanco y celeste, la proximidad con el agua, con su eterno ir y venir, con la constante del cambio y también su expresión de pureza incontaminada, son elementos que despiertan la simpatía de muchos y hacen de esta celebración un motivo de concurrencia que se supera año a año.

¿Cuántos pudieron ser los uruguayos que ayer se arrimaron a la costa a participar de alguna manera de la celebración? Sin duda que la cifra es enorme, que las estimaciones que hablan de unas 500.000 personas tienen que haber estado muy aproximadas, pero también que se trata de una cifra que crece año a año.

Llega con Iemanjá el tiempo de reafirmar convicciones y también de realizar ofrendas. Todo eso a la orilla del mar, que en su inmensidad se lleva una a una las pequeñas luces en las que cada uno deposita su esperanza, sus convicciones, sus súplicas.

Es de por sí una estampa cargada de pintoresquismo: una noche de verano a la orilla del mar, con miles de velas encendidas en la playa, ofrendas que desafían a la corriente y a las olas y se meten de lleno en la inmensidad, con miles de personas entregando lo que sienten como lo mejor de cada uno, los cánticos, la música.

Para aquellos que logran acompañar la celebración con una carga de convicción en lo profundo, en lo trascendente, la celebración seguramente habrá alcanzado niveles sublimes. Otros habrán presentado su ruego para ser bendecidos con esa vibración y esa entrega que vieron a su alrededor, en tanto que muchos otros simplemente habrán sumado su presencia como simples curiosos.

Como tal el fenómeno no muestra nada extraordinario; probablemente lo mismo pueda decirse de cualquier otra exteriorización de una convicción religiosa. Pero lo que en este caso resulta particularmente destacable es que se trata de un hecho que celebra la vida misma y que expresa una certeza que se mantuvo sumergida durante siglos.

Pero también resulta igualmente interesante asistir al proceso que a lo largo de todos estos años expresan los no creyentes, aquellos que mantienen una actitud de escepticismo o de negación respecto a la umbanda. No hay entre ellos expresiones de intolerancia, ni de desprecio, sino más bien de simpatía y de comprensión.

Así las cosas, la anunciada presencia del intendente Ricardo Ehrlich en las celebraciones de anoche puso en evidencia ese sentimiento, esa capacidad de tolerancia, la voluntad de buscar un destino común por encima de las diferencias.

En su calidad de intendente de todos los habitantes del departamento de Montevideo, el solo anuncio de su presencia llevaba un saludo colectivo, abarcativo, de brazos bien abiertos, que expresó con claridad la evolución de una sociedad en el proceso de un fenómeno tan cargado de significado como resulta ser el religioso.

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