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lunes, 25 de enero de 2010

Chile: anatomía de una frustración

Por Constanza Moreira |*|

En "Lenguajes del cerebro", José Ma. Delgado García, director de la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, analiza el nacimiento de la conciencia. "La fuerte carga emotiva que subyace en el individuo humano", dice, "puede haber jugado un papel primordial en la aparición del fenómeno consciente", ya que "una buena oportunidad para mirar en el interior de uno mismo, es cuando el yo se frustra, porque no alcanza su objetivo". Del cazador frustrado al narcisista que sufre por temor al ridículo, hay un mismo trecho evolutivo. Ambos "mejoran" al imaginar, una y otra vez "todo lo que pudo ser y no fue, y cómo arreglarlo en una futura oportunidad". "Pensar suaviza la frustración", agrega, "porque hace el esfuerzo de reentender la situación fallada" (p.25, Editorial Letra Aurea, 2008).

Toda la izquierda latinoamericana hoy se encuentra pensando en la frustración de la Concertación chilena en la pasada votación del domingo. El pensar es un esfuerzo por entender cómo y por qué las izquierdas latinoamericanas fallan, y al hacerlo, abren el camino a la instalación de gobiernos de derecha. Lo que le sucede a la izquierda chilena puede sucedernos a todos. Y entonces cada uno refleja, con el cristal propio de su coyuntura, la desventura de la izquierda chilena. Es por eso por lo que los frentistas razonan sobre la "unidad" (un valor que siempre está en juego en la izquierda uruguaya, pero que dice poco sobre la izquierda chilena), mientras los más audaces (los bolivianos, los venezolanos, los ecuatorianos) hablarán sobre los límites del "modelo chileno" que impuso cansancio y decepción a quienes creían en un cambio que no llegó.

La conciencia sobre su rol histórico es un patrimonio casi exclusivo de las izquierdas. Y surge, al igual que la conciencia humana, de la experiencia de la frustración. Han sido los fracasos los que han alimentado los debates interminables en congresos, alimentado bibliotecas, y consagrado una cultura propia, un modo de sentir y de pensar. Esa "inteligencia" de la izquierda, de la que carece la derecha, viene de una constelación emocional propia: la de haber fracasado una y mil veces: en la comuna de París, en la República española, o en la trágica experiencia de Allende.

Es por eso por lo que hoy se razona y escribe tanto sobre la derrota de la Concertación en Chile. La izquierda parece reconocer que tiene mucho más para aprender de la derrota, que de sus éxitos. Porque, y siendo justos... ¿existe algún otro gobierno de izquierda más exitoso que la Concertación? Si se le concede el título de "gobierno de izquierda", ninguno duró tanto tiempo (veinte años), ni tuvo mejores resultados (tuvo el patrón de crecimiento más estable y sostenido de América Latina, los mejores resultados agregados en disminución de la pobreza, y desde el 2000 hasta ahora, mostró sensibles reducciones de su desigualdad).

Sin embargo, cuando la Concertación ganó en Chile, nadie pensó que esto podía inaugurar un "giro a la izquierda" en América Latina. Y eso a pesar de haberse dado en un país que ya había sido el primero en inaugurar la victoria del socialismo por la "vía electoral". con el gobierno de Allende. En su momento, la victoria de la Concertación fue considerada un caso aislado de victoria de una alianza, que para la mayoría, ni siquiera podía ser calificada de "izquierda". El hecho de que los dos primeros presidentes fueran de la Democracia Cristiana, dificultaba la visualización de esta coalición como una coalición de "izquierda", aún cuando si comparada con los partidos opositores de derecha (reunidos en ese momento en el bloque "Democracia y Progreso"), estaba claramente a su izquierda. Asimismo, abonaba el hecho de que su política económica, fuera considerada por la mayoría de los intelectuales del momento, incluyendo representantes del propio gobierno, como una política "de derecha". Además, el modelo "chileno" era usado, por los organismos internacionales, como una suerte de sermón admonitorio contra todas aquellas izquierdas que quisieran practicar heterodoxia y soluciones "antisistémicas". El caso chileno aparecía como un éxito, por su moderación ideológica, su apertura unilateral al mundo, y su "liberalismo". Buena parte de la izquierda odiaba ese modelo (aunque otra parte, sólo quería parecerse a él).

Luego, la Concertación fue, ella propia "girando" a la izquierda, de la mano del triunfo consecutivo de las candidaturas socialistas, que fueron desbancando progresivamente a la Democracia Cristiana: con Lagos primero, y con Bachelet después. Fue el retroceso del Partido Socialista, incapaz de administrar su propio "giro a la izquierda", y la pugna narcisista y feroz entre sus principales líderes (que entre otras cosas, impidió competir en la elección interna a Ominami, quien, apoyado por su padrastro, decidió armar su propia lista con el apoyo de parlamentarios "díscolos"), lo que explica, políticamente, la derrota. Así, no sólo la Concertación perdió las elecciones, sino y sobre todo, es el Partido Socialista el que evidencia la caída electoral más estrepitosa desde los últimos veinte años.

El fracaso del Partido Socialista se explica por circunstancias más específicas y actuales, y por factores de más largo aliento. Entre los primeros, debe contarse la incapacidad de administrar bien la competencia de liderazgos. La candidatura de Frei es la expresión de un fracaso, y evidencia un retroceso, en el mejor momento del Partido Socialista. Bachelet había logrado administrar por izquierda, buena parte de los problemas que se le presentaron, ante una Concertación hostil, indiferente, o reactiva a su liderazgo. Después de Bachelet, lo último, lo inexplicable, era volver atrás con Frei. Las razones sobre esto están vinculadas a la propia índole de la puja interna del PS.

Entre las razones más estructurales debe contarse con una importante retracción y apatía política de la población, especialmente agudizada entre los jóvenes, quienes simplemente, no se inscriben en el padrón electoral. Las adhesiones partidarias en Chile son notoriamente frágiles. Según una encuesta realizada por el Centro de Estudios Públicos de Chile en mayo-junio de 2009, la inmensa mayoría de los chilenos (46%) no simpatizaba con ningún partido: un 26% simpatizaba con la Concertación, un 18% con la Alianza, y un 7% con la izquierda extraparlamentaria. Uno de cada cuatro chilenos no se identifica ideológicamente (38%): es decir, no sabe si es de derecha, centro o izquierda (este porcentaje, en países como Uruguay, apenas alcanza al 12%).

Es en el marco de esta apatía y desinterés político que debe entenderse el fracaso de la Concertación. Si hay apatía y desinterés político con un gobierno de izquierda, no importa cuán exitoso sea económicamente: habrá fracasado políticamente. Y eso, algún día, se expresará electoralmente.

Así, el fracaso de la Concertación no evidencia el fracaso del "modelo chileno". De hecho, la derecha en Chile está por ganar desde siempre. Lagos ganó por menos de 1% a Lavín, y Bachelet sólo lo consiguió en segunda vuelta. Los resultados de esta elección fueron tan ajustados, que le permiten a la Concertación tener la mayoría en el Senado. No le será fácil a Piñera administrar el gobierno. Y la izquierda deberá rearmarse, y seguramente sobre otras bases, recuperando aliados, que como el Partido Comunista, están desde hace tiempo juntando fuerza poco a poco.

Mientras tanto, habremos de advertir que el derrotero de la izquierda chilena, a diferencia de otros (del boliviano, por ejemplo), es uno de los derroteros posibles de las izquierdas: sin ir más lejos de la nuestra, o de la brasileña. Es la izquierda administrando responsablemente el capitalismo: sin intentar "socialismos del siglo XXI". El éxito de la dictadura chilena, y la transición tutelada, condicionaron los primeros gobiernos de la Concertación pero luego, ésta fue víctima de sus propios éxitos. Le faltó frustración y derrota; le faltó el estímulo emocional que produce la conciencia. También, le faltó capacidad de riesgo y renovación. Cuando la presidencia de Bachelet, con su gabinete paritario, su acercamiento al Mercosur, anunciaba el comienzo de los nuevos tiempos, triunfó el impulso conservador, el freno.

Ya habrá tiempo para recapacitar y aprender. Para ensayar "imaginariamente" todo lo que pudo ser y no fue, y cómo arreglarlo en una futura oportunidad, como señala Delgado García. Y para que nosotros también, podamos compararnos y pensar.

|*| Politóloga. Universidad de la República

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