Tomás de Torquemada O.P. (Valladolid, 1420 - Ávila, 16 de septiembre de 1498) fue el Inquisidor General de Castilla y Aragón en el siglo XV y confesor de la reina Isabel la Católica. Gran artífice del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los judíos de España para el 2 de agosto de 1492. En 1493 se retiró al convento de Santo Tomás de la ciudad de Ávila donde acaecería su muerte cinco años más tarde.
Se formó desde muy joven como dominico en el Convento de San Pablo en Valladolid. Se considera que pudo haber tenido ascendencia judía.Hernando del Pulgar, historiador de la época, al escribir acerca de Juan de Torquemada —tío del inquisidor—, dijo que su ancestro Álvar Fernández de Torquemada se había casado con una judía conversa de primera generación.
Tras ser destacado en sus servicios como monje y erudito, Torquemada fue nombrado Inquisidor General en 1482 por Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, entonces gobernantes del joven reino de España. La extensión de su poder sobre España fue facilitada por el asesinato del Inquisidor Pedro de Arbués en 1485 en Zaragoza, atribuido a una banda de «herejes» y judíos; y por el supuesto asesinato ritual del así llamado Santo Niño de La Guardia en 1491, también atribuido a una banda de judíos. En 1492 Torquemada fue uno de los propulsores de la expulsión masiva de los judíos de España. Torquemada es tal vez mejor recordado como una figura del mito y propaganda anticatólica que como una figura de historia seria. Sin embargo, existe documentación que evidencia que él y la Inquisición española son considerados responsables de actos de injusticia y sufrimiento, realizados mediante el uso de torturas, denuncias anónimas y ejecución por fuego en el así llamado «auto de fe» o «acto de fe» por el que sometían a los supuestos herejes y otros.
Torquemada creció en Valladolid y, al igual que su tío (el cardenal Juan de Torquemada) se hizo fraile dominico. Era aún joven cuando fue enviado a ser prior en el Monasterio de Santa Cruz en Segovia, donde fue nombrado confesor de la princesa Isabel, heredera de Castilla. Fue coronada en 1473 y Torquemada llegó a ser el primer Inquisidor General de España una década más tarde. Existe muy poca información sobre la vida personal de Torquemada, que ha sido objeto de numerosas especulaciones.
El cronista español de esa época, Sebastián de Olmedo, lo llamó «el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden». El nombre de Torquemada, como parte de la leyenda negra de la Inquisición española, se ha convertido en un apodo para la crueldad y el fanatismo al servicio de la religión.
La Inquisición tocó la vida de cada individuo en España con minuciosidad rara vez igualada con anterioridad al siglo XX. Cualquier persona sobre la edad de 12 años (para niñas) y 14 (para niños) era completamente responsable para la Inquisición. Los «herejes» (cualquier persona que no comulgara con las ideas católicas) y los conversos (que se convertían en católicos para evitar la persecución) fueron los principales objetivos, pero quienquiera que osara hablar en contra de la Inquisición era considerado sospechoso. Para evitar la propagación de las «herejías», Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.
Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de 10.000 personas y otras 27.000 sufrieron penas infamantes, aunque investigadores como Gams o Hefele hablan sobre lo exagerado de estas cifras. Su retrato, en la tabla de la Virgen de los Reyes Católicos, nos presenta un rostro de facciones correctas muy distinto al del gángster macizo y sombrío, de ojos hundidos y labios apretados, que imaginaron los ilustradores románticos.
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